Fuente de la imagen, Mona al-Harazeen
Cuando Israel y Hamás acordaron un cese el fuego en Gaza hace un mes, Mona al-Harazeen no pudo contener las lágrimas. En lo único que podía pensar era en su hijo Yazan, quien -según cuenta- murió en un ataque aéreo en el primer mes de la guerra, a la edad de 17 años.
En conversación telefónica con la BBC, recuerda que la primera cosa que hizo fue regresar al norte de la Franja de Gaza, donde ha pasado la mayor parte de su vida. Había huido de los ataques aéreos y de los bombardeos allí una semanas antes de que el cese el fuego entrara en efecto en octubre.
No era la primera vez que Mona había hecho ese periplo. Ya había caminado desde el sur al norte en enero de 2025, cuando un cese el fuego anterior entre Hamás e Israel estuvo en vigor.
Cuenta que cargó el cuerpo de Yazan, después de sacarlo de entre los escombros donde había estado atrapado durante casi un año, y empieza a llorar cuando explica que quería darle un entierro digno.
Fuente de la imagen, Mona al-Harazeen
“Desolado y espantoso”
Esa vez, tomó un automóvil. Un viaje que antes de la guerra le hubiera tomado 30 minutos, le tomó unas tres horas, navegando por las carreteras severamente dañadas y los atascos de tráfico causados por el gran número de personas regresando al norte.
Cuando el vehículo cruzó el valle desde donde se divisa la Ciudad de Gaza, Mona relata que el panorama la aterrorizó.
“Hasta donde podía ver, no había nada sino espacios vacíos. Era una escena horrorosa. El suelo estaba cubierto de escombros. Era como si el suelo se hubiera tragado todos los edificios”.
Describe que la silueta de la ciudad estaba transformada, con complejos de apartamentos y edificios de 13 pisos que habían desaparecido. “Se sentía desolado y espantoso. No puedo describir la sensación. Solo me hizo llorar”, afirma.
Ya sabía que su casa en la Ciudad de Gaza, donde había vivido 20 años, había sido destruida en 2024.
A pesar de eso, Mona quiere quedarse porque es su hogar. Ha encontrado en alquiler un apartamento de tres habitaciones a 10 minutos en auto.
Es uno de los pocos apartamentos disponibles para arrendar en la ciudad, indica Mona, y es caro. La única manera en que puede pagarlo es compartiéndolo con su madre, dos hermanas y sus familias, y no está segura de cuánto tiempo podrán costearlo.
Fuente de la imagen, Mona al-Harazeen
Precios exorbitantes
Mona afirma que no ha recibido ninguna asistencia ni alimentos, y aunque algunas cosas ya están disponibles, los precios son “exorbitantes”.
Explica que, antes de la guerra, un kilo de bananos solía costar unos tres shekels (US$0,90). Ahora dice que el precio es de unos 20 shekels (US$6). Una bolsa de pan de pita costaba entre siete y ocho shekels (US$2,50). Ahora cuesta unos 60 (US$18).
Señala que aún no ha podido conseguir algunos artículos, como huevos, y describe cómo muchas familias todavía están cocinando en hogueras, porque no pueden conseguir gas.
Cuenta que encienden hogueras sobre grandes cilindros metálicos en los balcones, en un baño que no se esté usando o cerca a las ventanas para poder hervir agua y calentar la comida.
“Como no tenemos muebles, nos sentamos en mantas y cojines en el piso”, añade.
Mona explica que los gazatíes todavía no se sienten a salvo ni seguros y que confían muy poco en la estabilidad del cese el fuego. “Todavía escuchamos disparos, cohetes y bombardeos”, afirma. “Tengo tanto miedo”.
Pero Mona reconoce que duerme un poco más tranquila sabiendo que sus otros dos hijos -Mohammad de 16 años y Bashar de 12- están relativamente seguros como resultado de la tregua.
Su perspectiva es desoladora: “No tenemos un futuro… Gaza ha desaparecido”, asegura.
“Aunque fuera por un día, desearía poder regresar a mi casa, tomar una ducha en mi baño… dormir en mi cama, cepillarme el pelo frente a mi espejo… vestir ropa limpia, o echarme mi perfume. Añoro las cosas más simples que solía hacer, pero que ya no puedo”.
