Así fue el decisivo Desembarco de Normandía que supuso un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial

Día D y Batalla de Normandía

Junio-agosto de 1944

El 6 de junio de 1944 fue, seguramente, el día más decisivo de la Segunda Guerra Mundial. Esa mañana, en las playas de Normandía, se jugó el desenlace del conflicto. Desde la distancia temporal, tenemos el convencimiento de que aquella operación estaba destinada a verse coronada por el éxito y de que el único camino que podía tomar la historia era el de los aliados desembarcando felizmente en aquella costa y avanzando hacia París. Sin embargo, esa seguridad era entonces un espejismo. Las probabilidades de un desastre que hubiera retrasado la invasión, por lo menos, un año, fueron mayores de lo que puede parecer.

En la operación de desembarco, que supuso dos años de preparativos, estaba previsto que participasen 100.000 soldados estadounidenses, 58.000 británicos y 17.000 canadienses, una fuerza dirigida por el general norteamericano Dwight D. Eisenhower. Enfrente tendría al general alemán Erwin Rommel, quien había organizado las defensas de la costa que formaban parte del Muro Atlántico. Para facilitar la conquista de las playas, la noche anterior se lanzarían paracaidistas detrás de las líneas alemanas con la misión de obstaculizar la llegada de tropas de refresco una vez comenzada la invasión. Además, la Resistencia francesa recibiría instrucciones de Londres para iniciar actos de sabotaje en las líneas férreas de todo el país, impidiendo así el envío de refuerzos.

Con toda la maquinaria dispuesta para el desembarco, señalado para el 5 de junio, las previsiones meteorológicas no podían ser peores: tres depresiones procedentes del Atlántico llegarían sucesivamente al Canal de la Mancha. Se esperaba un tiempo muy inestable, con nubosidad del 100% y vientos intensos que no amainarían hasta cuatro días después. En esas condiciones, era imposible lanzar la invasión.

Comienza el desembarco

Se barajaron nuevas fechas para el desembarco, pero ninguna era ya factible. En los días siguientes, la marea comenzaría a crecer y ya no bajaría hasta después de dos semanas, pero para entonces ya no habría luna llena, lo que impediría el lanzamiento de paracaidistas. Si se aplazaba hasta julio, ya sería imposible ocultar la acumulación de efectivos frente a las costas normandas, por lo que se perdería el efecto sorpresa y se permitiría a los alemanes reforzar las defensas en ese sector. La invasión no podía aplazarse, pero era una locura intentarlo con este tiempo. Afortunadamente, un parte meteorológico reveló una ventana de buen tiempo entre la tarde del 5 y la noche del 6. Eisenhower dio entonces la orden más trascendental, aunque aparentemente intrascendente, de la guerra: “Bien, ¡allá vamos!”.

Eisenhower charla con los soldados de la 1ª División en Normandía
Eisenhower, el entonces general (y futuro presidente de Estados Unidos), que estuvo al frente de la operación, charla con soldados de la 1ª División en Normandía, después del desembarco del Día D. Foto: Getty.

En la desapacible madrugada del 5 de junio, una flota compuesta por 5.000 barcos se puso en camino hacia el punto de reunión desde el que se dirigirían a las costas francesas. A última hora de ese día, los paracaidistas que debían caer tras las líneas germanas tomaron su cena y cargaron con el equipo: 45 kilos a la espalda y otros 25 atados a las piernas. Eisenhower acudió a despedirlos. Era el momento de la verdad: había llegado el Día D.

A las 00:18 horas del 6 de junio, los primeros paracaidistas aliados saltaron a la oscuridad a través de las portezuelas de sus aviones. Nada hacía pensar a los alemanes que la invasión se estaba produciendo en ese mismo momento, y tampoco reaccionaron cuando esa madrugada más de mil bombarderos de la RAF comenzaron a aplastar las defensas costeras. Para agravar la confusión, el lanzamiento de centenares de muñecos en paracaídas restó credibilidad a los informes que alertaban del aterrizaje de los paracaidistas auténticos en la retaguardia germana. Al amanecer, la mayoría de objetivos señalados a las tropas aerotransportadas habían sido alcanzados.

