La otra cara del Mundial: los espacios que harán que México brille fuera de la cancha

Hace unos meses, durante una visita a un aeropuerto en el norte del país, tuve un pensamiento que se ha mantenido haciendo eco en mi mente: “por aquí va a pasar la mitad del mundo en el 2026”. Ese pensamiento, sencillo pero contundente, me hizo confirmar que el Mundial no solo se jugará en los estadios, sino en cada espacio que permita que los visitantes lleguen, se muevan, duerman y celebren.

El Mundial no solo se vivirá en la cancha, también se hará en los aeropuertos, estaciones, hoteles y centros de entretenimiento. Son los lugares que darán forma a la experiencia de millones de personas y que, al mismo tiempo, pondrán a prueba la capacidad del país para coordinar proyectos complejos bajo estándares internacionales.

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Cada aeropuerto en modernización representa mucho más que una obra de infraestructura, es una carta de presentación. Detrás de cada ampliación de sala o sistema de equipaje automatizado hay equipos que trabajan para que el primer contacto del visitante con México sea ágil, seguro y con una identidad clara. La ingeniería y la planeación detrás de estas obras definen la narrativa del país ante el mundo: hospitalidad, innovación y eficiencia.

Las estaciones y terminales terrestres también serán piezas clave del evento. La conectividad entre ciudades sede se está convirtiendo en un factor de competitividad y en un reto logístico que requiere precisión milimétrica. Cada rampa, acceso o señalética cuenta, porque moverse con agilidad puede ser la diferencia entre disfrutar el torneo o sufrirlo. Aquí, el trabajo de coordinación entre entidades públicas y privadas cobra relevancia: hacer que todo funcione sin interrupciones exige un entendimiento profundo de los tiempos, presupuestos y usuarios.

El sector hotelero vive su propio momento mundialista. No se trata solo de agregar habitaciones, sino de transformarlas. Los nuevos estándares internacionales demandan espacios accesibles, sustentables y tecnológicamente conectados. Hemos visto cómo algunos proyectos se reconfiguran para incluir soluciones de ahorro energético, materiales de bajo impacto ambiental y experiencias que integran lo local. La hospitalidad mexicana se está reinventando con visión de futuro.

Y fuera de los estadios, los espacios de entretenimiento —plazas, restaurantes, zonas peatonales y recintos culturales— serán la extensión natural del evento. Son los lugares donde los visitantes vivirán la emoción compartida, donde se teje el recuerdo. Para lograrlo, cada proyecto debe contemplar flujos de personas, seguridad, conectividad y sobre todo, adaptabilidad. El legado que dejarán estos espacios va más allá del evento: formarán parte de ciudades más vivas, atractivas y resilientes.

El reto, sin embargo, está en la sincronía. Nada de esto funcionará si los proyectos no se planean y ejecutan con precisión. Ahí entra el rol del Project Manager: conectar actores, prever riesgos y asegurar que cada componente del ecosistema —desde un aeropuerto hasta un hotel boutique— funcione como parte de un todo coherente.

El Mundial 2026 será una prueba de infraestructura tanto como de pasión. Si logramos que los proyectos dialoguen entre sí, México no solo recibirá a millones de visitantes, sino que dejará una huella duradera: un país más conectado, moderno y preparado para recibir al mundo una y otra vez. Porque la verdadera victoria no se juega solo con goles, sino con proyectos que transforman la experiencia de todos.

** El autor es director ejecutivo de Proyectos y Desarrollos JLL México

Es Ingeniero Civil por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Cuenta con la certificación LEED AP Building Design + Construction. Con más de 30 años de experiencia, Gutiérrez Ochoa es un profesional en el sector de la construcción y en la administración de proyectos. Como director del área de Proyectos y Desarrollos de JLL México, lidera a un equipo de más de 300 Project Managers.

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Cortesía de El Economista



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