
Este lunes la Presidenta Claudia Sheinbaum rinde su primer Informe de Gobierno, un Gobierno que aún no puede arrancar como ella seguramente quisiera. En un primer balance, se le puede ver arrastrando el costo de las herencias de su mentor Andrés Manuel López Obrador, la rudeza impredecible del bulldozer en la Casa Blanca, Donald Trump, y una gestión que cede en prácticamente todo ante Washington, porque, aunque no le guste, sabe que de la relación comercial con Estados Unidos depende la viabilidad del país y la suya propia como presidenta.
La cadena de cesiones, aunque parezca una paradoja, han beneficiado al país. Los ejemplos más claros son el Plan contra la Extorsión y el reforzamiento de la lucha contra el huachicol, pedidas por Estados Unidos. Como externalidad, este tipo de acciones golpearon el flujo de recursos criminales y, en casos específicos, a una parte del financiamiento político de Morena de una parte del obradorismo, que generan otros riesgos internos que serán explorados en futuras columnas.
El primer año de Sheinbaum no puede verse sin estas tres vertientes. El apaciguamiento de Trump mediante concesiones en materia de seguridad, le han permitido ganar tiempo con prórrogas para que no caiga la guadaña de aranceles indiscriminados, logrando contener las tarifas en lo que puede llamarse lo mejor de lo posible obtenido con el jefe de la Casa Blanca.
Ha habido en este tiempo otras cosas no menores. El destierro de 55 narcotraficantes de alto perfil, algunos de ellos que López Obrador no quiso extraditar, como Rafael Caro Quintero, a quien quería Estados Unidos desde 1985. Entregar criminales de todos los cárteles muestra que ella no tiene compromisos con ninguno, pero debe saber lo que esto podría impactar a su mentor, como, por ejemplo, si judicializan la información de inteligencia que tienen los fiscales en Brooklyn sobre los millones de dólares que le entregó Caro Quintero al expresidente por no extraditarlo, o lo que pueden declarar los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán sobre la relación de protección con los chapitos.
La bipolaridad política en la que se ha tenido que mover la Presidenta, tiene en el otro extremo el acatamiento del decálogo al que se comprometió cumplir en mayo del año pasado, que exige: combate frontal a la corrupción (pero no a la de los suyos), concluir sus megaproyectos, gabinete de continuidad al máximo con perspectiva de equidad, seguir fortaleciendo a las Fuerzas Armadas y la incorporación de la Guardia Nacional al Ejército, políticas de austeridad, el reforzamiento del aparato de propaganda con más blogueros y nuevos columnistas de renombre al servicio del régimen y, como colofón, continuar con la mañanera, como instrumento de control.
Ha seguido todo, no necesariamente a disgusto, y en algunos casos, como en el espectáculo de la mañanera, cada vez se parece más y más a él, en el tono, en las inflexiones, en sus técnicas de distracción, en sus latigazos, en frivolidades y en la narrativa. Que su voz suene más suave y su actitud menos cínica, no significa que es diferente en la esencia, sino en la forma.
No ha tenido espacio de maniobra para debilitar el cordón umbilical de Palacio Nacional con Palenque sin romperlo, ni acumular fuerza para avanzar en la lucha contra un titán, cortándole un pie, luego la pierna y los brazos, sin llegar al cuello. Su carencia de fortaleza política es bastante transparente, no así la brusquedad del forcejeo. El botón de muestra fue la reunión que tuvo hace tres lunes con los coordinadores parlamentarios de Morena en el Senado y en la Cámara de Diputados, Adán Augusto López.
La reunión fue bastante ríspida entre la Presidenta y el senador, a quien le preguntó, como si fuera queja, cómo iba a solucionar su conflicto con el gobernador de Tabasco, Javier May, que lo acusa de la violencia y expansión del narcotráfico en el estado, por la presunta colusión con el crimen organizado.
Sheinbaum le ofreció nombrarlo embajador, pero el senador, al que se le resbala todo en público y en privado, reiteró que no estaba al tanto de lo que hacía su secretario de Seguridad, líder de un grupo criminal filial del Cártel Jalisco Nueva Generación, que está prófugo. Las sugerencias de dejar la coordinación en el Senado chocaron contra un muro. No se movería. La Presidenta dejó su destino en manos de Estados Unidos.
En Washington, pese a todo lo que hecho por complacer a Trump, ha visto con frustración y enojo, de acuerdo a las descripciones de algunas juntas de gabinete, que es insaciable. El viernes pasado ella misma dio una probadita de lo que ha experimentado cuando reveló que en las negociaciones bilaterales para un acuerdo marco de seguridad, Estados Unidos pedía mayor intervencionismo, con algunas peticiones que, aseguró, eran “inaceptables”. No dio detalles, pero por su fraseo, apuntaría a la participación de fuerzas policiales y militares estadounidenses en territorio mexicano.
La Presidenta ha resistido las crecientes presiones de Washington, y a lo único a que se ha negado, hasta ahora, es a la presencia de fuerzas estadounidenses en territorio mexicano -algo en lo que se debe apoyar incondicionalmente a la presidenta-, y a someter a procesos legales a un paquete de políticos de Morena a quienes señalan de vínculos con el narcotráfico, a lo que no ha cedido por la cercanía con López Obrador. No obstante, en este primer año dio otros pasos enormes. El más, quizás, el fuerte combate al huachicol, que ha tenido como segunda derivada la disrupción de recursos a los grupos criminales, y deshidratar las finanzas de algunos sectores de Morena y de cercanos al ex presidente, que dejaron de recibir recursos de ese negocio ilegal.
Sheinbaum está atrapada en medio de dos fuegos, pero ha logrado mantener el frágil equilibrio entre los machos Alfa que son López Obrador y Trump, para navegar hacia delante en su proyecto. El aparador de su Presidencia, sin embargo, lo ocupan ellos dos, sin saberse si para el final de su segundo año de gobierno, haya logrado sacudirse el lastre, tener un mejor horizonte con Washington y, sobre todo, una vitrina para ella sola.
Cortesía de El Informador
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