En 1706, el galeón San José zarpó de los astilleros de Guipúzcoa rumbo al Mar Caribe, donde fue cargado con oro, gemas y joyas provenientes de minas peruanas, bolivianas y mexicanas. Sin embargo, el barco, de 40 metros de eslora, equipado con 64 cañones y una tripulación de 600 personas, se hundió en 1708 tras un ataque de corsarios británicos, dejando únicamente a 10 sobrevivientes y su tesoro sumergido frente a las costas de Cartagena, Colombia.
Más de 300 años después, México y Colombia se encuentran en colaboración para rescatar los tesoros que permanecen en el fondo del océano, cuyo valor se estima en 20 mil millones de dólares.
En 1981, la empresa de exploración Search Armada localizó el galeón San José y, en lugar de proporcionar las coordenadas a España, el país de origen del barco, decidió entregarlas a Colombia bajo el acuerdo de recibir la mitad del tesoro. Sin embargo, en 2015, el gobierno colombiano afirmó que los restos se habían descubierto en una ubicación diferente.
La compañía aseguró que todo era una estrategia para evitar compartir el tesoro. Esta postura fue respaldada por el expresidente Juan Manuel Santos, quien declaró que se trataba de uno de los tesoros más importantes de Colombia y que, por tanto, Search Armada no recibiría ninguna compensación. Al mismo tiempo, España apeló a su soberanía sobre la embarcación.
Un trabajo de documentación
Actualmente, el lugar del naufragio ha sido declarado por el gobierno colombiano como zona arqueológica protegida. Según el ministro de Cultura de Colombia, Juan David Correa, “es la primera vez que se declara una zona patrimonial arqueológica sumergida a tal profundidad, lo cual es histórico para América Latina”. Para ello, se ha establecido un “plan especial” de manejo arqueológico subacuático.
Este proyecto busca garantizar la protección y conservación del barco, explicó Alhena Caicedo, directora del Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Como parte de los trabajos, se pretende identificar la carga del barco y catalogarla. No se trata de una misión para recuperar tesoros, sino de un esfuerzo por “dejar a Colombia la oportunidad de realizar una misión científico-cultural en varias etapas”.
Para cumplir este objetivo, Colombia integró a México y al Instituto Nacional de Antropología e Historia en la iniciativa “Hacia el corazón del galeón San José”. En ella, investigadores de ambos países han trabajado en la recuperación con el empleo de robots submarinos.
Las fases del proyecto
El plan consta de cuatro fases. La primera, iniciada en mayo de 2024, consistió en utilizar un barco de investigación submarina con tecnologías de posicionamiento dinámico y acústico, además de un vehículo operado remotamente, para alcanzar el sitio.
La segunda fase incluye la generación de imágenes del sitio arqueológico para registrar las evidencias, clasificar los materiales según su origen y observar cómo se distribuyeron los restos en el fondo marino.
La tercera etapa implica elaborar un prediagnóstico de conservación que permita evaluar el nivel de deterioro de los elementos hallados.
Finalmente, en la cuarta fase se documentará digitalmente el contexto arqueológico mediante técnicas de fotogrametría, que se emplearán principalmente con fines educativos.
Los descubrimientos hasta ahora
Hasta ahora, el proyecto ha proporcionado información valiosa sobre el naufragio. Por ejemplo, tras una campaña de investigación realizada del 23 de mayo al 1 de junio de 2024, se exploró el lecho marino, identificando la ubicación del galeón y las concentraciones más significativas de material arqueológico, además del cuerpo principal de la embarcación con la mayor cantidad de evidencias de su estructura y carga.
Los hallazgos también han planteado la posibilidad de que el hundimiento no se debió a una explosión, como se pensó durante más de 300 años. En cambio, se sugiere que el evento, ocurrido el 8 de junio de 1708 durante la batalla de Barú, podría estar relacionado con una mala reparación tras un accidente en un viaje entre Cartagena y Portobelo.
Hasta ahora, se han documentado más de 6,700 evidencias arqueológicas que respaldan esta hipótesis. Los restos, distribuidos en un diámetro de aproximadamente 400 metros, están principalmente íntegros, agrupados por tipo y en condiciones que contradicen la versión inicial del hundimiento.
Cortesía de Xataka
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