La ópera Un Ballo in Maschera de Giuseppe Verdi le dio un brillo especial al cierre de la temporada lírica 2024 del Teatro Colón. Esta nueva producción contó con la dirección escénica de Rita Cosentino, la dirección musical de Beatrice Venezi, y un gran elenco de cantantes.
El estreno marcó el regreso de la ópera al Colón tras una década de ausencia, en el marco de una temporada marcada por la austeridad.
La ópera de Verdi, al igual que otros títulos, se enfrentó con numerosas dificultades durante su gestación debido a la censura. Escrita entre 1857 y 1858, el argumento original estaba basado en un hecho histórico: el asesinato del rey Gustavo III de Suecia durante un baile de máscaras, en 1792. El estreno se postergó hasta 1859, se desplazó de Nápoles a Roma, y la historia se trasladó de Suecia a Boston del siglo XVII.
Las exigencias de los censores terminaron por impactar en la historia y el arco emocional no es tan complejo como en otras obras de Verdi. Con una trama algo escueta, basada en intrigas políticas y pasiones humanas, el poder de Un Ballo está en su música.
La puesta en el Colón
La puesta sobria de Rita Cosentino es tradicional y económica, pero efectiva y potente. Mantiene la unidad en una obra con grandes contrastes entre el drama público e íntimo. La historia se desarrolla en Estados Unidos (la bandera está presente en el salón gubernamental), podría ser la ciudad de Boston, a principios del siglo XX.
Cosentino pone el acento en la trama conspirativa. Diferentes ámbitos donde se desarrolla esa trama –palacio gubernamental, despacho de Renato, salón de baile, etc.- están unidos por un mismo dispositivo con muchas puertas enormes y fuera de escala –funciona como metáfora de la opresión política del aparato de poder- , dispuestas como un laberinto del poder donde sucede todo.
El uso del disco giratorio colabora con la dinámica de los diversos cambios de escena y la escenografía de Enrique Bordoni resuelve muy bien las ideas de la puesta. Los claroscuros de la obra -el juego de luces y sombras es la base del drama verdiano- están muy bien trabajados desde la iluminación por José Luis Fioruccio y también a través del vestuario de Stella Maris Müller, con una escala cromática entre negro-azul-gris de los trajes masculinos. En la escena del baile el brillo de los vestidos, en una gama de colores fríos, está sutilmente velado por tules negros.
Un gran elenco
La obra contó con un gran elenco, empezando por la pareja protagonista. Alessandra Di Giorgio navegó por el amplio espectro que exige el rol de Amelia, su voz con cuerpo, muy bien equilibrada y controlada, pasó por las entradas pianissimo a capella hasta cascadas de sonido potentes.
Se escuchó su entrega versátil en el aria del segundo acto Dell’arido stelo divulsa, pero estremeció con su desconsuelo y desesperación materna en el siguiente acto con Morrò, ma prima in grazia. Colaboró con el clima del aria, la delicadeza y musicalidad de Marcelo Baus, solista de corno inglés.
La versatilidad vocal y actoral de Ramón Vargas en el rol de Riccardo, con espectaculares arias maratónicas, mostró las complejidades de su personaje y trazó la evolución desde la inmadurez bufonesca hasta sensatez, con una intensa conexión dramática.
Vargas sabe variar muy bien sus estados de ánimo, desde La rivedrà nell’estasi hasta la siciliana del pescador que canta disfrazado en la casa de Ulrica. En el aria Ma se m’è forza perderti del tercer acto, el tenor alcanzó una intensidad dramática sobrecogedora.
Germán Alcántara compuso un Renato fuerte pero sensible -la tensión en la emisión vocal del comienzo fue disipándose—y logró el desafío de capturar la gama de emociones en su aria Eri tu, donde condena a muerte a Riccardo, pero luego despliega una delicadeza oculta para los recuerdos de los comienzos del amor por su esposa Amelia.
Guadalupe Barrientos fue deslumbrante en su rol de una Ulrica escalofriante y se llevó uno de los aplausos más intensos de la noche. Estuvo soberbia, con su deslumbrante color vocal e intensidad dramática, le dio al personaje toda la profundidad que requiere.
Oriana Favaro compuso un Oscar –primer y único personaje travestido que escribió Verdi– cargado de energía y con un colorido vocal que brilló en cada una de sus intervenciones. Fue encantadora en Saper vorreste.
Las voces de Fernando Radó (Samuel), Lucas Debevec Mayer (Tom) y Cristian de Marco (Silvano) enriquecieron la trama. Completaron el elenco con buenas intervenciones Juan González Cueto (Juez) y Diego Bento (Sirviente).
La dirección musical estuvo en manos de Beatrice Venezi (designada nueva directora invitada de la Orquesta Estable). En el comienzo se escuchó un leve desajuste rítmico entre la orquesta y los cantantes, sobre todo en los tempi rápidos, pero Venezi logró llevar con vivacidad a la Orquesta Estable por los exigentes registros dinámicos de la obra y ofreció una lectura musical expresiva entre los grandes contrastes por los que navega la obra.
El Coro Estable brindó una interpretación animada e impecable, testimonio de la meticulosa preparación de Miguel Martínez.
Ficha
Un Ballo in Maschera
Calificación: Muy buena
Autor: Giuseppe Verdi, con libreto de Antonio Somma
Dirección musical: Beatriz Venezi
Dirección de escena: Rita Cosentino
Escenografía: Enrique Bordolini
Iluminación: José Luis Fioruccio
Vestuario: Stella Maris Müller
Sala: Teatro Colón, 28 de noviembre
Funciones: 29 de noviembre; 1, 3, 4 y 5 de diciembre.
Cortesía de Clarín
Dejanos un comentario: