Así fue el inicio del clandestino rearme alemán tras la derrota en la Primera Guerra Mundial

ETratado de Versalles (1919), entre otras cuestiones, limitaba el ejército alemán de la nueva República de Weimar a solo 100.000 hombres, más 4.000 oficiales, y la marina a 15.000, con solo seis acorazados, seis cruceros y doce destructores. Tampoco podía disponer de tanques, artillería pesada, submarinos ni aviación militar: debía desguazar todo ese material. Por supuesto, quedaba abolido el servicio militar obligatorio y el servicio de Estado Mayor y prohibida la fabricación de armas

A partir de ese momento, el otrora orgulloso ejército alemán pasaba a llamarse Reichswehr, una pequeña fuerza de defensa territorial a cuyo frente estaba el general Hans von Seeckt. Eran muy pocos efectivos humanos, pero el Alto Mando alemán decidió aprovechar esta limitación para seleccionar al personal. De este modo, los 4.000 jefes y oficiales que permanecieron en el ejército fueron los mejores, tanto en experiencia militar como en capacidad intelectual. 

Igualmente, los 100.000 soldados profesionales fueron adiestrados secretamente para desempeñar rangos superiores en el momento en que fuese preciso. De hecho, se estaba creando con todos los efectivos un eficaz cuerpo de oficiales y suboficiales que, en un momento dado, sería el embrión de un ejército capaz de encuadrar a millones de hombres, como así sucedió.

General Hans von Seeckt durante la Gran Guerra
En esta foto de 1916, el general Hans von Seeckt (a la derecha) durante la Gran Guerra. Él sería el encargado de dirigir la mermada fuerza de defensa tras la derrota alemana. Foto: ASC.

Colaboración secreta con la URSS

En el terreno material, el ejército alemán tampoco estaba dispuesto a aceptar la humillación y, en secreto, comenzó un rearme que fue la antesala de la carrera armamentística que se desataría tras la llegada de Hitler al poder. El 16 de abril de 1922, Alemania firmó el Tratado de Rapallo con los bolcheviques, que ya se habían consolidado en el poder, y fue así la primera nación occidental en reconocerlos. Era un pacto entre los apestados políticos del momento –ambos repudiados por la comunidad internacional–, que en ese contexto decidieron ayudarse mutuamente a pesar de las profundas diferencias ideológicas que los separaban, por lo que el acuerdo incluía varias cláusulas secretas.

Soldados germanos de maniobras en Wurtemberg en 1926
Ya desde 1921, el ejército alemán empezó a desoír las condiciones de Versalles. Arriba, soldados germanos realizando maniobras en Wurtemberg en el año 1926. Foto: Getty.

Desde un año antes ya habían comenzado los contactos informales entre ambos Estados, lo que supuso la creación de un entramado industrial encargado, entre otras cosas, del suministro de armamento soviético, así como de la instalación clandestina en territorio ruso de fábricas de armas y centros de experimentación dirigidos por personal germano.

Por tierra, mar y aire

Tras Rapallo, la colaboración se intensificó y, en 1923, aviones de la firma Junkers comenzaron a fabricarse en la base de Fili, a las afueras de Moscú, complementada con una academia de pilotos y escuela de mecánicos y observadores en Lípetsk, a 500 kilómetros de la capital, que comenzó a funcionar en 1925 y por donde pasaron cientos de hombres. Allí también llegaban los aviones desmontados, previo viaje en mar desde Alemania y tras su paso por Leningrado. Al mismo tiempo, la compañía comercial de aviación civil Lufthansa servía para entrenar tripulaciones de aviones pesados.

Junkers G 31 de la compañía Lufthansa
Los pilotos de guerra alemanes utilizaron aparatos de aviación civil para realizar entrenamientos. En la foto, un Junkers G 31 ‘Hermann Koehl’ de la compañía comercial Lufthansa, en 1928. Foto: Getty.

Asimismo, Krupp creó fábricas de proyectiles en Leningrado y en Tula, y unas instalaciones destinadas a fabricar gas venenoso en Samara y Volsk. También, en Kazán se entrenaron numerosos tripulantes de tanques alemanes en base a prototipos. Obviamente, el intercambio de información y las visitas de altos oficiales alemanes a la URSS fueron constantes, y pasaron por el país miles de militares. Por su parte, la marina de guerra alemana comenzó ya en 1929 a reconstruir su arma submarina y sus torpedos, sobre todo en los Países Bajos, aunque también construyeron piezas en Suecia, Finlandia y España.

A principios de febrero de 1933, a los pocos días de alcanzar el poder, Hitler hizo pública su intención de rearmarse y romper con Versalles. La República de Weimar había permitido formar buenos mimbres sobre los que levantar un ejército moderno y eficaz, por lo que le fue relativamente fácil el proceso. Inmediatamente, ordenó la compra de armamento nacional y el reclutamiento de hombres abandonando la colaboración militar con Moscú, aunque no los importantes intercambios comerciales.

Mujeres trabajan en la producción de munición de la empresa Krupp en 1916
En esta foto de 1916, mujeres trabajan en la producción de munición de la empresa Krupp. Foto: Getty.

Tras la dura experiencia de la anterior conflagración, las democracias no supieron reaccionar con firmeza y, ante sus tímidas protestas, Hitler respondió abandonando la Sociedad de Naciones en octubre de ese año. El miedo al bolchevismo era superior al que provocaba el nazismo, lo que fue bien utilizado por el Führer

Cuando proclamó su decisión de rearmarse, lo hizoprometiendo la paz perpetua a Francia. Además, hábilmente firmó un pacto de no agresión con Polonia en 1934, que tranquilizó a muchos y le permitió seguir con su política, llegando a finales de ese año a contar ya con más de 250.000 soldados.

Firma del pacto de no agresión germano-polaco
En 1934, se firmó el pacto de no agresión germano-polaco. Arriba, Joseph Goebbels y, a su izquierda, el embajador alemán en Polonia, Hans-Adolf von Moltke, en Varsovia. Foto: Getty.

Los británicos también creyeron que era posible esquivar el peligro nazi haciendo concesiones y, en junio de 1935, firmaron un pacto con Alemania que permitía que su marina de guerra aumentase de tamaño, aunque sin sobrepasar en un tercio aproximado el tonelaje de la de Londres, lo que consagraba, en apariencia, la superioridad naval británica. En esos mismos días, precisamente, fue botado el U-1, primero de los submarinos modernos de la Alemania nazi que tan terribles serían para los británicos.

Cortesía de Muy Interesante



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