Jumana
Fuente de la imagen, Jumana
Mientas que la mayoría de las personas con las que hablamos expresaron que encontraban difícil pensar en reconstruir sus vidas, algunas, como Jumana, de 26 años, pueden ver pequeños destellos de sus vidas antiguas.
Su vivienda es una de las pocas que siguen en pie en la Ciudad de Gaza. Su apartamento “no ha resultado severamente dañado, gracias a Dios”, comenta por teléfono. “Sólo las ventanas están quebradas y la cocina está un poco dañada”.
La periodista independiente ahora vive con sus dos hijas y su esposo, que se dedica al mismo trabajo que ella. Cuenta que su hija mayor, Tulin, de 6 años, que ha querido regresar a la escuela, está recibiendo clases privadas por primera vez desde el comienzo de la guerra.
Su otra hija, Thalia, de dos años, nació menos de una semana después del ataque liderado por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre, cuando mataron a unas 1.200 personas y tomaron a otras 251 como rehenes.
Tulin también nació en octubre, y la familia esperaba que este año les podrían finalmente hacer una gran celebración a ambas niñas.
Pero Jumana señala que los planes se hicieron añicos después de que un familiar muriera tras ataques aéreos israelíes a finales de octubre, cuando Hamás e Israel se acusaron mutuamente de haber violado el cese el fuego.
Fue una de las 68.000 víctimas mortales registradas en Gaza durante la guerra, según el Ministerio de Salud de la Franja, cifras aceptadas por Naciones Unidas y otros organismos internacionales.
El ejército israelí afirmó haber atacado decenas de objetivos “terroristas” después de las violaciones de Hamás de la tregua mediada por EE.UU. El ministro de Defensa de Israel acusó a Hamás de un ataque en Gaza en el que murió un soldado israelí, y de violar las condiciones sobre la entrega de los cuerpos de los rehenes muertos. Hamás insistió en que “no tenían conexión” con el ataque y que Israel intentaba socavar el acuerdo de cese el fuego.
Jumana vio esto como un recordatorio de que la vida sigue estando lejos de ser normal. “Con guerra o sin guerra, en esto se han convertido nuestras vidas, nuestra triste realidad”, expresa con amargura.
Fuente de la imagen, Jumana
“Parecía un sueño”
No obstante, sacó a sus hijas a caminar por la ciudad con su esposo. Compartió un video de las dos niñas caminando entre los escombros.
Más tarde, fueron a un restaurante a almorzar. “Les dimos pizza, shawarma y Coca-Cola. Habían estado privadas de todo eso durante mucho tiempo, así que les parecía un sueño”, comenta Jumana.
También compartió fotos de la comida que ha podido comprar, incluyendo kebabs de carne, un pollo entero, helado, fruta y un poco de cordero. Llevó a sus niñas al supermercado, y envió fotos mostrando los estantes llenos de dulces, papas fritas y café, pero algunos en el fondo aparentaban estar vacíos.
“Los estantes sólo están llenos cuando el ejército [israelí] permite que los productos entren en el supermercado”, afirma. “No todo está disponible. Si los cruces fronterizos cesaran sólo dos días, los estantes se vaciarían inmediatamente”.
Jumana expresa que su familia puede pagar por la comida y otros productos esenciales porque ambos trabajan. Pero la mayoría de la gente en Gaza está desempleada y los bancos no están abiertos. Explica que algunas personas han ahorrado en efectivo, y lo facilitan si les transfieren el dinero a una cuenta bancaria, pero comúnmente cobran el 25%.
Fuente de la imagen, Jumana
Jumana también compartió un video y fotos de ella llevando a sus hijas a nadar y jugar en la playa. En el fondo se ven edificios severamente dañados, uno de ellos con las paredes y las ventanas de los apartamentos destrozadas, pero se puede ver una familia viviendo allí.
Esa imagen confirma la realidad de la vida en Gaza. “No hay futuro para nosotros ni para nuestras niñas en Gaza. Intentamos acostumbrarnos, pero no es normal”, asegura Jumana.
“Estamos planeando un futuro fuera de Gaza, desafortunadamente”.
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Cortesía de BBC Noticias
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