México frente a la fragmentación del comercio global: ¿oportunidad o vulnerabilidad?

La globalización ya no es lo que era. La promesa de un comercio mundial integrado, donde los flujos de bienes y capital circulaban sin fricciones significativas, ha dado paso a un escenario de creciente fragmentación. Tensiones geopolíticas, rivalidades tecnológicas y una renovada ola de proteccionismo han redefinido la dinámica entre las principales economías. En este tablero, México aparece como actor estratégico, pero también como país vulnerable, atrapado entre el atractivo del nearshoring y los riesgos de la dependencia excesiva de su vecino del norte.

La reciente decisión del gobierno mexicano de imponer aranceles de hasta 50% a automóviles ligeros y a más de 1,400 fracciones arancelarias de bienes importados desde países sin tratados de libre comercio —entre ellos China, la segunda economía del mundo— es un movimiento que sintetiza esta tensión. Por un lado, busca proteger la industria nacional, corregir déficits comerciales y atraer inversión extranjera directa. Por otro, abre interrogantes sobre su impacto en la inflación, la competitividad y la relación diplomática con Pekín.

La apuesta arancelaria en el “Plan México”

El llamado Plan México responde a una lógica de política industrial defensiva: encarecer los productos extranjeros para que la producción nacional gane espacio en sectores como automotriz, textiles, electrónicos, acero, vidrio y muebles. No es un giro menor. México, tradicionalmente abierto al comercio, toma una medida de carácter proteccionista en un momento en el que las economías avanzadas también revisan sus cadenas de suministro con criterios de seguridad y estrategia.

El caso de los automóviles eléctricos provenientes de China es ilustrativo. En los últimos años, marcas chinas han ganado cuota de mercado global gracias a costos competitivos y capacidad tecnológica. Al aplicar un arancel de 50%, México pretende blindar tanto su industria local como su posición dentro del T-MEC, evitando una inundación de vehículos que compitan directamente con la producción orientada al mercado estadounidense.

Sin embargo, esta medida tiene efectos secundarios inevitables. Los consumidores enfrentan mayores precios; las empresas que dependen de insumos importados ven presionados sus márgenes; y la posibilidad de que China responda con represalias comerciales o con una reducción en la inversión en México no puede descartarse.

El contexto internacional: crecimiento asimétrico

Para dimensionar la decisión, conviene observar las proyecciones de crecimiento. Según el Banco Mundial, China crecerá alrededor de 4.5% en 2025, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha elevado su estimación a 4.8%, destacando la resiliencia del país frente a la desaceleración global. Si bien enfrenta desafíos estructurales como el endeudamiento, el envejecimiento poblacional y la fragilidad del sector inmobiliario, China mantiene su papel como el gran motor manufacturero del mundo, respaldado por su escala productiva, capacidad tecnológica y un ecosistema industrial difícil de replicar.

México, en contraste, enfrenta un panorama mucho más modesto. Tanto el Banco Mundial como el FMI pronostican un crecimiento de apenas 0.2% para 2025. Es decir, un estancamiento técnico que refleja limitaciones en inversión pública, baja productividad y presiones fiscales. Si se suma el efecto potencial de aranceles que encarezcan la producción local sin una estrategia clara de sustitución eficiente, el riesgo de rezago se amplifica.

En este sentido, la fragmentación del comercio global no es simétrica: mientras China puede compensar con su mercado interno y sus vínculos en Asia y África, México depende casi exclusivamente de su integración con Estados Unidos y Canadá. El 80% de las exportaciones mexicanas tienen como destino el mercado estadounidense. Esta concentración convierte al país en beneficiario del nearshoring, pero también en rehén de la coyuntura política y económica de Washington.

La oportunidad del nearshoring

No todo es riesgo. La imposición de aranceles puede leerse también como un mensaje a favor de la relocalización productiva en México. En un mundo donde las empresas buscan cadenas de suministro más cortas y seguras, México ofrece ventajas únicas: cercanía geográfica con Estados Unidos, infraestructura manufacturera instalada, capital humano competitivo y acceso preferencial gracias al T-MEC.