A las 4:45, tras detectar la flota de desembarco, los alemanes confirmaron que la invasión estaba en marcha. Entonces se transmitió al cuartel general de Hitler la petición urgente de traslado a la costa de dos Divisiones Panzer que estaban en reserva, pero el mensaje no le fue entregado, ya que nadie se atrevió a despertarlo para darle esa mala noticia por temor a provocar uno de sus cada vez más frecuentes ataques de ira.

A lo largo de casi cien kilómetros de costa, los cañones de los barcos aliados abrieron fuego una y otra vez contra las defensas germanas. A su vez, los bombarderos machacaban las playas que estaban a punto de ser asaltadas. Mientras tanto, los soldados norteamericanos, mareados y nerviosos, se dirigían en sus lanchas de desembarco hacia las playas bautizadas como Utah y Omaha. Ellos serían los primeros en pisar suelo francés, a las 6:30 de la mañana. Una hora más tarde estaba previsto que británicos y canadienses llegasen a Gold, Sword y Juno.

Icónica imagen del Desembarco de Normandía
Omaha fue una de las cinco playas de la costa normanda usadas por los americanos para iniciar la invasión de la Europa tomada por los nazis. En la icónica imagen, los soldados salen de las lanchas y avanzan por el agua hacia tierra firme. Foto: Getty.

La playa en la que los aliados tropezarían con más dificultades sería Omaha. Los norteamericanos se encontraron con un recibimiento inesperado. Los alemanes, bien atrincherados en los acantilados, tenían una posición inmejorable para disparar. En cuanto se abrieron los portones de las lanchas de desembarco, las ráfagas de ametralladora segaron en pocos segundos la vida de los soldados que estaban a punto de salir de ellas. Los que llegaron a la orilla tuvieron que soportar una granizada de balas, agazapados tras los obstáculos colocados por los alemanes. La razón por la que las defensas se encontraban prácticamente intactas hay que buscarla en el defectuoso bombardeo aéreo de la zona. Omaha se convirtió en una auténtica carnicería.

Menos bajas de las esperadas

Las noticias del desastre llegaron al mando aliado, pero aún había esperanzas de que cambiase el signo del combate. A las nueve en punto, las pérdidas eran ya tan grandes que se decidió evacuar la playa, pero antes de que se ejecutase la orden comenzaron a llegar informes de que algunos grupos habían logrado atravesar un extremo de la playa y alcanzar la meseta. La artillería naval, que acudió en auxilio de aquellos hombres, les permitió seguir avanzando hasta acabar con la resistencia germana esa misma tarde.

Los aliados habían sufrido unas 3.000 bajas, pero Omaha había sido conquistada, al igual que las otras cuatro playas. Aunque los expertos aliados habían calculado un balance de 10.000 muertos en las primeras horas del asalto, en realidad la operación se había saldado con la pérdida de 2.500 vidas, con una suma total de bajas de 12.000.

De las playas al interior

Existe también el convencimiento de que el éxito de la invasión se decidió aquella mañana. En realidad, la Batalla de Normandía no había hecho más que comenzar. El reto era abrirse paso a través de las defensas germanas y resistir el contraataque. Afortunadamente para los aliados, cuando Hitler se despertó no se dejó impresionar por el despliegue aliado y ordenó que sus dos Divisiones Panzer permaneciesen listas para trasladarse a Calais, en donde esperaba al grueso de las tropas de desembarco.

Cuando decidió por fin dar permiso para el envío de sus unidades acorazadas, estas no recibirían la orden de marcha hasta las cuatro de la tarde, cuando los aliados estaban ya firmemente asentados en las playas. Esta fuerza es la que conseguiría contener a los británicos a las puertas de Caen; teniendo en cuenta las dificultades que afrontaron los hombres del general británico Bernard Montgomery para tomar la ciudad, cabe imaginar lo que hubiera sucedido si esas divisiones hubieran llegado a tiempo de rechazar la invasión en las playas. De nuevo, la suerte estuvo de parte del bando aliado.

Despliegue en la playa de Omaha
El 7 de junio se unieron todas las cabezas de playa, excepto la de Utah, en la península de Cotentin, y cinco días después se pudo establecer ya un frente continuo. Aquí, el despliegue en la playa de Omaha. Foto: Getty.

