- Autor, Myles Burke
- Título del autor, BBC Culture
En enero de 1997, Tony Bullimore quedó atrapado en el interior de un barco volcado que se estaba llenando de agua “gélida” en una de las zonas más remotas del océano Austral. Recordamos esta increíble hazaña de supervivencia que acabó con un rescate asombroso.
El marinero británico Tony Bullimore acababa de prepararse una taza de té en la cocina de su barco de carreras, el Exide Challenger, y se disponía a comer unas galletas y carne en conserva cuando oyó el sonido de un crujido.
“El crujido fue como el de una cerilla”, dijo en un documental de la BBC en 1997. Ese sonido era el de la quilla -la pala plana en la parte inferior de la embarcación que la mantiene boca arriba- rompiéndose. Fue entonces cuando se desató el infierno.
“El barco volcó literalmente en unos pocos segundos: tres, cuatro, cinco segundos, el yate estaba boca abajo. Quiero decir, fue así de rápido”.
Cuando el barco se volcó, Bullimore salió despedido de su asiento, dio una voltereta y aterrizó de pie en el interior del techo de la cocina del velero. “Lo sorprendente fue que, de repente, me encontré de pie sobre el techo, dentro del techo del barco. El techo era ahora la parte inferior del casco. Y tenía unas enormes ventanas de observación y podía ver el mar desde allí”.
Patas arriba
Fue entonces cuando Bullimore se dio cuenta de la gravedad de la situación.
“Cuando miré hacia abajo, a las ventanas, vi que la botavara del mástil de proa se estrellaba contra una de las ventanas porque estaba suelta, pero seguía colgando porque las cuerdas la sujetaban”.
El sólido mástil de fibra de carbono golpeaba contra la ventana repetidamente como un mazo por el movimiento de las olas de la tormenta.
“En media hora, rompió la ventana. Y el agua entró en el barco como si fueran las cataratas del Niágara al revés”, dijo.
Cuando el agua helada entró en el casco, fundió el sistema eléctrico, sumiendo a Bullimore y a todo el barco en la oscuridad. “Una vez que se rompió la ventana, eso realmente me puso en una situación diferente”, le contó a la BBC.
El regatista de 57 años de Bristol, Inglaterra, había estado compitiendo en la Vendée Globe, una agotadora regata de vela en solitario alrededor del mundo y sin escalas.
Muchos la consideran la regata de vela más dura del mundo, pero Bullimore era un regatista experimentado. Mientras la regata llevaba a los competidores hacia el este, en dirección al océano Austral, en dirección a Australia, se desató una violenta tormenta y el Exide Challenger fue azotado por olas feroces y vientos de hasta 160 km/h.
“Miras al frente y piensas que es un iceberg, ves esta enorme montaña [de agua], podría tener hasta 25 m de altura, y no lo puedes creer”, dijo Bullimore.
“Además de la ola que rompe hacia adelante, también hay una ola dividida que rompe hacia atrás, como una montaña de agua tumultuosa. Es realmente increíble. La fuerza que hay detrás de algunas de esas olas… Es decir, estamos hablando de varios autobuses de dos pisos amontonados”.
La tormenta
Bullimore había luchado contra esta tormenta salvaje e implacable durante varias horas y, creyendo que tenía su barco bajo control y todas las escotillas cerradas, se sentía “bastante satisfecho” consigo mismo.
Cuando el barco volcó de repente, al principio no podía creer lo que había sucedido. “Probablemente me dije a mí mismo: ‘No puedo creer que la quilla se haya roto’ un par de docenas de veces, pero así fue”, dijo a la BBC. “Me quedé en shock, pero soy un tipo bastante estable. No me entra el pánico”.
Con la ventana de observación rota y el casco volcado llenándose de agua rápidamente, Bullimore se abrió paso a través de la “amargamente fría” agua de mar que subía, buscando su traje de supervivencia impermeable, se quitó la ropa empapada y se lo puso.
A pesar de que el agua no paraba de entrar, el Exide Challenger no se hundió de inmediato.
Esto se debió a que las mamparas que dividían el barco en compartimentos más pequeños y a prueba de agua, lo ayudaban a mantenerse a flote.
El agua dejó de subir justo por debajo del cuello del Bullimore, pero ahora formaba olas dentro del barco que se balanceaban de un lado a otro, mientras la borrasca golpeaba al Exide Challenger desde el exterior.
“Se podía ver cómo las olas que estaban dentro del casco chocaban contra un costado, luego se agitaban y se agitaban y luego se agitaban hacia el otro lado del barco. Era como el interior de una lavadora”, relató.
Agua por todas partes
La ventana rota y el movimiento del barco estaban creando un poderoso efecto de vacío, sacando todo (comida, mapas, equipo) a través del agujero.
