Donald Trump y su esposa, Melania, han llegado este miércoles al castillo de Windsor. Acompañados por los reyes Carlos y Camilla montaban en un carruaje real para recorrer, bajo un clima desapacible, el camino que llevaba a la residencia donde se alojarán durante su visita de Estado al Reino Unido. El Gobierno de Keir Starmer ha blindado la segunda visita de Estado al Reino Unido del dignatario estadounidense, para evitar cualquier contratiempo. Los miles de personas que se han concentrado en el centro de Londres para rechazar al visitante, al grito de “Trump fascista”, se encontraban a muchos kilómetros de todas las ceremonias con que se ha agasajado al presidente.
Trump saludaba a su llegada al castillo a los cientos de miembros de la Guardia Real que han presentado al presidente y a los reyes el Royal Salute, la ceremonia militar de bienvenida, en el patio de armas.
Trump pasaba luego revista a las tropas dispuestas ante él, seguido por Carlos III.
Las protestas en los alrededores de Windsor habían comenzado ya en la noche del martes, cuando el matrimonio Trump aterrizó en el aeropuerto londinense de Stansted.
La mayoría de los manifestantes tuvo una actitud pacífica, y cantó eslóganes como “Trump fuera” o “Dilo alto, dilo claro: Donald Trump no es bienvenido”. Pero cuatro personas fueron detenidas después de que aparecieran proyectadas por sorpresa, sobre uno de los torreones del castillo, imágenes del dignatario estadounidense con el millonario y pederasta convicto Jeffrey Epstein.
La figura de Epstein, que acabó suicidándose en una celda de Nueva York en 2019, va a ser una sombra permanente de tensión en la visita relámpago de dos días que el Gobierno de Keir Starmer quería que no tuviera tacha, con el propósito de obtener beneficios económicos y políticos de la tan cacareada “relación especial” con Washington.

Días antes de la llegada de Trump, Starmer cesó fulminantemente a su embajador en Washington, el histórico y astuto político laborista de la era de Tony Blair Peter Mandelson, tras revelar la prensa su estrecha relación con Epstein y sus mensajes de complicidad al magnate cuando este ya había sido condenado por un delito sexual contra menores. Y el propio Trump se muestra inquieto por las constantes dudas planteadas en la opinión pública sobre su propia relación con Epstein.
Ese asunto y las protestas en la calle pueden acabar agriando una visita que se pretendía cargada de pompa y boato para alimentar el ego de Trump. Es la segunda vez que el dignatario estadounidense llega al Reino Unido invitado por la casa real, un trato que ninguno de sus predecesores en la Casa Blanca había disfrutado. Starmer ha querido utilizar esta estrategia de adulación, rechazada por muchos de sus críticos en el seno del Partido Laborista, para reforzar su buena relación con el estadounidense en tiempos de incertidumbre geopolítica y económica.
Protestas en Londres
El matrimonio Trump ha sido recibido a media mañana de este miércoles con todos los honores en Windsor por los príncipes de Gales, Guillermo y Kate, que acudían a pie del helicóptero para recibir al matrimonio. Carlos III de Inglaterra esperaba en la entrada principal de uno de los edificios del complejo, donde han dado la bienvenida a los Trump.
Dos carruajes reales, el Irish State Coach y el Scottish State Coach, transportaban a los cuatro a la residencia principal. El rey y el presidente viajaban en el primero. Melania Trump y la reina Camilla, en el segundo.

La Guardia de Honor, los Granaderos, la Caballería Real y gaiteros escoceses —un guiño a los orígenes familiares del presidente— han participado en el desfile organizado para dar la bienvenida al dignatario estadounidense.
Los fastos militares han culminado a media tarde, cuando los Trump y los reyes han presenciado el Beating Retreat, una ceremonia con música y desfiles que tradicionalmente sirve para marcar el fin de la jornada. Al acto asistió también el primer ministro Starmer y su esposa. Todos vieron cómo sobrevolaba el castillo un escuadrón de los legendarios Red Arrows.
La primera jornada de Trump en el Reino Unido concluye con una cena de gala ofrecida por los reyes. Antes, el presidente acudió además a la capilla de San Jorge, dentro del recinto del castillo, para depositar una corona de flores en la tumba de Isabel II en una ceremonia íntima.
Miles de policías controlan los alrededores de Windsor en un operativo de seguridad que se ha visto incluso incrementado en los últimos días, tras el asesinato del activista de ultraderecha y aliado de Trump Charlie Kirk.
La gran manifestación del centro de Londres organizada por la coalición Stop Trump ha logrado reunir a miles de ciudadanos, que han desfilado hasta concentrarse frente al Parlamento británico.
Eslóganes como “Trump Fascista”, “Trump no es Bienvenido” o “Detengamos a Trump” han inundado las calles de la capital. Caricaturas del presidente estadounidense, muñecos con su figura, tambores, trompetas, todo valía para expresar el rechazo al visitante. La causa palestina y la denuncia del genocidio de Israel en Gaza ha sido también un grito extendido en toda la protesta.
El alcalde de Londres, Sadiq Khan, con quien Trump mantiene desde hace años una agria disputa y a quien no deja de atacar a la menor ocasión —la última, delante del propio Starmer en el Despacho Oval, para embarazo del primer ministro británico— ha escrito una tribuna de “bienvenida” en el diario The Guardian en la que acusa al presidente estadounidense de haber hecho más que nadie por “avivar las llamas de la polarización y de las políticas de extrema derecha por todo el mundo en los últimos años”.
El contenido político
Aunque la visita de Trump es más formal y simbólica que práctica, el líder estadounidense tendrá unas horas de trabajo con Starmer el jueves. Ambos se reunirán en Chequers, la residencia campestre oficial de descanso del primer ministro, junto a sus respectivos equipos.
Londres y Washington han anticipado un gran acuerdo de colaboración en materia de energía nuclear, y Trump ha llegado al Reino Unido con un grupo de magnates tecnológicos que tienen intención de anunciar grandes inversiones en materia de inteligencia artificial y computación cuántica. A cambio, han logrado que el Gobierno laborista desista de su empeño de aumentar los impuestos a la actividad digital.
Antes de emprender su viaje a Londres, Trump dijo a la prensa que estaba dispuesto a mejorar las condiciones del tratado comercial que firmó a principios de año con Starmer. Sin embargo, todo sugiere que las expectativas se han desinflado. Habrá rebajas en los aranceles que Washington impone al whisky o al salmón escocés, pero permanecerá en pie un gravamen del 25% a las exportaciones británicas de aluminio y acero a Estados Unidos. El primer ministro laborista confiaba en reducirlas a cero.
Cortesía de El País
Dejanos un comentario: