Desde tiempos inmemoriales, la música ha sido un medio de expresión fundamental en la historia de la humanidad. Sin embargo, a lo largo de los siglos, las mujeres que se han dedicado a este arte han tenido que luchar contra prejuicios y barreras impuestas por sociedades que las relegaban a un papel secundario. Desde la Antigua Grecia hasta la Edad Media, la figura femenina dentro del ámbito musical ha estado condicionada por normas de género que limitaban su acceso a la formación, la interpretación y, sobre todo, la composición.
Las primeras compositoras que la historia ha registrado no solo tuvieron que demostrar su talento, sino que también debieron encontrar estrategias para hacer oír su música sin ser condenadas al ostracismo social. Algunas lo hicieron desde la esfera religiosa, como monjas o sacerdotisas que componían en un contexto litúrgico. Otras lograron desarrollar su arte bajo el amparo de mecenas que reconocieron su genio, aunque muchas veces su obra quedó opacada por la de sus contemporáneos masculinos.
La música y la mujer en la historia: entre la devoción y la censura
A pesar de los obstáculos, la historia ha logrado recuperar los nombres de algunas de las primeras mujeres compositoras. Enheduanna, sacerdotisa de Ur en la antigua Mesopotamia, es la primera autora registrada en la historia con nombre propio. Sus himnos, aunque concebidos dentro de un contexto religioso, muestran su profunda conexión con la música y la poesía, estableciendo las bases de la tradición lírica de su tiempo.
Siglos después, en el Imperio Bizantino, surgió Kassia, una compositora y poeta cuya obra aún se interpreta en la liturgia ortodoxa. A diferencia de muchas de sus contemporáneas, Kassia no solo dejó un extenso repertorio musical, sino que también desafió las normas de su tiempo con su inteligencia y carácter indomable. A pesar de haber sido relegada en varias ocasiones por su condición de mujer, su legado ha sobrevivido a través de los siglos, convirtiéndola en una de las figuras femeninas más influyentes de la música sacra medieval.
En el libro Compositoras, recientemente publicado por la editorial Pinolia, la directora de orquesta y compositora Silvia Olivero recupera la historia de las mujeres que transformaron la música a pesar de las barreras sociales, académicas y culturales que enfrentaron. A lo largo de sus páginas, Olivero nos guía por la vida y obra de compositoras de diferentes épocas y estilos, desde la antigüedad hasta la actualidad, reivindicando sus contribuciones y dándoles el lugar que merecen en la historia de la música.
Con una investigación meticulosa y un enfoque narrativo atrapante, Compositoras no es solo un libro de historia musical, sino una revisión crítica que nos invita a cuestionar por qué ciertos nombres fueron celebrados mientras otros quedaron en el olvido. Este libro es una lectura imprescindible para quienes aman la música y desean comprender el papel fundamental que las mujeres han jugado en su evolución.
Ahora, te invitamos a sumergirte en uno de sus primeros capítulos, en exclusiva, y descubrir la historia de las pioneras de la composición musical.
La primera compositora registrada en la historia, escrito por Silvia Olivero
Enheduanna
Sobre el año 2200 a. C., vivió la compositora más antigua de nombre conocido, Enheduanna. Su nombre representa su posición, «alta sacerdotisa, adorno del cielo»: En representa ‘sacerdote’, Hedu, ‘adorno’ y Ann, ‘cielo’. Princesa y suma sacerdotisa de la deidad lunar Nanna llegó a gobernar la ciudad mesopotámica de Ur, en la que unificó las tradiciones arcadias y sumerias. Se le atribuye la creación de las bases poéticas de los ritos religiosos en la antigüedad. Consideraba la música como un símbolo de educación; firmaba sus creaciones y sus obras literarias. Sus poemas son de versos rimados con énfasis musical y se le reconocen 42 himnos para ser cantados en diferentes templos, hallados en treinta y siete tablas de arcilla, con escritura cuneiforme. Estos himnos fueron dedicados al dios de la luna Nannar y a la diosa lunar Ianna, también llamada Ishtar o Astarté, diosa de la guerra y del amor.
En esta época, la poesía estaba unida al canto. Enheduanna es considerada la primera autora con nombre propio, pero solo se han podido traducir sus textos. Su música no ha podido ser descifrada, ya que posiblemente fuera transmitida por tradición oral.
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Kassia
Kassia, como firmaba sus obras, también fue llamada Icasia, Casia y santa Kassiana. Vivió en Constantinopla entre los años 810 y 867, y es considerada «la Safo bizantina». Si bien no fue la primera compositora de la historia, sí fue la primera cuya obra llegó a formar parte de la liturgia oficial de la Iglesia bizantina y aún se conserva, tanto el texto como la música, registrada esta última en notación musical. Dada su importancia, sus creaciones aparecen en el Catálogo de himnógrafos bizantinos, lo que la convierte en la única mujer cuya obra está plasmada en esta recopilación realizada por el sacerdote Nikephoros Kallistos Xanthopoulos en el siglo XIV. Posteriormente, su obra aparecerá en el Triodion editado en 1601 en Venecia, cuya portada reflejará su imagen junto a otros autores, nuevamente como la única compositora incluida en el compendio.
De familia noble, Kassia era una mujer intelectual educada en la tradición de la Grecia clásica, las escrituras, la música sacra bizantina, la métrica y la poesía. Su carácter fuerte y decidido denota mucha seguridad en sí misma, y se delata en dos anécdotas. La primera narra cómo, siendo amiga del reformador monástico Teodoro Estudita, ayudó en su juventud a monjes y creyentes a esconder imágenes, dado que estas eran destruidas por la iconoclastia. Este hecho la llevó a tener que exiliarse y a ser azotada al menos en dos ocasiones, tal como refleja la Epístola 370 de Teodoro Estudita a Kassia: «Sobresales en el presente y por supuesto tu discurso es más adornado y precioso que cualquier encanto perecedero. Pero, en tu deseo de que la vida acompañe a la palabra, ojalá no cojees; ni tampoco en lo demás, máxime si has elegido así sufrir por Cristo en la persecución actual, como si no te bastara haber sido azotada ya antes».
En segundo lugar, tal y como narran Pseudo-Simeon, Jorge el Monje y León el Gramático, el emperador Teófilo siguió la tradición de convocar a las jóvenes aristócratas para escoger a su futura esposa, otorgando a la escogida una manzana. De este modo, imitaba la tradición mitológica en la que Paris entregó a Afrodita una manzana de oro, eligiéndola así como la más bella. De entre todas las hermosas muchachas, Teófilo puso sus ojos en Kassia y le hizo un comentario en relación con Eva, sugiriendo que las mujeres son la causa de todos los males: «A través de la mujer fluye la maldad». La joven, indignada, apeló a la bondad de la Virgen y respondió ante todos los presentes: «Pero a través de una mujer emana lo mejor».3 Dada la osadía y el descaro de alzar la voz ante Teófilo, la rechazó y le entregó la manzana a Teodora, eligiéndola como esposa.
El año 843, Kassia tomó los hábitos. Fundó el convento de Xeropoulos al oeste de Constantinopla en la ladera oriental del monte Xerolofo, donde pudo poner sus propias normas y permitirse el estudio filosófico y la composición con fines prácticos, sin tener que mantenerse en el anonimato.
Kassia escribía los textos asignados a sus composiciones y aún se conoce la musicalización que llevó a cabo de poemas de Georgios, Cipriano y Marcos Monacho. De su completa autoría, musicalmente se conocen cuarenta y nueve himnos litúrgicos, que eran entonados a capela por el coro o por un solista, de los cuales hay verificación de que veintitrés no han sido alterados. El resto, lamentablemente, ha sido modificado parcialmente por otros músicos a lo largo de la historia. Su obra se vincula a la liturgia de los muertos, las vísperas del Miércoles Santo, del Sábado Santo, los maitines y las vísperas. Cada himno está compuesto para un día festivo diferente, estando, la mitad de los ellos, dedicados exaltar a mujeres: a la Virgen en festividades en las que mantiene protagonismo, y a santas como María Magdalena, la mártir Bárbara o Tecla megalomártir. La otra mitad está dedicada al Salvador, a santos y a apóstoles, como el evangelista Mateo, en el que dice: «Fieles aplaudimos hoy con este canto/ en memoria del apóstol augusto/ y evangelista Mateo».
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De entre los himnos de Kassia, destaca el himno penitencial, o de María Magdalena, que hoy en día se continúa cantando el Miércoles Santo, festividad para la que fue compuesto. Este himno representa una metáfora de la propia experiencia de la compositora relacionada con el emperador Teodosio I, quien, arrepentido por no haberla elegido como su esposa tiempo atrás intentó reconquistarla, ante lo cual ella le rechazó manifestándole su conversión de mujer caída a mujer espiritual. Esto queda reflejado entre el primer párrafo que habla del pecado: «Señor, la mujer caída en múltiples pecados/ que reconoce tu divinidad,/ que asciende al rango de portadora de mirra/ y llora por ti, te la lleva ante tu sepultura». Y el último párrafo, en el que se apela a la conversión: «¿Quién seguirá mis múltiples pecados/ y las profundidades de tus juicios,/ Salvador de almas, mi Redentor?/ No me desprecies a mí, tu sierva,/ tú, que posees una gran e infinita misericordia».
La presencia del emperador en este himno es aún mayor: una visita de Teodosio al convento coincidió con el momento en que Kassia estaba escribiendo el texto. La compositora se escondió al escuchar su llegada, pero el emperador vio el manuscrito en la supuestamente vacía habitación. Sabiendo que ella se hallaba allí oculta, al texto previo al último párrafo, que dice: «Eva escuchó el sonido/ vespertino con sus oídos», Teodosio le añadió de su puño y letra: «y se escondió por miedo». Lo más llamativo de esta historia es que Kassia decidió respetar este verso.
Literariamente, el legado de Kassia se compone de 261 obras, entre poemas, epigramas y sentencias morales, de carácter tanto religioso como profano. En ellos afloraba el carácter reivindicativo de la autora, y abordaba temas como la vida monástica, la mujer, la opulencia, la falsedad, la envidia y la estupidez: «Monje es una lira espiritual,/ cítara tañida armoniosamente […] La mujer miserable/ industriosa y cabal/ ha vencido su mala/ suerte, no hay duda de ello/; la mujer indolente,/ vaga y despreocupada,/ lógicamente se hunde/ en su nefasto sino […] Antes una existencia sin tropiezo/ que una enorme riqueza […] Odio al imbécil que —parece— filosofa […] Odio al juez que obedece a ciertos personajes […] Se irrita el corazón/ del varón envidioso […] Odio al que da lecciones/ sin saber palabra».
A pesar de la aceptación de la existencia y la interpretación pública de su obra en su tiempo, en ocasiones hubo cierta reticencia a aceptar su autoría, al estar mal visto la interpretación de obras compuestas por mujer en actos religiosos de gran importancia. De este modo, su Tetraodion, o Canon del Sábado Santo, fue atribuido a Cosmas, obispo de Maiouma y posteriormente, en el siglo X en Italia, al obispo Marco de Hidrus, quien lo modificó añadiéndole cinco odas más. La fortuna de hallar dos manuscritos de la transcripción del Canon de Kassia, por Eustratiades, en la biblioteca del monasterio del Monte Arcos, ha resuelto las dudas de su autoría.
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Cortesía de Muy Interesante
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