“Era increíble, simplemente arrancaba las cosas. La comida en cajas de plástico que estaban atadas, salía volando, una vez que las ataduras se soltaban”.
Bullimore encontró una de sus balizas de emergencia, la ató a un trozo de cuerda, se sumergió y la empujó a través de la ventana rota, esperando que flotara hasta la superficie del océano y alguien recogiera su transmisión de socorro.
Aunque el Exide Challenger estaba a flote por ahora, sabía que si las mamparas estancas comenzaban a fallar, necesitaría la balsa salvavidas que estaba asegurada en la cabina.
Se agachó bajo el agua y abrió la escotilla de la cabina para intentar liberar la balsa salvavidas. “De repente, la puerta empezó a cerrarse por la presión y yo estaba tratando de meter la mano. Quería cerrar la puerta conmigo dentro y mi dedo meñique quedó atrapado en la puerta, justo en el pestillo. Vi que se apretaba y vi que la punta de mi dedo se caía”.
El agua salada helada ayudó a detener la hemorragia del dedo amputado y a aliviar el dolor. “En realidad no me dolió, tenía las manos muy frías”, dijo.
A pesar del trauma, Bullimore se mantuvo notablemente sereno, pero sabía que no sobreviviría mucho tiempo en el agua helada.
“Lo más importante era que tenía que encontrar un lugar dentro del yate donde pudiera levantarme y salir del agua porque era absolutamente evidente que si me quedaba en el agua, me iría. Iba a morir”.
Suspendido sobre el agua
Se adentró más en el barco, completamente a oscuras, y encontró una plataforma estrecha y seca que estaba por encima del agua.
Allí colocó una red y se arrastró hasta ella. “Era una especie de hamaca pequeña que estaba muy alta. Simplemente flotaba sobre el agua, y podía subir allí y salir. Fue increíble porque después de dos o tres horas mi cuerpo comenzó a sentirse más cálido”.
Mientras tanto, a 2.250 kilómetros de la costa australiana, se recibió la señal de socorro del Exide Challenger. Las autoridades marítimas australianas también recibieron una señal de emergencia de otro marinero, el francés Thierry Dubois, cuyo barco también había volcado en la tormenta.
Lanzaron una intensa operación de búsqueda y rescate, enviando aviones de reconocimiento para rastrear la zona. Debido a que las dos señales de socorro se transmitían desde una zona tan remota, los aviones tenían solo tres horas por vuelo para buscar en esa parte del océano Austral antes de que tuvieran que regresar para reabastecerse. La Marina Real Australiana desplegó el buque HMAS Adelaide para unirse a la búsqueda.
Durante los cuatro días siguientes, Bullimore permaneció acurrucado en su hamaca improvisada, enterrada en el casco volcado del Exide Challenger, mientras el agua del mar subía gradualmente y su suministro de aire menguaba lentamente.
“Cuanta más agua entraba en el yate, menos espacio había para el oxígeno. Al final llegas a una situación en la que el 80%, 85%, 90% del área donde estaba se había llenado de agua, y el 10%, 15% era para el aire, el oxígeno. Y cuando llegas a esa etapa, tienes que mantener la cabeza en alto en una pequeña área que está en lo alto. Entonces todo se vuelve muy difícil”, dijo.
La mayor parte de su comida y agua habían salido por la ventana rota, pero Bullimore había encontrado una lata, que logró abrir con su cuchillo, una barra de chocolate y un par de pequeñas bolsitas de agua, que racionó para que duraran el mayor tiempo posible.
Se ató cuerdas al cuerpo para evitar ahogarse, en caso de que se quedara dormido y su cabeza cayera al agua. Después de tres días se quedó sin agua, añadiendo a su lista de problemas la terrible posibilidad de morir por deshidratación.
Mantenerse vivo
A pesar del frío, el aislamiento y su situación desesperada, Bullimore no se dejó vencer por la desesperación.
Decidió seguir con vida a fuerza de voluntad. “Quiero decir, sentí que tenía problemas, pero, francamente, si eres lo suficientemente decidido y has decidido que no te vas a rendir fácilmente y que vas a ir hasta el final, es bastante sencillo seguir adelante”.
A medida que las condiciones empeoraban, Bullimore siguió concentrándose en hacer todo lo posible para poder ser rescatado. Encendía y apagaba su baliza para indicar a cualquiera que lo escuchara que estaba vivo. Se sumergió repetidamente en el agua helada del Exide Challenger para asegurar su balsa salvavidas para que no fuera succionada por la ventana rota y terminara flotando lejos.
Temía que si eso sucedía, el equipo de búsqueda y rescate pudiera ver una balsa salvavidas flotando y pensar erróneamente que había abandonado el barco y se había ahogado en las aguas tormentosas del exterior.
