El presidente chino Xi Jimping es la estrella de esta cumbre del G20 en Río de Janeiro. Una inercia que viene de la reunión del Acuerdo del Pacifico en Perú, donde esta semana el mandatario inauguró la megaobra del puerto de Chancay, que expuso como un modelo para acuerdos y negocios con otros países de la región.
Xi llegará a esta ciudad acompañado por una numerosa delegación y con una apretada agenda bilateral, una actualidad opuesta a la de Joe Biden, que luego de que su partido perdiera las elecciones, se volvió una presencia menos convocante en este tipo de foros.
El presidente de China, según pudo conocer esta redacción, ofrece a los gobiernos de América Latina inversión china en obras de infraestructura y movilidad: puertos como el de Chancay, el subterráneo en Bogotá y la construcción de grandes carreteras y autopistas que sean enclaves de peso para el comercio global.
Ofertas tentadoras pero que implican desafíos para los gobernantes de la región frente al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Y es que el republicano ha potenciado su retórica contra Beijing y está convocando para su gabinete a políticos con una clara vocación contra el ascenso del gigante asiático.
El probable secretario de Comercio Robert Lighthizer, el futuro secretario de Estado Marco Rubio o el nuevo mandamás de la CIA, John Ratcliffe, tiene en su historial definiciones muy críticas del papel de China en el mundo.
Una agresividad que explica, por ejemplo, que China no figura en la agenda de reuniones bilaterales de Claudia Sheinbaum en Río de Janeiro. Un movimiento calculado con el fin de no enervar a los republicanos, a pesar de que Sheinbaum sostiene el discurso de que México permanece abierto a hacer negocios con todos los países.
Más complejo es el caso de Javier Milei, que espera que Trump le facilite ayuda financiera para poder liberar el mercado de cambios, una de las cuestiones más urgentes para el presidente sudamericano.
Milei llegó hace un año al gobierno con un discurso muy duro contra China pero en los últimos meses lo fue moderando y llegó a manifestar que su relación con Beijing era muy buena. De hecho, semanas atrás despidió a su entonces canciller, Diana Mondino, que tenía retórica agresiva para con China, país que le facilita desde hace años un swap de monedas a Argentina, lo cual contribuye a nutrir las alicaídas reservas de su Banco Central. Milei, a diferencia de Sheinbaum, conversaría con Xi este martes.
Tanto en Ciudad de México como en Buenos Aires aparece una expectativa similar: que el magnate Elon Musk, que tiene negocios en China, alivie la hostilidad de Trump hacia el régimen chino.
Y es que Musk está teniendo un protagonismo sorprendente en la transición de EU. Instalado en Mar-a-Lago, ha participado en varias de las entrevistas del presidente electo a los candidatos a puestos en el Gabinete. Trump le ha sumado en algunas llamadas telefónicas, como la que tuvo con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, al día siguiente de ganar la elección, y otra poco después con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
Cortesía de La Política Online
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