“El escribano no escribe en vano”: antiguo oficio de Santo Domingo sobrevive en tiempos de IA

“Yo trabajo con la abuelita de la computadora”, presume Miguel Hernández, escribano de profesión. En tiempos donde cada vez más personas recurren a la inteligencia artificial para producir oficios, documentos laborales, tareas de la escuela y hasta textos periodísticos, Miguel todavía utiliza una máquina de escribir de los años 70 y su inteligencia natural.

Con esas dos herramientas, Miguel desafía la idea de que su trabajo puede ser reemplazado por la tecnología, noción que atormenta a cada vez más oficios y profesiones. Paciencia para escuchar, amabilidad, elocuencia y accesibilidad para un público olvidado por la brecha digital son sus argumentos para demostrar que el suyo no es un oficio obsoleto. Por el contrario, los escribanos de la Plaza de Santo Domingo son patrimonio vivo: con cada tecla presionada y cada letra marcada en el papel, siguen produciendo cultura.

Máquina de escribir de Miguel Hernández / Foto: Edgar Ulises Segura

Un escribano del otro lado del escritorio

Todos los días, Miguel coloca un escritorio debajo del Portal de los Evangelistas, en la Plaza de Santo Domingo. Al frente, acomoda dos sillas. Una es para él. La otra está siempre lista para recibir a sus clientes, a quienes invita a sentarse para platicar. Antes de escribir, el trabajo del escribano consiste en escuchar.

“Escuchamos su problemática mientras nos describen la situación, nos dan los datos y vemos cómo podemos resolverlo”, cuenta en entrevista con Chilango. En esta ocasión, es a Miguel a quien le toca estar del otro lado del escritorio.

Escribano de Santo Domingo
Miguel Hernández en la Plaza de Santo Domingo / Foto: Karla Almaraz (Chilango)

El escribano explica que la mayoría de sus trabajos se relacionan con la elaboración de oficios y la orientación respecto a trámites.

“Antes mucha gente no sabía leer ni escribir. Esa época ya pasó y ahora sí saben leer y escribir, pero todavía les falta la habilidad de una buena redacción, una buena comunicación, la ortografía, etc. Entonces, podemos asesorarlos y apoyarlos en cuanto a la forma de redactar”, detalla.

Escribano oficio tradicional
Foto: Cuartoscuro

Además de escribir los oficios, los escribanos también saben moverse en medio de los laberintos de los trámites burocráticos. De ese conocimiento deriva otra faceta de su trabajo. “Nosotros tenemos la idea de a dónde deben dirigir sus escritos”, añade.

Y de vez en cuando, también rompe la rutina para escribir cartas de amor. “Hay gente que todavía nos pide cierta expresión de afecto para sus personajes queridos o amistades”, cuenta. No obstante, reconoce que “eso ya está pasando de moda”. “Antes la gente se expresaba mejor en una carta; ahora ya mandan un WhatsApp y punto”, comenta.

“Todavía existimos”

Al respecto, Miguel no duda en reconocerlo: “Nos afectó la tecnología”. La llegada de las computadoras, las impresoras, el internet y los teléfonos inteligentes facilita al público la búsqueda de información, la corrección ortográfica, el envío de los escritos y otras tareas para las que la gente solía acercarse a los escribanos.

Adicionalmente, Miguel explica que “la pandemia vino a cambiar mucho la situación, porque a partir de ahí se adoptaron otros esquemas para hacer las cosas”. La digitalización de los trámites también redujo el flujo de clientes y quitó aún más protagonismo a la máquina de escribir.

Foto: Cuartoscuro

Esta situación ha puesto al oficio del escribano al borde de la desaparición. De acuerdo con Miguel, ya únicamente seis personas se dedican a este trabajo en la Plaza de Santo Domingo. El motivo de este decremento se debe a la escasez de trabajo, sobre todo en comparación con la época de auge de este oficio.

“En esa época era la época de todo mecanografiado en máquinas mecánicas o eléctricas”, recuerda Miguel sobre la época en que se inició como escribano. “Entonces, “había mucha oferta de trabajo”.

Ahora, en cambio, recibe en promedio un cliente al día. Y por si fuera poco, su tarifa no es de lo más lucrativa. “Al momento en que llega el cliente, hacemos el acuerdo del precio según el trabajo y el número de cuartillas que vaya a requerir”, explica Miguel, quien cobra entre $30 y $40 por página.