“Todavía había un par de oportunidades y, por delgadas y pequeñas que fueran, era cuestión de luchar y aguantar”, explicó.
En la pequeña bolsa de aire del Exide Challenger, a 1.450 kilómetros de la Antártida, repasó mentalmente distintas estrategias de supervivencia.
“Una de mis oportunidades era subirme a la balsa salvavidas y, con suerte, llegar a la Antártida con una ruta de llegada que yo había inventado”, dijo. “Era un poco absurdo. Tienes el frío, tienes las tormentas, tienes la inmensidad del océano Austral”.
Pero a medida que pasaban las horas y los días, sacudido por olas gigantes y consciente de la desesperanza de su situación, se preparó para la muerte. “Empezaba a sentir que tal vez había llegado al final del camino”.
Distribuyó con calma el tiempo que sentía que le quedaba, reservando espacio para reflexionar sobre su vida. “En realidad, fue simplemente un caso de analizar la logística de la situación y de decidir qué iba a pensar durante las próximas horas. Quiero dedicar mucho tiempo a mi esposa y a mi familia. Quiero dedicar mucho tiempo a otros aspectos de mi vida. De hecho, me reservé y me preparé para el momento final”.
El 8 de enero, tras varios días de búsqueda, el equipo de rescate localizó el casco volcado del Exide Challenger. El equipo ya había encontrado y rescatado a su competidor Dubois, que también había sobrevivido a pesar de las terribles condiciones. Pero en el barco de Bullimore no pudieron ver ningún signo de vida.
Los rescatadores
Mientras yacía en la oscuridad total dentro del barco volcado, Bullimore escuchó al avión que sobrevolaba. Sabía que un avión no podría recogerlo y que no podía arriesgarse a abandonar el barco si no estaba seguro de tener una oportunidad de ser rescatado.
Sabía que si salía nadando del Exide Challenger, no podría volver a entrar y se ahogaría o moriría congelado en las traicioneras aguas del océano Austral.
En las primeras horas del 9 de enero, el HMAS Adelaide de la Marina Real Australiana llegó al Exide Challenger volcado y envió a una tripulación en un bote para determinar si el marinero todavía estaba vivo. Cuando escuchó por primera vez a los rescatadores golpeando el casco y luego el sonido de sus voces, Bullimore estaba extasiado.
Comenzó a golpear y a gritar. “Era mi oportunidad, la había estado esperando, era la puerta, el portón, la ventana, se abrió un poquito y dependía de mí atravesarla. No había que perder el tiempo”, dijo.
Lleno de adrenalina, se zambulló en las gélidas aguas del barco y nadó a través de la oscuridad hasta salir del fondo del yate. “Me llevó apenas unos segundos llegar al otro extremo del barcoy zambullirme fuera de él y subir, y allí estaba el Adelaide”.
El equipo de rescate lo vio al otro lado del Exide Challenger cuando emergió a la superficie del océano. Corrieron hacia él y lo sacaron del agua, débil pero vivo.
Mientras lo colocaban en el suelo del bote, lo cubrieron con mantas aislantes. “Alguien creo que tenía una chaqueta de repuesto y me puso una debajo de la cabeza como una pequeña almohada y me dijo: ‘Estás bien, amigo'”.
Estaba casi abrumado por la gratitud hacia sus rescatadores. Recordó que uno de los miembros de la tripulación de la Marina australiana “me estaba cuidando como a un bebé, hablando, ya sabes, y todo estaba genial, y le di un beso en la barba”.
Bullimore fue llevado a bordo del HMAS Adelaide entre vítores de su tripulación, pero no sobrevivió ileso a su terrible experiencia. Además de haber perdido parte de un dedo, sufría hipotermia y deshidratación, tenía congelación en la frente y las puntas de los dedos, se había fracturado un diente y estaba cubierto de cortes.
Después, se sometió a semanas de tratamiento de descompresión en un centro médico especializado.
Se reunió con su esposa Lalel en la oficina del Alto Comisionado Británico en Perth, Australia. La pareja ya era muy conocida en su ciudad natal, Bristol.
En la década de 1960, habían abierto juntos The Bamboo Club, un local de reggae donde personas de todos los orígenes podían socializar de forma segura y que había acogido a estrellas como Bob Marley y los Wailers, Desmond Dekker, Ben E King y Tina Turner. Pero ahora, la milagrosa supervivencia de Bullimore en el mar lo había convertido en noticia mundial, y muchos elogiaban su heroísmo y fortaleza.
El propio marinero rechazó esa etiqueta y dijo a la BBC que los héroes eran “los que llegaron hasta el océano Austral para atraparme y traerme de vuelta”. Y añadió: “Me sentiría más feliz si me consideraba más afortunado que héroe”.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.
Cortesía de BBC Noticias
Dejanos un comentario: