Ayer lunes y hoy martes fue muy visible, tanto en la reunión en la residencia de Ken Salazar como en la cena en el Museo de la Ciudad, que las preferencias del gabinete de Claudia Sheinbaum en Estados Unidos se ubican en el Partido Demócrata y su candidata para noviembre, Kamala Harris.
Hubo muestras reservadas de estrecha cercanía con Jill Biden y parte de su comitiva que llegó disminuida porque tanto Alejandro Mayorkas como Elizabeth Sherwood-Randall debieron permanecer en su país por la devastación que están generando allí los huracanes. Nada raro para el gabinete de Sheinbaum que este jueves se traslada a Acapulco para atender los efectos de esos fenómenos climáticos en Guerrero.
Fue tal la sintonía con los enviados de Joe Biden que se habló incluso de una posible llamada telefónica de Kamala Harris a Sheinbaum para este miércoles, cuando la presidenta tendrá múltiples encuentros en Palacio Nacional.
Jill Biden, según quienes conversaron con ella desde el oficialismo mexicano, esgrime un estilo cercano y de buen humor pero, en paralelo, conoce prácticamente todo lo que sucede en la Casa Blanca y lo que su esposo piensa sobre los temas más delicados. No por nada, según la prensa del país vecino, fue una pieza clave para la retirada de Biden y el ascenso de Harris.
Una situación que ahora se replica a la inversa porque en junio los demócratas seguían de cerca el triunfo de Morena a partir de un concepto que, entienden, los une: la expansión de derechos sociales como base de movilización electoral y con una mayor rectoría del estado en los temas económicos.
El tema se conversó en la residencia de Salazar. Allí se señaló, en una plática con gobernadores mexicanos, que Harris propone créditos fiscales a diversas industrias que serían cubiertos con impuestos a las ganancias de las grandes empresas en el exterior. Donald Trump, en tanto, enarbola una melodía similar, pero con letra diferente: su apoyo será a través de imponer aranceles a las importaciones y recortar impuestos a grandes corporativos.
El plan de Harris coincide con las ideas de Sheinbaum: mayor recaudación de grandes patrimonios y, algo fundamental, que no se impongan aranceles a los bienes mexicanos.
A esas nociones se suman una batería de cuestiones como la transición energética, las políticas medioambientales, la “seguridad económica” y las mejoras salariales.
El corolario es la seguridad y la frontera, donde en los primeros intercambios entre Omar García Harfuch y Washington comienzan a aparecer múltiples asociaciones, como, por ejemplo, una estrategia más a fondo contra la crisis del fentanilo. A partir de estas primeras coincidencias es que cerca de Sheinbaum aseguran que, si Trump es presidente vendrán varios cambios de gabinete, el primero la salida de Esteban Moctezuma de la embajada en EU.
Esta, de hecho, es una de las principales disonancias en materia de política exterior entre el gobierno que llega y el que se va. López Obrador sigue creyendo que a México le conviene más una presidencia de los republicanos. Una convicción que todavía no es claro si está más anclada en cálculo y estrategia o en que todavía las heridas del arresto de Ismael Zambada no terminan de cicatrizar.
Cortesía de La Política Online
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