El reto es transformar esa ventaja geopolítica en competitividad sostenible. Para que los aranceles se traduzcan en inversión local y no en inflación, México necesita una política integral que incluya:

  • Infraestructura logística y energética confiable y moderna.
  • Estado de derecho y seguridad, condiciones básicas para atraer capital extranjero.
  • Capacitación laboral y educación técnica, alineada con las demandas de sectores como semiconductores, electromovilidad y energías renovables.
  • Ciberseguridad y resiliencia operativa, cada vez más determinantes para las cadenas de valor globales.

Sin estos elementos, los aranceles corren el riesgo de convertirse en un costo adicional sin beneficios claros.

Los riesgos de la dependencia

La estrategia de México también debe analizarse en función de su dependencia de Estados Unidos. El T-MEC ofrece ventajas de acceso al mercado, pero limita los márgenes de maniobra frente a otros socios. Al imponer aranceles a China, México se alinea implícitamente con la política estadounidense de contención comercial a Pekín.

El riesgo es quedar atrapado en una lógica binaria: beneficiarse mientras Washington mantenga su preferencia por México, pero quedar expuesto si un giro político en Estados Unidos —por ejemplo, hacia un proteccionismo más agresivo— reduce la integración productiva o impone nuevas condiciones al comercio bilateral. En ese escenario, la falta de diversificación dejaría a México sin colchón externo.

Además, no debe subestimarse el impacto inflacionario. Al encarecer bienes de consumo y de capital provenientes de Asia, los aranceles podrían presionar la inflación justo en un contexto de bajo crecimiento. El Banco de México tendría que mantener una postura monetaria restrictiva por más tiempo, lo que afectaría la inversión y el consumo interno.

El dilema estratégico

El fondo del debate es claro: ¿puede México pasar de ser un receptor pasivo de inversiones a convertirse en un estratega global en la era de la fragmentación?

La imposición de aranceles a China es un primer intento de moldear las condiciones del comercio, pero sin una visión de largo plazo corre el riesgo de quedarse en un gesto táctico. El verdadero desafío está en:

  1. Definir una política industrial de segunda generación, que priorice sectores estratégicos (energías limpias, semiconductores, electromovilidad) y articule encadenamientos productivos nacionales.
  2. Diversificar relaciones comerciales, reduciendo la dependencia exclusiva de Estados Unidos y explorando alianzas con Europa, Sudamérica y Asia-Pacífico, sin romper puentes con China.
  3. Fortalecer la institucionalidad económica, generando certidumbre jurídica y regulatoria para que las decisiones de inversión no estén sujetas a vaivenes políticos.

Perspectivas: entre oportunidad y vulnerabilidad

México está ante una coyuntura histórica. La fragmentación del comercio global ofrece la posibilidad de consolidarse como un nodo estratégico del bloque norteamericano. El nearshoring es real, y los aranceles recientes buscan acelerar la integración productiva en territorio nacional.

Pero la ventana de oportunidad es estrecha. Mientras China sigue creciendo a tasas cercanas al 5%, México apenas aspira a un 0.2% en 2025. Esa asimetría revela que la política comercial, por sí sola, no resolverá las limitaciones estructurales del país.

Los aranceles pueden ser un instrumento válido si se integran en una estrategia amplia de productividad, inversión y diversificación. De lo contrario, corren el riesgo de convertirse en un freno adicional para una economía que ya enfrenta el fantasma del estancamiento.

La gran pregunta es si México sabrá transformar la fragmentación global en un trampolín hacia el desarrollo o si, por el contrario, quedará atrapado en un equilibrio precario de dependencia y vulnerabilidad.

*El autor es Invited Guest Lecturer en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde contribuye en el curso Crisis Management & Business Resiliency. Su trayectoria se centra en el análisis y gestión de riesgos con un enfoque integral que combina ciberseguridad, riesgo corporativo y resiliencia organizacional.

Cortesía de El Economista



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