El maestro y la juventud: Amin Maalouf ante mil jóvenes en la FIL Guadalajara


Un error constante es pensar en las leyendas como algo que sucede y se narra desde la lógica del pasado. Algo anterior a nosotros y a nuestra época, ajeno al tiempo ahora habitado. En muchos casos es cierto e inevitable; en otros, las leyendas están vivas, habitando nuestros tiempos, narrando nuestro mundo y sus desavenencias, sus glorias y desventuras, en el espejo de la palabra presente. Amin Maalouf, el escritor, el francés y el líbanes, el musulmán y el católico, el espantado por el retroceso de las mentes y el esperanzado sin límites por el progreso de las tecnologías, es una de esas leyendas que viven, que escriben, que escuchan, y que en el pulso de cada palabra escrita narra su inquietud por la vida y por el mundo.

El maestro, que recibió el prestigioso Premio FIL en Lenguas Romances por su inmensa obra, inquieta, curiosa y humana, mostró precisamente su lado más humano, cercano y cálido, al conversar frente a un auditorio repleto de jóvenes entusiastas, expectantes y en flor de la vida misma, en el conversatorio “Mil Jóvenes con Amin Maalouf, realizado por la FIL Guadalajara, para acercar a las masas juveniles al maestro humano, creador de mundos y de letras, responsable de muchas de las novelas, ensayos y críticas más interesantes de la literatura actual. 

El auditorio Juan Rulfo era un mar trémulo de adolescentes inquietos, camarógrafos y reporteros inoportunos, y uno que otro curioso sin otra juventud más que la del alma, todos ávidos de ver al maestro en persona. Maalouf, con la cabellera nevada, sonriente ante las estancias desbordadas, fue recibido con el aplauso efusivo de mil jóvenes y tantos otros testigos numerosos con los estragos de los años pero los corazones de pubertos. Marisol Schultz, directora general de la FIL, presentó al maestro y a la también escritora Carmen Alemany con el mismo entusiasmo que la multitud. 

“Estamos muy contentos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de estar con ustedes en esta que es la primera sesión de un programa que se denomina ‘Mil Jóvenes con’, dijo Marisol. “Tenemos una oportunidad única de escuchar a Amin aquí en la FIL Guadalajara. Aprovéchenla y yo los invito a que escuchen con atención, que de verdad le pongan atención, que reflexionen sobre lo que nos va a decir”.

El encuentro fue providencial, pues permitió a los jóvenes preguntar al maestro, en persona y frente a frente, sus inquietudes ante el mundo, sus sentimientos por haber recibido el Premio FIL Lenguas Romances, sus pensamientos en el desarrollo tecnológico, sus maniobras para sortear los obstáculos de los bloqueos creativos. Amin Maalouf, sin dejar de sonreír, atento a cada cuestionamiento, parecía feliz hasta el alma de estar rodeado por aquella miríada de adolescentes entusiasmados, desordenados por la preparatoria, enmarañados en séquitos de amigos, algunos con el germen irremediable de llegar a ser, algún día, con el hombre atento que los encaraba con una sonrisa. Carmen Alemany, que también es una escritora prestigiada, catedrática con más de seis décadas de investigación, 

“Recibir un premio así es importante por muchas razones, la primera es que un escritor es un hombre solitario, trabaja en su pequeña oficina, y uno no sabe verdaderamente cómo el trabajo de uno va a ser recibido por fuera, incluso cuando uno ya está avanzado en años y ha publicado muchos libros, siempre se es muy sensible a la reacción que produce lo que uno escribió”, dijo el maestro, con su francés acompasado y meticuloso, como si de pronto las palabras se le arremolinaran en el mismo instante de concebirlas. Sus manos, como un componente inevitable de sus palabras, son un pájaro inquieto. 

