La Alianza Atlántica definirá como “irreversible” la senda de Ucrania hacia la membresía. Así de tajante será el compromiso que la OTAN diseña para el país invadido por Rusia que, sin embargo, no recibirá una invitación formal a ingresar en la organización militar, ni en la decisiva cumbre de Washington, el próximo julio, ni en un futuro cercano, según fuentes aliadas. Una perspectiva que puede volver a desatar la frustración de Kiev. Una propuesta más concreta, con fecha, no está sobre la mesa por ahora. La Alianza teme que extender su paraguas de seguridad sobre Ucrania la haga entrar en la guerra, pero a la vez busca enviar un mensaje al Kremlin, que ha usado el argumento de la futura membresía de Kiev y de la expansión de la organización transatlántica en su intento de justificar la invasión.
Mientras las tropas de Moscú siguen empujando para abrir nuevos frentes, los aliados debaten cómo afianzar el apoyo económico, diplomático y militar a Ucrania con medidas y fórmulas a prueba de Donald Trump, por si el republicano, que ha tenido una complicada relación con Kiev, vuelve a la Casa Blanca tras las presidenciales de noviembre en EE UU.
La relación entre Ucrania y Estados Unidos, que vive ya en un momento preelectoral, se ha tensado en los últimos tiempos. Y aumenta la presión para que la Administración de Joe Biden, y otros aliados, como Alemania, permitan que Kiev use el armamento de medio y largo alcance que le ha suministrado para atacar objetivos militares en territorio ruso. “Ha llegado el momento de replantearse algunas de estas restricciones, para permitir a los ucranios defenderse realmente”, ha insistido el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, este jueves en Praga, donde se celebra una reunión de ministros de Exteriores que tendrá al país atacado como tema principal. “Ucrania todavía puede imponerse, pero solo con apoyo sólido y continuo de los aliados de la OTAN”, ha añadido el noruego, que dejará el cargo, que ocupa desde 2014, previsiblemente en septiembre.
Rusia ha vuelto a acusar este jueves a la Alianza Atlántica de elevar la tensión con el debate sobre el uso del armamento aliado. “En los últimos días y semanas, los miembros de la OTAN, especialmente EE UU y otros países europeos, han entrado en una nueva fase de escalada de tensiones. Y lo hacen de manera consciente”, ha dicho este jueves el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
Washington no ha permitido a Kiev lanzar ataques contra objetivos militares en Rusia con el armamento que le entrega por temor a una confrontación directa estadounidense con un adversario que tiene armas nucleares. Además, teme que puedan alcanzar algún radar nuclear ruso. Otros países han seguido hasta ahora esa misma política. Sin embargo, en los últimos días, y a medida que queda claro que cortar las líneas logísticas de las tropas rusas es esencial para Ucrania, parece abrirse a permitirlo. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, habló este miércoles de cierta flexibilidad. “Esta es, en última instancia, la guerra de Ucrania”, ha señalado la embajadora de EE UU ante la OTAN, Julianne Smith. “Necesitan determinar cómo ejecutar esa guerra, y lo dejamos en última instancia en sus manos”, ha añadido críptica en una conferencia con varios medios de comunicación.
También Alemania parece cada vez más abierta a la idea, aunque se ha negado a suministrar a Kiev sus potentes misiles Taurus, que pueden recorrer más de 500 kilómetros. “Es probable que las restricciones se vayan eliminando para que Ucrania pueda responder a los ataques que ya sufre, pero también para impedir el despliegue de grandes contingentes rusos o una nueva ofensiva en territorio ucranio”, remarca Ian Lesser, asesor de la presidencia del centro de pensamiento German Marshall Fund. “Limitar esos ataques es hacer que Ucrania luche con una mano atada a la espalda”, añade.
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El consenso sobre permitir a Ucrania atacar objetivos militares en Rusia aumenta, pero en realidad no es una decisión común, sino de cada aliado acordar con Kiev qué uso debe dar al material que suministra, explican fuentes aliadas, aunque es deseable un criterio común. De hecho, hay países que están en contra, pero no entregan material o munición de largo alcance.
Frustración
El debate sobre el uso del armamento aliado refleja la creciente frustración en Ucrania —que esperaba recibir una invitación formal a ingresar en la organización el verano pasado— sobre la escasa velocidad de maniobra de los aliados de la OTAN. La organización quiere consolidar en la cumbre de Washington, donde conmemorará sus 75 años, una iniciativa de seguridad y entrenamiento para Ucrania que busca acercar al país invadido a la OTAN, a través de programas de buen gobierno, interoperabilidad de sistemas, modernización del ejército y asimilación de sus fuerzas a las de la institución transatlántica, de 32 miembros. Son fórmulas acompañadas de ayuda financiera para que el ejército ucranio deje la doctrina soviética y esté preparado para ingresar en la Alianza cuando llegue el momento.
Pero lo más tortuoso ahora es determinar si ese apoyo a largo plazo para Ucrania que se está diseñando incluye un sostén económico sustancioso y a largo plazo que permita a Kiev saber con qué cuenta. Stoltenberg ha propuesto un plan de 100.000 millones de euros a cinco años —en paquetes de 20.000 millones al año— en una suerte de salvavidas a prueba de Trump, un político al que se considera más próximo al ruso Vladímir Putin que al ucranio Volodímir Zelenski y que, además, se ha pronunciado en contra de la política de la actual Administración estadounidense sobre Kiev.
Pero el proyecto no despega: varios aliados han criticado la idea de Stoltenberg, otros señalan que ya mantienen acuerdos bilaterales de apoyo con Ucrania —España acaba de firmar uno de 1.000 millones para este año—, y que además está el plan de contribuciones con la Unión Europea. En un momento de presupuestos ajustados, ponerse de acuerdo en un esquema multianual es extremadamente difícil.
Estados Unidos, donde costó mucho aprobar el paquete de ayuda para Ucrania de 61.000 millones de dólares [unos 55.000 millones de euros], tampoco parece estar a bordo de la idea de Stoltenberg, que tendrá que trabajar mucho hasta la cumbre de Washington si quiere que la declaración final, en la que se consolidará que la senda de Ucrania hacia la OTAN es “irreversible”, incluya un paquete económico cuantificable. De hecho, con lo que costó sacar adelante las últimas ayudas de Washington —sobre todo por los republicanos—, algunos ven ya esos 61.000 millones de dólares como el finiquito para Kiev. Especialmente en un contexto de incertidumbre política. “Independientemente del resultado de las elecciones, la Administración estadounidense va a mirar a Europa, a la Unión Europea, para que haga más”, concluye Lesser.
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Cortesía de El País
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