Foto: Guillermo Perea (Cuartoscuro)

Pese a ello, sigue luchando por dignificar su trabajo y, sobre todo, mantener vivo un legado cultural con siglos de historia. En la antigua monarquía española, el escribano era un alto funcionario que se encargaba de asuntos de importancia para el rey. Luego, el oficio llegó a América durante el Virreinato y se popularizó durante el Siglo XIX cuando los escribanos ayudaban a la población, en su mayoría analfabeta, a escribir sus cartas, primero con pliegos, plumas de aves y tintas; luego, con máquinas de escribir. “Siempre hemos estado en Santo Domingo, en lo que incluso se conoce como el “Portal de los Escribanos”, agrega.

Plaza de Santo Domingo
Foto: Adolfo Vladimir (Cuartoscuro)

Miguel cuenta que en 1926 se conformó la Unión de Mecanógrafos y Tipógrafos Públicos del Distrito Federal, registrándose ante la Secretaría del Trabajo. De modo que en 2026 los escribanos celebrarán su centenario como gremio.

En octubre de 2025, Miguel acudió como representante de los escribano a la Feria de los Barrios del Centro Histórico, evento que busca visibilizar a comercios, negocios y oficios tradicionales en riesgo de desaparecer, como la cerería y la cestería, entre otros. “Quiero que sepan que todavía existimos”, comentó respecto a su de acudir a decisión de participar como expositor.

Foto: Edgar Ulises Segura

Un servicio para la sociedad

Y es que si los escribanos existen es porque también existen quienes buscan sus servicios. En ese sentido, los portales de la Plaza de Santo Domingo se han convertido en una opción incluyente para quienes quedaron del lado más vulnerable de la brecha digital:

“Nos buscan sobre todo los antiguos clientes que ya teníamos”, explica Miguel. Otros, por su parte, van llegando por herencia de generaciones anteriores:

“A veces llegan los nietos, que recuerdan que iban con sus abuelos a resolver sus asuntos comerciales o legales en los escritorios públicos de Santo Domingo. Muchas veces no saben por dónde empezar un trámite o un escrito y recuerdan que aquí les resolvíamos sus asuntos a sus abuelos o a sus papás”.

Otros clientes frecuentes, explica el escribano, suelen ser las personas con discapacidad:

“Existe mucha población que no tienen todas sus capacidades y recurre a nosotros para hacer sus motivos de comunicación. Entonces, aquí se les tiene la paciencia, se les escucha, se ve lo que necesitan y se les brinda el apoyo y auxilio”.

Miguel Hernández, escribano de Santo Domingo
Foto: Edgar Ulises Segura

Confesiones de un escribano

Para verlo en acción, Chilango solicitó a Miguel escribir una —con el pago correspondiente de sus honorarios— escribir una carta explicando por qué el de los escribanos es un oficio que debe preservarse.

En su texto, titulado El escribano no escribe en vano, Miguel expresa que su gremio cumple “la misión propositiva de servir a la sociedad mexicana: se escucha con toda atención las necesidades de los clientes solicitantes, poniendo todo el esmero para que sus comunicaciones, mensajes, etc. reciban la respuesta adecuada a la comunicación por escrito”.

Con sutiliza y discreción, Miguel también alude a las historias de amor, de líos legales, conflictos comerciales y dilemas personales que llegan a sus oídos y se materializan a través de las teclas de su máquina de escribir. Este trabajo, explica, se realiza “con gran respeto y privacidad”.

En otro guiño, deja entrever que a veces los clientes le piden aderezar los hechos, pues menciona que sus cartas abordan “con la verdad o con la ficción más verosímil las diferentes facetas de la vida humana”.

“Las cartas pueden ser pasionalmente amorosas, así como escritos personales, comerciales u oficiales. En el escritorio público se hacen a la antigua, con máquina mecánica, eléctrica o computadora. Respetamos las reglas de la gramática, la ortografía y la sintaxis para lograr total comprensión, ayuda, apoyo del receptor para el remitente solicitante”, escribió Miguel.

Con cada una de estas cartas, los escribanos siguen produciendo patrimonio cultural. Además, cada texto es un antídoto contra el olvido de un oficio donde el acento no se pone en la tecnología, sino en la habilidad del humano que escucha, comprende, apoya y escribe.

Miguel y los escribanos de Santo Domingo trabajan de lunes a domingo, en un horario de 10:00 a 18:00 horas, esperando clientes que pidan apoyo para dar buenas nuevas.

Escribano
El escribano no escribe en vano, texto de Miguel Hernández

Cortesía de Chilango



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