“Les puedo asegurar que jamás me siento seguro cuando escribo un libro de cómo va a ser recibido. Es como los actores que suben al escenario, pero cada vez tiene el medo de decepcionar, y cuando hay un premio prestigiado es extremadamente reconfortante Diría sencillamente que el premio que se me dio en Guadalajara tiene la particularidad que no tienen otros, porque se otorga a escritores en lenguas romances, y es importante crear lazos entre las diferentes lenguas, entre su circulo natural. Que alguien tuviera la idea de crear un premio para lenguas romances es genial. Me gustaría decirle a otros que creen algo igual”.   

La ciencia, la tecnología, la escritura

La sonrisa de Maalouf se amplió cuando le preguntaron sobre su opinión en el avance desbordado de las ciencias y la tecnología -una inquietud constante en el pensamiento del maestro- que no se traduce, necesariamente, en una mejora para la humanidad. Maalouf aplaudió que a los jóvenes también padezcan de esta intranquilidad, pues son ellos quienes presenciarán de manera más drástica esta evolución. “Hay una característica importante en el mundo: la ciencia y la tecnología progresan más rápido, mientras que nuestras mentalidades no progresan de la misma manera. Diría que es el problema más grave para las próximas décadas”.

Maalouf explicó que la ciencia y la tecnología progresan por sí mismas, y cuando hay un desarrollo científico no depende de una sola persona; es algo imposible de detener, y que ya no depende de decisiones humanas. Los hombres y las mujeres la hacen, pero la ciencia y la técnica avanzan independientemente de las decisiones que tomemos. Esta aceleración desde hace veinte años -advierte el maestro-, va a continuar. 

“En sentido contrario, el progreso de las mentalidades no es automático. A veces decimos que hay un sentido de la historia, un progreso, pero no es cierto. Podemos construir la democracia y luego se cae, y luego la dictadura cae y la reemplaza otra dictadura”, dice Maalouf. “Es un zigzag: sube y baja. Para que haya paz pasa lo mismo: paz y guerra, y no hay un movimiento irreversible. Cada vez que hay progreso depende de nosotros, no es algo que se dé por sí solo. Llegamos a esta situación en la que las ciencias y las técnicas avanzan de manera vertiginosa y las mentalidades están en vías de caer”.

La presencia de una autoridad de las letras suscitó la curiosidad de los jóvenes que también aspiran a convertirse en escritores. Un adolescente compartió a Maalouf que él suele batallar con los bloqueos creativos, y quiso el consejo del experto. El maestro le respondió de corazón. 

“No estoy seguro de tener una respuesta al bloqueo, a la página blanca. Hay un consejo que dan los escritores; no estoy seguro de que sea eficaz”, confesó. “Hubo un escritor —quizás haya sido Albert Camus— que dijo que todas las mañanas había que sentarse frente a la máquina de escribir sin que supieras por qué: la máquina sabe. Yo jamás lo utilicé; primero escribía a mano y después en la computadora. Cuando me siento a trabajar no espero una idea. Todas las mañanas me instalo en mi escritorio, leo, tomo notas, pero el mero hecho de sentarme en mi escritorio todas las mañanas hace que, en cualquier momento, me encuentre con que estoy escribiendo. Un escritor inglés se ponía a leer el periódico de la primera a la última página, y en un momento dejaba el periódico de lado y se ponía a escribir. No hay que tenerle miedo a la página en blanco; simplemente hay que sentarse, y eso va a venir”.

El encuentro terminó entre aplausos, gritos, y una ovación de calidez desmedida hacia el maestro, que recibió todo con los brazos entrecruzados sobre el pecho. Mil jóvenes que tuvieron la oportunidad de presenciar a la leyenda viva, al musulmán, al católico, al pesimista y al esperanzado, al pensador alborotado de nuestros tiempos, al novelista de mundos encontrados y al ensayista mordaz. Amin Maalouf, el maestro sonriente, rodeado de jóvenes, de adolescentes y de jóvenes viejos, premio FIL de Lenguas Romances, por haber impreso en su lengua -en la nuestra y en la de todos, y por tanto en la del tiempo- una obra cuya virtud más grande, quizá, es que somos humanos precisamente por nuestras diferencias, más que por las similitudes.

SV

Cortesía de El Informador



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