¡El barco se hunde, traigan al capitán!


Se escucha el grito indeseable en altamar: “¡El barco se hunde, traigan al capitán!”.  El capitán lleva un año encerrado en su camarote. La primera oficial se ha encargado de determinar el rumbo del navío, mantener unida a la tripulación y mantener en calma a los pasajeros. 

Pero el barco va mal: las inundaciones de las que no avisaron, la marcha que reprimieron, los bloqueos carreteros, el asesinato de Carlos Manzo, los casos de corrupción que se repiten, la economía que está en ceros, la popularidad a la baja, la gente sintiéndose más insegura…

“¡El barco se hunde, traigan al capitán!”

Rechina la puerta del camarote y aparece Andrés Manuel López Obrador. A decir que el barco va bien. A decir que la primera oficial tiene su respaldo. 

Lo revelador no fue verlo, sino escucharlo. El tono. Las explicaciones innecesarias. El “yo no mando”, que sólo dicen quienes sí mandan. Y el comentario de que no hará gira para promocionar su libro porque podría “hacerle sombra” a la Presidenta. Vaya manera de reducirla. El mensaje es clarísimo: él sigue viendo a Sheinbaum como administradora temporal del barco, no como quien lo conduce.

El video larguísimo -una suerte de mañanera sin comparsas- supuestamente era para presentar su libro, pero que en realidad fue algo mucho más urgente: una maniobra de salvamento. Para la Presidenta, un tanque de oxígeno cuando el agua le asfixia. Está pasando la peor racha de su aún breve sexenio. 

Y luego vinieron las tres condiciones bajo las cuales volvería a la política activa. Primera: si intentan un golpe de Estado contra la Presidenta. Vaya mensaje: en México, el único que habla de golpe de Estado es él. Nadie habla de eso, excepto él. Segunda: si hay que defender la soberanía. ¿Tendrá en mente un escenario tipo Venezuela con un Trump? Tercera: si se atenta contra la democracia. No una democracia plural como se entiende internacionalmente, sino su idea de democracia: aquella donde Morena gana por definición, y cualquier resultado distinto es un fraude.

Queda la pregunta incómoda: ¿se molestó la Presidenta con el tono protector, con el aire machista lomo-plateado del “yo salgo a defenderla”, con el comentario de que con una gira podría opacarla, con ese trato de suplente que asomó en cada frase del video?

Parece que no. Más bien parece cómoda, feliz. Como reconfortada de que, cuando el barco se ladea, siempre habrá quien toque la puerta del camarote para pedirle al verdadero capitán que salga y tome el timón. Y eso dice más del régimen que cualquier discurso.

Cortesía de El Informador



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