Cuando el yo se enfrenta a su reflejo oscuro con un doppelgänger

En la Europa medieval, marcada por la superstición y el miedo, la creencia en el doppelgänger se entrelazó con las acusaciones de brujería. Se creía que las brujas, en su pacto con el diablo, podían enviar a sus dobles para cometer actos malvados, sembrando el caos y la discordia en las comunidades. Esta idea, alimentada por el temor a lo desconocido, condujo a innumerables acusaciones y condenas injustas, donde la sombra de una duda era suficiente para enviar a una mujer a la hoguera. Esta asociación entre las brujas y los doppelgängers generó un clima de paranoia y miedo, donde la sombra de una duda podía ser suficiente para condenar a una persona a muerte.

El concepto del doppelgänger, una figura que representa una copia exacta o una sombra de una persona, ha cautivado la imaginación humana desde tiempos ancestrales. A lo largo de la historia, esta figura ha adquirido diversas connotaciones, desde presagio de mala suerte hasta manifestación de un alma dividida. Durante la Inquisición, la creencia en los doppelgängers se convirtió en una herramienta poderosa para perseguir a las mujeres acusadas de brujería, pero no es un idea que permaneció en esa época. El horror de encontrarse cara a cara con una réplica maligna de uno mismo ha sido una fuente constante de inquietud para el ser humano.

Las historias reales de doppelgängers que aterrorizan

Pese al valor que merece la obra del poeta Percy Bysshe Shelley (1792-1822), ha quedado rezagada frente a la de su esposa, Mary Shelley (1797-1851), autora de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Quizá hubiera tenido mayor notoriedad de no haber fallecido de manera prematura, poco antes de cumplir los treinta años. Una peculiar anécdota relatada por Mary en una carta rodea la muerte del poeta inglés; de acuerdo con la escritora, una semana antes de morir, Percy le contó que había visto a una persona exactamente igual a él mientras caminaba cerca de un puerto en Italia.

El funeral de Shelley de Louis Édouard Fournier (1889).
El funeral de Shelley de Louis Édouard Fournier (1889). Imagen: Wikimedia Commons.

El otro Shelley, que parecía lánguido y melancólico, señalaba con el índice el mar Mediterráneo. Poco después del encuentro, el 8 de julio de 1822, Percy murió ahogado mientras navegaba en su velero. Él no fue el único en ver al doble. Su amiga Jane Williams, cuyo esposo acompañaba a Shelley en tan fatal viaje, aseguró haber observado a dos Percys pasar frente a su ventana.

Una experiencia similar tuvo la reina Isabel I de Inglaterra (1533- 1603). Se dice que en su palacio de Richmond, cerca del río Támesis, donde se había retirado a descansar, se encontró con otra mujer exactamente igual a ella. Esta, según el relato de la reina, se encontraba recostada en su cama, inmóvil y pálida cual cadáver. Desde ese momento y hasta su muerte, que llegaría poco después, la anciana dama se negó a acostarse en su lecho.

¿Qué son los doppelgängers?

En la mitología universal, lo que Shelley e Isabel I supuestamente vieron es conocido con el nombre de doppelgänger, palabra que se origina del alemán doppel, ‘doble’, y gänger, ‘andante’. Este ente, que proviene de las tradiciones germánicas, es la cara oscura fantasmagórica de una persona viva. Al igual que todos tenemos una sombra, poseemos también un doppelgänger o doble. A este se le ha visto de distintas maneras. Para algunos es un reflejo en el espejo que se mueve por iniciativa propia; para otros, se trata de un gemelo malvado de carne y hueso o una sombra dotada de voluntad en la cual se encierra lo peor del individuo al que pertenece. Es, por decirlo así, ese otro yo que nunca se muestra a nadie, a veces ni siquiera a nosotros mismos.

De acuerdo con la “Enciclopedia de las cosas que nunca existieron”, de Robert Ingpen y Michael Page, esta criatura siempre está unida a nosotros, nos sigue e imita todos nuestros movimientos. En ocasiones, cuando estamos solos y comenzamos a hablar, es ella quien nos contesta, imprimiendo sus respuestas en nuestra mente.

