Uruguay, el voto y las vísperas

Desde Montevideo

La lluvia cruzó de Buenos Aires a Montevideo en forma de tormentón. El cielo color gris topo sobre el Río de La Plata era un presagio de lo que vendría. La ciudad nos recibió con un aguacero en plena veda y candidatos obligados al silencio. Uruguay elige este domingo entre 11 aspirantes a la presidencia. Un acto de coherencia en un país futbolero como este. 

Hay equipo, pero si las encuestas lo ratifican, solo dos llegarán a la segunda vuelta del 24 de noviembre. A no ser que haya una sorpresa y el Frente Amplio haga crecer su masa electoral que hoy ronda el 44 por ciento del padrón, según las consultoras más respetadas, y supere el 50 por ciento. Con un voto más Yamandú Orsi, el exintendente de Canelones, sería el sucesor de Luis Lacalle Pou, el político que rompió con la hegemonía de 15 años de gobiernos del FA repartidos entre Tabaré Vázquez (dos períodos) y José “Pepe” Mujica. Aunque se retirará sin que lo extrañen tanto en el futuro.

Yamandú, el crédito del Frente Amplio, tiene la sonoridad de esos nombres bien orientales. Como su tocayo, el guitarrista y compositor Yamandú Palacios, parece sacado de una letra de Alfredo Zitarrosa. Dos músicos de los ’70, contemporáneos también de Daniel Viglietti y Los Olimareños. Cultores de las canciones de protesta. Protesta de los de abajo que se ha vuelto a sentir en estos últimos cinco años con el retorno de la derecha a la Torre Ejecutiva (el equivalente a nuestra Casa Rosada).

En la región, a este pueblo hermano se le reconocen atributos de buena convivencia democrática. El respeto a la institucionalidad, el diálogo (aún entre partidos antagónicos), la ausencia de una guerra cultural como la planteada por el gobierno de extrema derecha en la Argentina, definen su vida política menos traumática. 

Para que se entienda: el candidato más disruptivo de la elección es Andrés Ojeda Spitz, del Partido Colorado (el tercero en los sondeos previos) y fanático del fisicoculturismo. Hizo campaña desde un gimnasio mientras se mostraba levantando pesas. Prefirió las mancuernas a una motosierra. Integrante de una tradicional fuerza de derecha, el nuevo emergente de la política uruguaya parece un bebé de pecho al lado de Javier Milei, con quien por acá suele comparárselo.   

Pero más allá de los pedigrís de uno, dos o más candidatos, los conflictos sociales y económicos en Uruguay bullen por abajo. Los índices de popularidad del presidente que dejará el poder en marzo de 2025 se desplomaron de la pandemia para acá. Cayó casi 20 puntos. Y en alguna medida reflejan por quó Orsi le lleva similar diferencia en las encuestas a Álvaro Delgado, el delfín de Lacalle Pou. Solo puede ilusionarse el candidato del Partido Blanco con la segunda vuelta y los votos que le arrimen las demás fuerzas de la llamada Coalición Republicana donde conviven desde los dos partidos más antiguos del Uruguay, nacidos en el siglo XIX, y Cabildo Abierto, liderado por el exgeneral Guido Manini Ríos. 

La crítica situación de los niños y jóvenes (el 20 por ciento son pobres) comparada con la concentración de riqueza de unos 15.800 uruguayos que al menos tienen un millón de dólares en sus cuentas bancarias, no hace al país demasiado diferente a los demás por sus índices de desigualdad en la región. Uruguay, una nación con historia progresista desde su Constitución en 1830, le permitió aumentar sus fortunas a los ricos, pero no que pudieran gozar de movilidad social ascendente sus clases más postergadas.

Pionero en América latina por abolir la pena de muerte o que las mujeres votaran y adelantado por ser el primero en el mundo que permitió la comercialización y el consumo de marihuana, Uruguay fue el país de Latinoamérica, mayoritariamente católico, que llegó antes que ninguno a la aprobación de una ley del divorcio a principios del siglo XX (1907). 

Esas conquistas no están en armonía con el costo de vida, uno de los más altos del continente. El IVA supera al de Argentina: 22 por ciento. Y sus aranceles aduaneros van desde el 25 por ciento al 35 por ciento. Los precios de los combustibles son elevadísimos por su alto costo impositivo: Uruguay es después de Barbados, el que tiene la nafta más cara de América, según Global Petrol Prices (1,81 dólares por litro de SP95 al 14 de octubre).

Recuperado de una sequía que terminó en agosto de 2023 y que dejó muy maltrecha a su economía, el país vecino convive a menudo con ese sube y baja que marcan algunos índices envidiables en materia de energías renovables con otros de índole social que generan discordia entre sus habitantes. La reforma previsional que será sometida a plebiscito con las elecciones nacionales es uno de esos temas. Una cuestión que ha generado tensiones, incluso, hacia el interior del Frente Amplio. 

El avión de Aerolíneas Argentinas que venía repleto se posó en esta ciudad cruzada por vientos intensos que todavía soplaban en la noche montevideana. Este domingo  2.766.323 electores podrán elegir nuevo presidente después de una campaña de cierta chatura, sin los debates de otras épocas. Muchos de los viajeros cruzaron el Río de La Plata para la elección. Había varios con las camisetas del golpeado Peñarol, ganador de cinco copas Libertadores, pero casi eliminado para la final actual de ese torneo. Si no venían desde Buenos Aires se hubieran quedado sin participar. Uruguay y Surinam son las dos únicas naciones de América del Sur cuyos ciudadanos no pueden votar si están fuera del país. Se calcula que casi 600 mil uruguayos viven en el exterior y un gran porcentaje de esa cantidad en la Argentina. 

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Cortesía de Página 12



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