Este es el motivo por el que sientes que los años pasan volando: la ciencia tiene la respuesta

El primer día de colegio parecía eterno. Los veranos de la infancia se extendían como una película infinita de aventuras y tardes soleadas. Pero, de repente, llegamos a la adultez y cada año se nos escapa de las manos. Los meses pasan sin darnos cuenta, y cuando miramos atrás, la década anterior se ha desvanecido en un abrir y cerrar de ojos.

Este fenómeno no es solo una sensación subjetiva. La ciencia ha investigado por qué, a medida que envejecemos, la percepción del tiempo cambia y se acelera. La respuesta, como en muchas cuestiones que afectan a nuestra mente, no tiene una única causa. Neurociencia, psicología y hasta la física han intentado explicarlo.

Nuestro cerebro como un reloj imperfecto

La percepción del tiempo no es fija ni universal. No hay un órgano específico en nuestro cuerpo que lo mida de manera objetiva. En su lugar, el cerebro utiliza una combinación de procesos neuronales para estimar la duración de los eventos. Y estos procesos no permanecen inalterables con los años.

Uno de los principales mecanismos que regula nuestro sentido del tiempo es la dopamina, un neurotransmisor clave en los circuitos que controlan el ritmo interno del cerebro. Con el envejecimiento, los niveles de dopamina disminuyen, afectando nuestra capacidad para medir con precisión el paso del tiempo. Estudios han demostrado que los adultos mayores tienden a subestimar la duración de los eventos comparados con los jóvenes.

Esto explicaría por qué, en la vejez, los días parecen más cortos. Si nuestro sistema de medición interna va más deprisa, la misma cantidad de tiempo real se siente más breve. Es como si un reloj defectuoso adelantara cada vez más, haciendo que las horas se escapen antes de lo que creemos.

Cada experiencia deja una huella en la memoria, y la forma en que recordamos los eventos puede influir en cómo los percibimos con el paso del tiempo
Cada experiencia deja una huella en la memoria, y la forma en que recordamos los eventos puede influir en cómo los percibimos con el paso del tiempo. Foto: Istock

La monotonía del tiempo adulto

Además de los cambios en la neuroquímica cerebral, hay una razón psicológica que refuerza la sensación de que el tiempo se acelera con la edad. Los recuerdos de la infancia y juventud están llenos de experiencias novedosas: aprender a montar en bicicleta, el primer amor, un viaje especial. Esos momentos marcan nuestra memoria con hitos claros.

En la adultez, en cambio, la rutina se instala. Los días se parecen demasiado entre sí: trabajar, hacer la compra, pagar facturas. La falta de estímulos novedosos hace que el cerebro almacene menos recuerdos distintivos y, cuando miramos atrás, no encontramos tantos anclajes temporales. Como resultado, los últimos cinco o diez años nos parecen un lapso mucho más corto de lo que fueron en realidad.

Un estudio encontró que las personas mayores reportan que las últimas décadas han pasado más rápido de lo que esperaban. Esto sugiere que la memoria juega un papel importante en nuestra percepción del tiempo. Cuando no tenemos eventos memorables que nos ayuden a marcar el paso de los años, estos parecen haberse esfumado sin darnos cuenta.

El efecto de la proporción de vida

Otra explicación fascinante proviene de la teoría proporcional (o teoría de la proporción de vida). Esta idea sostiene que la velocidad percibida del tiempo depende de cuánta vida hemos vivido hasta ese momento. Para un niño de cinco años, un año representa el 20 % de su existencia. Para alguien de cincuenta, solo el 2 %.

A medida que acumulamos más experiencias, cada nueva unidad de tiempo se vuelve proporcionalmente más pequeña respecto a nuestra vida total. Un año a los diez años de edad parece inmenso porque es una fracción significativa del tiempo vivido. Pero a los cincuenta, un año se siente mucho más breve en comparación con toda la historia personal que hemos acumulado.

Esta perspectiva matemática explica por qué, aunque objetivamente el tiempo transcurre de la misma manera para todos, subjetivamente sentimos que se encoge con los años.

¿Podemos frenar la aceleración del tiempo?

Si la percepción del tiempo depende en parte de nuestra neuroquímica, nuestra memoria y nuestras experiencias, ¿es posible hacer algo para ralentizar su paso subjetivo? La ciencia sugiere que sí.

Introducir cambios y novedades en la vida diaria puede hacer que los años se sientan más largos. Aprender nuevas habilidades, viajar a lugares desconocidos o simplemente cambiar la rutina ayuda a crear más hitos en la memoria y a hacer que el cerebro registre el tiempo de manera más detallada.

Algunas investigaciones han mostrado que las personas que practican la atención plena y se enfocan en el presente pueden percibir el tiempo de forma más pausada. El motivo es simple: prestar atención a cada momento en lugar de vivir en piloto automático permite que el cerebro registre más detalles, enriqueciendo la percepción temporal.

Por otro lado, mantenerse mentalmente activo y socialmente conectado también parece jugar un papel en la percepción del tiempo. Quienes se sienten aislados o tienen pocas interacciones suelen experimentar una sensación de aceleración del tiempo mayor que aquellos que tienen vidas dinámicas y socialmente estimulantes.

La forma en que procesamos la información cambia con la edad, afectando nuestra manera de interpretar los eventos cotidianos
La forma en que procesamos la información cambia con la edad, afectando nuestra manera de interpretar los eventos cotidianos. Foto: Istock

El tiempo, un enigma sin resolver

A pesar de las múltiples explicaciones científicas, la percepción del tiempo sigue siendo uno de los mayores misterios de la mente humana. ¿Es el tiempo algo que existe fuera de nosotros o simplemente una construcción de nuestro cerebro? La física nos dice que el tiempo podría no ser más que una ilusión, mientras que la neurociencia sugiere que cada uno lo experimenta de manera distinta.

Lo que es seguro es que nuestra relación con el tiempo cambia a lo largo de la vida. Y aunque no podamos detener su avance, sí podemos influir en la manera en que lo percibimos. La clave para hacer que los años no se escapen tan rápido podría estar en algo tan simple como redescubrir la emoción de la novedad y aprender a vivir con más intensidad cada día.

“Tu cerebro es una máquina del tiempo”, de Dean Buonomano

La forma en que experimentamos el tiempo ha sido objeto de debate durante siglos. ¿Es una dimensión objetiva, como sugiere la física, o una construcción de nuestra mente? En Tu cerebro es una máquina del tiempo, publicado recientemente por Pinolia, el neurocientífico Dean Buonomano nos sumerge en una exploración profunda de cómo el cerebro no solo percibe el tiempo, sino que lo manipula y lo construye activamente.

Con una combinación magistral de neurociencia, biología evolutiva, física y filosofía, Buonomano descompone la relación entre la mente y el tiempo, planteando que nuestra capacidad para recordar el pasado y anticipar el futuro ha sido clave en la evolución de la humanidad. Desde la planificación de la caza hasta la construcción de civilizaciones, el ser humano ha desarrollado un sentido del tiempo que le ha permitido adelantarse a los acontecimientos, moldeando así su destino.

Un cerebro que predice el futuro

Uno de los aspectos más fascinantes del libro es cómo desmonta la idea de que el cerebro actúa solo como un reloj interno que mide el paso del tiempo. En lugar de eso, Buonomano expone que la mente opera como una especie de simulador del futuro. Desde pequeñas acciones cotidianas, como frenar antes de llegar a un semáforo en rojo, hasta decisiones más complejas, nuestro cerebro no solo reacciona, sino que constantemente anticipa lo que vendrá.

Esta capacidad predictiva está presente incluso en los niveles más básicos de la percepción. El autor muestra que los circuitos neuronales no registran simplemente lo que sucede a su alrededor, sino que constantemente hacen cálculos para estimar lo que ocurrirá en el siguiente instante. Este modelo explica, por ejemplo, por qué podemos atrapar una pelota en movimiento sin necesidad de hacer cálculos conscientes: nuestro cerebro “salta” al futuro inmediato y ajusta nuestras acciones en consecuencia.

Buonomano también profundiza en cómo los recuerdos no son reproducciones exactas del pasado, sino reconstrucciones activas que nos permiten proyectarnos en el tiempo. Así, el cerebro no solo recuerda lo que ha sucedido, sino que usa esa información para predecir lo que podría ocurrir.

Libro Tu cerebro es una maquina del tiempo

El tiempo en la neurociencia y la física

La obra no se limita a explorar la percepción del tiempo desde la biología, sino que también se adentra en las paradojas de la física. Buonomano plantea preguntas provocadoras sobre la naturaleza misma del tiempo: ¿Existe realmente el presente o es solo una ilusión creada por nuestro cerebro? ¿Es el tiempo una dimensión absoluta o es maleable, como sugiere la teoría de la relatividad?

Estas preguntas llevan al autor a debatir entre dos visiones filosóficas del tiempo. Por un lado, el presentismo, que sostiene que solo el presente es real, y por otro, el eternalismo, que argumenta que pasado, presente y futuro existen simultáneamente. En este punto, Buonomano juega con la idea de que nuestra percepción del flujo temporal puede ser un truco de la mente, una construcción que nos permite navegar la realidad sin que necesariamente exista un “ahora” universal.

A través de ejemplos accesibles, el autor logra traducir conceptos complejos sin perder rigor científico. Desde la teoría de la relatividad de Einstein hasta experimentos sobre la percepción temporal en animales y humanos, el libro se mueve entre distintas disciplinas para ofrecer una visión global de cómo el tiempo es tanto un fenómeno físico como una experiencia subjetiva.

Una lectura que transforma la percepción del tiempo

Lo que hace que Tu cerebro es una máquina del tiempo sea una obra tan impactante es su capacidad para cambiar la forma en que entendemos nuestra propia mente. Buonomano no se limita a exponer teorías científicas, sino que nos obliga a replantearnos la manera en que vivimos el tiempo. ¿Realmente percibimos el mundo tal como es o estamos atrapados en una simulación creada por nuestro cerebro?

El libro se distingue por su claridad y por un estilo que logra ser accesible sin caer en simplificaciones. Aunque algunos pasajes pueden resultar desafiantes, la estructura bien organizada y el uso de ejemplos cotidianos facilitan la comprensión de conceptos que, de otro modo, podrían parecer abstractos.

Para quienes disfrutan de la divulgación científica que cruza fronteras entre disciplinas, este libro es una lectura imprescindible. No solo nos ayuda a entender cómo nuestro cerebro mide el tiempo, sino que nos invita a reflexionar sobre el papel del tiempo en nuestra existencia. Al cerrar la última página, es difícil no quedarse con la sensación de que el tiempo, tal como lo concebimos, es solo una ilusión cuidadosamente tejida por nuestra mente.

Referencias

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  • Squillace Louhau M, Platon ED, Vinacur MG. La percepción del tiempo: un abordaje psicofisiológico. Rev Neuropsicol Latinoam. 2020;12(4):1-7.

Cortesía de Muy Interesante



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