Sin embargo, aunque para algunos esta figura del doble espectral puede resultar curiosa, el que se aparezca frente a nosotros encierra una naturaleza terrible, pues dentro de ese rostro conocido se halla un presagio de muerte. De ahí que la leyenda diga que quienes tienen la desventura de contemplarse en persona es porque pronto abandonarán el reino de los vivos.

El lado siniestro de los gemelos y la sombra

Para muchos, el doppelgänger forma parte de ese grupo de criaturas fantásticas cuyos orígenes se hallan perdidos en el tiempo. En parte es así. Desde la Antigüedad, la cultura universal ha coqueteado con el concepto de los alter ego o espíritus dobles, ya sea bajo la forma de sombras, reflejos en el espejo o gemelos. Sobre estos últimos, por ejemplo, el nacimiento de dos hermanos similares o idénticos ha estado cargado de toda clase de simbolismos.

Prueba de ello es su papel en los mitos y leyendas, donde se los veía como fuerzas simétricas cuyo objetivo era mantener el equilibrio natural. También era común su faceta como opuestos que se reflejan y luchan entre sí (como es el caso de la enemistad de los gemelos Rómulo y Remo de la mitología romana), lo que encarna un tipo de dicotomía entre el bien y el mal.

La sombra es otro motivo ligado al doppelgänger. Aunque en principio fue vista como una representación del alma, más tarde adquirió todo tipo de connotaciones negativas por su conexión con la oscuridad. El filósofo griego Platón (427-347 a. C.) la describió como “un pésimo doble del ser humano, una imitación de la esencia de las cosas”. No obstante, pese a ser una contraparte peligrosa, debido a su naturaleza siniestra y a que puede o no tener cierta autonomía, la sombra también fue concebida como necesaria e inseparable de la persona; es decir, una manifestación del otro yo sin la cual estaríamos incompletos como individuos.

El doppelgänger, una figura que representa una copia exacta o una sombra de una persona.
El doppelgänger, una figura que representa una copia exacta o una sombra de una persona. Imagen: Gemini

El origen del nombre

En contraste con esta imagen, el verdadero origen del doppelgänger, o al menos su nombre, es relativamente reciente. El término fue inventado por el escritor alemán Jean Paul (1763-1825), quien lo usó por primera vez en su novela romántica “Siebenkäs” (1796). En ella definió dicho vocablo como “los que se ven a sí mismos”.

Es entonces cuando el mundo descubre el real significado y el horror causado por esta criatura, y cambian completamente las características del doble manejadas hasta ese momento. Antes, el empleo de la semejanza física de dos individuos se había mantenido en el ámbito de lo humorístico, por ejemplo, en las famosas comedias de enredo, donde generalmente las tramas giraban en torno a una equivocación, que bien podía ser la suplantación de un personaje por otro debido a su parecido físico.

El doppelgänger y la literatura

El concepto del doppelgänger, esa figura espectral que representa una copia exacta o una sombra de una persona, ha evolucionado a lo largo de la historia. En la literatura, este doble siniestro se ha convertido en un arquetipo recurrente, encarnando nuestros miedos más profundos: la pérdida de identidad, la dualidad del alma y la presencia de un mal latente. Desde las sombras de las novelas góticas hasta los laberintos de la mente en la ciencia ficción, el doppelgänger ha sido utilizado para explorar los límites de la psique humana y los confines de la realidad.

Fueron sobre todo algunos autores de la corriente romántica de los siglos XVIII y XIX quienes explotaron lo más oscuro y siniestro del alter ego. E. T. A. Hoffmann (1776- 1822), contemporáneo de Jean Paul, fue uno de los primeros en inspirarse en el nuevo concepto del doppelgänger para escribir su novela “Los elixires del diablo” (1816), en la que narra la historia de un monje deshonesto asediado por su doble. A él le seguiría una enorme lista de literatos. Entre ellos Edgar Allan Poe, quien abordaría el tema en su relato “William Wilson” (1839); Fiódor Dostoyevski crearía su obra “El doble” (1846); y Hans Christian Andersen, que aportaría el cuento “La sombra” (1847), por mencionar algunos.

Dorian y el señor Hyde

Pese a que la semejanza física es una de las características del doppelgänger, entre las obras más conocidas que reflejan este tópico se mencionan “El retrato de Dorian Gray” (1890), de Oscar Wilde; y “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” (1886), de Robert Louis Stevenson. En ellas, si bien los personajes difieren físicamente de sus dobles, estos últimos muestran la naturaleza real, oscura y terrible del protagonista.

