En el Auditorio del hotel Barceló Guadalajara, en el marco de la FIL y dentro del programa FIL Pensamiento, se llevó a cabo la charla “El arte de contarnos”, un encuentro donde Ingrid Guardiola, Gabriel Ventura y Joselo Rangel reflexionaron sobre los modos de narrarnos en el presente, desde la filosofía y el arte hasta la música y las plataformas digitales.
La conversación inició con la intervención de Ingrid Guardiola, quien retomó uno de los ejes de su libro La servidumbre de los protocolos para abordar cómo la esfera mediática moldea las percepciones colectivas. Recordó que, para Platón, la caverna funcionaba como una advertencia sobre la construcción de las ideas, un recurso que ha sido retomado de forma sistemática por filósofos, politólogos y especialistas en comunicación pública. Guardiola, citó a Walter Lippmann, a quien definió como una figura central en la conformación de la opinión durante el siglo XX.
En su participación, Guardiola, describió la vigencia de esa alegoría platónica en un entorno dominado por simulaciones digitales y narrativas prefabricadas. “Vivimos unos momentos bastante platónicos en el sentido de que nuestro espacio natural para compartir afectos, para compartir palabras, para compartir relatos es la esfera mediática. Y no es nada descabellado pensar que el espectro mediático es un análogo de la caverna de Platón… Lippmann pensó que el poder real no estaba tanto en los estamentos políticos sino en conseguir modular las ideas de la gente, acceder a esas ‘pictures in our heads’. La forma más rápida de llegar a ese consenso es trabajar con relatos basados en estereotipos, que él veía como maneras rápidas de llegar a acuerdos. El reto está en la trampa de esos entornos simulados: delegar agencia, conciencia y libertad de pensamiento, renunciar a construir nuestras propias historias”.
Joselo Rangel retomó la conversación desde el ámbito musical, al recordar el tránsito del rock mexicano hacia la expresión en español a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Explicó que, en ese periodo, persistía la idea de que el rock debía interpretarse exclusivamente en inglés, una noción que su generación comenzó a cuestionar. “Nuestra generación fue la primera que dijo que teníamos que expresarnos como mexicanos en español”, afirmó.
El músico relató cómo ese impulso los llevó a replantear la identidad sonora de bandas emergentes, incluida Café Tacvba. Compartió que él y Rubén Albarrán se preguntaban con frecuencia cómo debía sonar el rock hecho en México. La respuesta surgió al dejar de perseguir modelos anglosajones y voltear hacia su propia cultura. A partir de ahí comenzó un proceso de exploración que incorporó influencias norteñas, jarochas y punk, dando pie a mezclas que en su momento resultaban inusuales. “Decíamos: ‘Pues sonemos a lo que somos’”, recordó.
Rangel añadió que ese proceso coincidió con una autocrítica que recibían por parte de algunos de sus profesores en la escuela de diseño, quienes señalaban que los estudiantes reproducían modelos extranjeros sin mirar hacia sus propios referentes culturales. Esa idea, dijo, se trasladó también a la música. “Fue así que dejamos fluir lo que salía de nosotros”, comentó, antes de detallar cómo ese impulso dio origen a propuestas híbridas como el “punk norteño” o el “bolero cibernético”.
El músico subrayó que no solo Café Tacvba transitaba por esa búsqueda identitaria, sino también grupos como Maldita Vecindad, Caifanes o Santa Sabina, todos en el contexto de lo que luego se conocería como rock en tu idioma. Explicó que ese movimiento tuvo una particularidad: mientras en México se abrían espacios para bandas españolas y argentinas, esa circulación no ocurría de manera inversa. En ese ambiente, dijo, cada banda intentaba definir su propia manera de entender “lo nacional”.
Ventura retomó la palabra para enlazar esas reflexiones con las formas de narración contemporáneas, especialmente las que emergen desde plataformas digitales. En su análisis, fenómenos como el reality shifting, popularizado entre jóvenes durante la pandemia, representan nuevas maneras de crear relatos que combinan imaginación, autosugestión y dinámicas propias de las redes sociales. Para él, estas prácticas forman parte de una tendencia más amplia donde lo delirante se normaliza como categoría narrativa.
“El delirio se ha introducido en nuestra forma de contar lo real”, afirmó en una intervención breve, antes de señalar que esta lógica también atraviesa discursos políticos y mediáticos. Como ejemplo mencionó la circulación de videos creados con inteligencia artificial que se presentan como piezas informativas, situación que ilustra, dijo, cómo ciertas narrativas espectrales se integran en la vida cotidiana.
El poeta destacó que, en estas transformaciones, la poesía mantiene un papel clave debido a su capacidad para generar imágenes interiores, un mecanismo que —señaló— continúa siendo esencial en la manera en que las personas construyen sentido. Explicó que muchos de los discursos circulantes en internet, incluidos los basados en teorías como el terraplanismo, operan mediante estructuras similares: relatos que, aunque delirantes, logran instalarse en la conversación pública.
Ante un auditorio lleno de estudiantes y público general, la charla avanzó entre preguntas sobre identidad, narrativa, cultura digital y la persistencia de los relatos que moldean la percepción colectiva. Tanto Ventura como Rangel coincidieron en que, ya sea desde la filosofía, la literatura o la música, el desafío actual radica en recuperar la agencia narrativa sin caer en la reproducción automática de discursos externos.

SV
Cortesía de El Informador
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