
Obligar a los colaboradores a asistir a la fiesta de fin de año es una práctica que no es del agrado de muchos, porque sienten que es autoritario. Esta situación daña la reputación de jefes y empresas.
“El riesgo es que cuando buscas integrar a un equipo en contra de su voluntad, el efecto será contrario, porque va a provocar molestia e inconformidad”, comenta Mauricio Contreras, director general en Liderazgo REx.
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En este contexto, cuando un jefe toma decisiones sin la opinión de los demás causa descontento y resentimiento entre aquellos que tienen menos poder en una jerarquía, de acuerdo con Katie Shonk, investigadora asociada en la Escuela de Negocios de Harvard, quien comenta los efectos del liderazgo autoritario.
Consecuencias de la convivencia forzada
Las frases como “Si no vas, te vamos a descontar el pago” o “la asistencia es obligatoria”, no solo es una señal de autoritarismo, sino que también crea un ambiente negativo.
En tanto, no existe una ley que obligue a los trabajadores a asistir a este tipo de actividades, por lo que estas amenazas dañan la reputación de la empresa y de los jefes.
Por eso, cuando se llevan a cabo estas prácticas, significa que hay un liderazgo autoritario y jerárquico, porque los colaboradores no sienten que tengan un espacio para opinar.
A nivel organizacional, cuando la cultura es totalmente jerárquica, se convierte en un motivo suficiente para renunciar, sobre todo con aquellos que tienen más de cinco años dentro de la empresa, de acuerdo el estudio Tendencias de experiencias del empleado, realizado por Ipsos.
Katie Shonk explica que cuando los negociadores con más poder, como los gerentes, subestiman a los que tienen menos poder se confían de más porque sienten que nadie los va a contradecir y, esto conlleva a que los acuerdos sean deficientes o haya represalias por parte de los que son menos escuchados.
Es decir, cuando un jefe dicta de último momento que se hará un festejo un viernes por la tarde en el que todos tienen que cooperar, los trabajadores percibirán que es injusto y la interacción se puede ver forzada y con un resentimiento hacia su jefe.
Los festejos son buenos, siempre y cuando se organicen
Como empleador, organizar una fiesta de fin de año o un convivio se hace con la intención de fomentar la interacción y pasar un momento para relajarse. Es por ello que para tener una organización exitosa, se inicia consultando la opinión de los colaboradores.
“Es importante escuchar a los demás sobre estos eventos. A veces saltamos este paso para preguntar y por eso es importante que antes de imponer una actividad exista una etapa de escucha para saber la disponibilidad y apertura”, argumenta Mauricio Contreras.
Por ende, la recomendación es que los jefes pregunten qué es lo que les gustaría a los colaboradores en una fiesta de fin de año u otra festividad y con ello, estructurar un plan que se adecue a la mayoría, sin excluir a la minoría que no esté de acuerdo.
Para aquellos que no quieren participar, hay que entenderlos y escucharlos. Además, no todos experimentan estos espacios de la misma manera, por ejemplo, personas con neurodivergencia les puede provocar presión, ansiedad e incomodidad”.
Finalmente, Mauricio invita a las organizaciones y jefes a ser creativos, flexibles y empáticos con aquellos que no desean asistir, ya que detrás puede haber varias razones, como los gastos en esta temporada, problemas financieros o por cuestiones psicológicas.
Cortesía de El Economista
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