William Wilson y su doppelgänger, en la historia de Edgar Allan Poe (ilustración de Arthur Rackham)
William Wilson y su doppelgänger, en la historia de Edgar Allan Poe (ilustración de Arthur Rackham). Imagen: Wikimedia Commons

La representación en el cine

El doppelgänger es un tema recurrente en la literatura, pero también cautiva en el cine. Su naturaleza enigmática y su capacidad para explorar las profundidades de la psique humana lo convierten en un recurso narrativo inagotable.

Películas como “El resplandor” de Stanley Kubrick o “El otro yo” de Adrian Lyne han explorado de manera magistral la figura del doppelgänger. En estas cintas, el doble no solo representa una amenaza externa, sino también una manifestación de los conflictos internos del protagonista. La pantalla arrastra al espectador a un laberinto de identidades, difuminando la realidad y haciendo cada vez más borrosa la línea entre el yo y el otro.

El cine de terror ha aprovechado el doppelgänger para generar tensión y suspense, mientras que el cine psicológico lo ha utilizado para analizar las complejidades de la mente humana. Películas como “Cisne Negro” o “Fragmentado” han llevado al extremo el concepto del doble, explorando trastornos de la personalidad y las múltiples facetas que pueden coexistir dentro de un mismo individuo.

Freud, el psicoanálisis y los doppelgängers

Otro aspecto que contribuyó a dar mayor profundidad a la figura del doppelgänger, según la doctora en Filología Española Rebeca Martín, de la Universidad Autónoma de Barcelona, fue la llegada del psicoanálisis de Sigmund Freud a finales del siglo XIX. En este contexto, el inconsciente y los aspectos reprimidos del individuo toman forma en el otro yo. Una inquietante muestra de que hay facetas de nosotros que no conocemos, que quizá ni siquiera imaginamos.

Es bajo esta premisa que se sentarían las bases del terror psicológico que la presencia de una persona exactamente igual a nosotros encierra; que nos hace perder la identidad y nos obliga a preguntarnos sobre nuestra existencia; si somos únicos o solo la copia de ese otro igual.

Doppelgänger: ¿realidad o reflejo de nuestros miedos?

El doppelgänger es un personaje de pesadilla, que aspira a robar la vida del original, a desplazarlo y a condenarlo a la sombra. Como explica Martín en su artículo El oscuro adversario: las apariciones del doble en los cuentos de José María Merino, lo siniestro, al menos para Freud, es aquello catalogado de común pero convertido en una entidad capaz de provocar espanto. De esta manera, atributos familiares como el cuerpo y el rostro se transforman en algo terrible al verse duplicados; en un intruso que nos permite ver sin velos ni tapujos nuestra verdadera cara.

El doppelgänger, ese doble siniestro que habita en las sombras de nuestra psique, es mucho más que un simple personaje literario. Es un símbolo que encapsula nuestras contradicciones, nuestros deseos reprimidos y nuestros miedos más oscuros. A lo largo de la historia de la literatura, ha servido como vehículo para explorar temas universales como la identidad, la conciencia y la naturaleza del bien y del mal. A pesar de su carácter a menudo terrorífico, el doppelgänger nos ofrece una oportunidad única para comprender mejor nuestra propia condición humana.

La figura del doppelgänger no es ajena a las transformaciones sociales y culturales. A lo largo de la historia, ha reflejado las ansiedades y las inquietudes de cada época. En un mundo cada vez más fragmentado y globalizado, el doppelgänger se ha convertido en un símbolo de la pérdida de identidad y de la alienación.

Referencias

  • López, R. M. (2007). El oscuro adversario: las apariciones del doble en los cuentos de José María Merino. Per Abbat: boletín filológico de actualización académica y didáctica, (4), 107-120. doi: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2355185
  • Vardoulakis, D. (2010). The Doppelgänger: Literature’s Philosophy. Fordham Univ Press.
  • Fonseca, T. (2006). The doppelgänger. Icons of Horror and the Supernatural: An Encyclopedia of Our Worst Nightmares1, 187-214.

Cortesía de Muy Interesante



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