La candidata demócrata a la Casa Blanca, Kamala Harris, y su rival republicano, el expresidente Donald Trump, visitaron este lunes dos ciudades de mayoría latina en el decisivo estado de Pensilvania, en busca de un voto que puede definir las elecciones de este martes. La actual vicepresidenta de Estados Unidos aspira a prolongar el gobierno demócrata ante un Trump que busca hacer historia volviendo a la Casa Blanca cuatro años después, en un contexto en el que las encuestas evitan dar por sentada la victoria de alguna de las dos candidaturas.
A la caza del voto latino
“¡Vamos a votar! ¡Vamos a ganar!”, gritó Harris en un Pensilvania que, con 19 votos electorales en juego, es el más importante de los siete estados clave, en los que ningún partido tiene el voto asegurado. “Estados Unidos está preparado para un nuevo comienzo”, afirmó la candidata demócrata e insistió en que si gana será “una presidenta para todos los estadounidenses”. Harris mencionó a los cientos de miles de puertorriqueños que habitan ese estado del nordeste en un intento por recabar el voto de una comunidad molesta con los republicanos por un comentario de un humorista pro-Trump sobre Puerto Rico.
El mismo llamado al voto se vio en las filas de Trump. “¡Estuve esperando esto durante cuatro años! Y tú también”, afirmó Trump en un mitin en Pensilvania. “Si sacamos a todos a votar, no habrá nada que puedan hacer”, insistió más tarde en otro acto en Carolina del Norte. El magnate republicano despotricó, como acostumbra a hacer, contra la migración irregular.
Trump dijo que, si gana, informará a la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, que va a imponer “inmediatamente un arancel del 25 por ciento a todo lo que envíen a Estados Unidos” si no detienen lo que calificó de “embestida de criminales y drogas” por la frontera. México “se convirtió en nuestro socio comercial número uno y nos están estafando a diestra y siniestra, es ridículo”, opinó el candidato republicano, quien inisistió en que si el 25 por ciento no da resultado podría subirlo al 100 por ciento.
Los 19 votos electorales que aporta Pensilvania, el mayor de los siete estados bisagra, son la joya de la corona de las elecciones del martes, en las que las encuestas dibujan un escenario tan ajustado que hacer predicciones resulta imposible. Este estado del antiguo cinturón industrial del país votaba tradicionalmente demócrata hasta que Trump lo dio vuelta en 2016 y, cuatro años después, Joe Biden le ganó al republicano con un estrecho margen de 80 mil votos.
Todos los ojos están puestos en el voto hispano dado que Pensilvania dobló en dos décadas la población latina hasta los 620 mil registrados para votar. Más de la mitad de la población de Allentown y Reading es latina, la mayoría puertorriqueños, seguido de los dominicanos. Aunque Trump no se disculpó por el chiste del comediante Tony Hinchcliffe en su mitin de Nueva York, pocos días después visitó Allentown y prometió: “Les traeré el mejor futuro a los puertorriqueños y a los hispanos”.
La polémica se agrandó todavía más cuando Biden respondió al chiste calificando de “basura” a los seguidores de Trump, unas palabras que la Casa Blanca matizó y de las que Harris se desmarcó. La candidata demócrata cerró su campaña por la noche con un gran concierto en Filadelfia, acompañada de Lady Gaga y Ricky Martin, mientras que Trump puso el punto final desde Gran Rapids, en el también estado decisivo de Michigan.
El miedo al caos
Más de 80 millones de personas votaron por anticipado en distintos puntos del país. Nunca antes Estados Unidos había tenido que elegir entre dos candidatos tan distanciados entre sí. En busca de un segundo mandato que lo convertiría en el primer presidente convicto, Trump confió en una retórica antimigrantes, con una campaña que no escatimó golpes, incluso contra sus rivales, a los que tacha de “enemigo interno”.
El magnate republicano agitó el fantasma del fraude electoral una vez más, lo que hace temer que no reconozca el resultado si pierde, como ocurrió en 2020 tras ser derrotado por Biden. El equipo de campaña de Harris prevé que el republicano se declare ganador antes de tiempo y advierte que el escrutinio de la totalidad de los votos llevará “varios días”.
En una campaña llena de sobresaltos, incluidos dos intentos de asesinato contra Trump y el abandono de la candidatura por parte del presidente Joe Biden, Harris hizo una entrada en escena tardía. La exfiscal espera que la defensa del derecho al aborto le abra las puertas de la Casa Blanca. Los dos candidatos contaron con apoyos excepcionales para la campaña. Trump con el hombre más rico del mundo, Elon Musk, y Harris con el expresidente Barack Obama y su esposa Michelle.
El ojo puesto en los estados bisagra
La media general de encuestas da una mínima ventaja a Harris en el voto popular, pero la exsecretaria de Estado Hillary Clinton experimentó hace ocho años que no basta con obtener más sufragios que su rival sino imponerse en zonas claves, los conocidos como “swing states”. La media nacional de encuestas de RealClearPolitics apunta que en los estados en disputa, Trump mantiene su ventaja en Arizona, Nevada, Carolina del Norte y Georgia, mientras que Harris parte por delante en Wisconsin y Michigan.
En Estados Unidos la elección presidencial se decide de manera indirecta a través del Colegio Electoral, que cuenta con 538 delegados. Este sistema permite que un candidato pueda ganar la presidencia incluso perdiendo el voto popular. No existe un gran organismo federal en el cual seguir la noche electoral, por lo que el goteo de proyecciones de los grandes medios irá tiñendo el mapa de azul o rojo en función de cada estado.
Cada uno de los 50 estados de EE.UU. reparte un número concreto de delegados. Si bien la mayoría de los estados tienen una tendencia clara de voto, hay siete considerados “bisagra” que podrían decantarse por cualquiera de los candidatos: Georgia, Carolina del Norte, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Nevada y Arizona. Es en estos estados donde las campañas concentraron su inversión publicitaria y donde los candidatos dedicaron la mayor parte de su tiempo, lo cual se reflejó en sus agendas esta última semana.
La esperanza de Harris pasa por atraer a los indecisos que no quieren otros cuatro años de Trump. En el bando contrario Trump se presentó de nuevo a las primarias de los republicanos dispuesto a arrasar y sin un mínimo contrapeso dentro de su partido. Si hace ocho años los moderados intentaron ponerle un freno en un primer momento, en 2024 ya todos se vieron resignados a asumir lo que a todas luces parecía inevitable.
De hecho, a Trump no parece haberle pasado factura ni el asalto al Capitolio de enero de 2021, protagonizado por cientos de sus seguidores, ni los múltiples frentes judiciales que tiene abiertos. En mayo se convirtió en el primer presidente condenado en Estados Unidos, por falsificar registros para comprar el silencio de una exactriz porno, Stormy Daniels, poco antes de los comicios de 2016.
La Casa Blanca no es lo único que está en juego ya que la Cámara de Representantes, controlada actualmente por los republicanos, se renovará totalmente, y en el Senado, con dominio demócrata, se ponen en juego una tercera parte de los escaños. Controlar el legislativo o al menos una de las dos Cámaras es imprescindible para que un presidente pueda tener margen de maniobra política, tanto simbólica como práctica.
Cortesía de Página 12
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