El 7 de junio se unieron todas las cabezas de playa, excepto la de Utah, en la península de Cotentin, y cinco días después se pudo establecer ya un frente continuo. Tras el éxito del desembarco, los aliados creían que la conquista de la región normanda no les demoraría más que unos días, pero sus hombres se encontraron con la enconada resistencia de unas tropas germanas muy motivadas, conscientes de que, si no lograban devolver a los invasores al mar, tarde o temprano acabarían irrumpiendo en su patria.

Por ejemplo, el vital puerto de Cherburgo no fue capturado hasta el 27 de junio y Caen, que debía haber sido tomada el primer día por Montgomery, no caería hasta el 18 de julio, después de ordenar arrasar la ciudad desde el aire. Después de tomar Caen, las tropas británicas y canadienses se mostraron demasiado cautelosas en su avance, lo que permitió a los alemanes organizar sucesivas líneas de defensa.

Bombardero estadounidense B-17
Un bombardero estadounidense B-17 en pleno vuelo. En Caen, atacaron por error a sus aliados. Foto: ASC.

El 25 de julio, los norteamericanos desencadenaron una gran ofensiva en el sector occidental, la Operación Cobra, para desencallar de una vez la situación. El éxito de esta operación llevó a Hitler a ordenar lanzar un contraataque en dirección a Avranches para aislar a los veloces blindados del inefable general norteamericano George S. Patton, pero el apabullante dominio del aire por parte de los aliados asfixió este intento alemán, ya que los tanques estaban condenados a avanzar de noche y permanecer ocultos de día.

Esta extensión de las líneas germanas fue aprovechada para ejecutar un movimiento de tenaza, que culminaría en la población de Falaise. Aunque el 20 de agosto se logró cerrar la bolsa resultante, una detención de última hora ordenada por Eisenhower posibilitó que una parte de las tropas alemanas consiguiese escapar de la trampa, aunque dejando atrás todo el equipo pesado.

Recreación de la Operación Cobra
Gracias a la Operación Cobra (recreada en el dibujo, en el que los cazas Typhoon sobrevuelan los destrozados tanques alemanes), se logró rescatar a las tropas aliadas encalladas en la llamada Bolsa de Falaise, en julio del 44. Foto: Getty.

Cifras apabullantes

De todas formas, ya nada podría impedir que las fuerzas aliadas se extendieran por toda la región liberando una ciudad tras otra, donde eran recibidas con vítores por una población que ofrecía flores y vino a los soldados que llegaban a lomos de los tanques. El gran objetivo era la liberación de París, adonde las tropas aliadas llegarían el 24 de agosto.

Cuando se analiza la victoria aliada en Normandía, el foco se suele centrar únicamente en los aspectos militares. Aun siendo muy importantes, no se puede pasar por alto un elemento no menos decisivo: la intendencia. Para mantener el apoyo material a las tropas desembarcadas, fue necesario realizar un esfuerzo titánico sin precedentes en la historia. Las cifras hablan por sí solas. Así, a los puertos británicos llegaron, procedentes del otro lado del Atlántico, 301.000 vehículos, 1.800 locomotoras, 20.000 vagones de tren, 2,6 millones de armas pequeñas, 2.700 piezas de artillería, 300.000 postes telefónicos y 7 millones de toneladas de combustible, aceite y lubricantes.

Los expertos del Cuartel General Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas (SHAEF) habían calculado, tras el desembarco, un consumo diario en combate de 18.584 kilos por soldado, una cantidad en la que estaba incluido desde el combustible a la munición, pasando por la goma de mascar. Para alimentar a los soldados durante el primer mes llegaron 60 millones de raciones K, embaladas de 500 en 500 toneladas.

En la preparación del Día D no se olvidó ningún detalle, como las condecoraciones que se iban a utilizar para recompensar los actos heroicos que estaban por llegar. Así, se enviaron un centenar de Estrellas de Plata y trescientos Corazones Púrpura. Para atender las previsibles bajas, se reunió a 8.000 médicos, 600.000 dosis de penicilina, 50 toneladas de sulfamidas y casi medio millón de litros de plasma para transfusiones. Todos estos suministros médicos habían sido embalados en 1.600 paletas de media tonelada cada una, diseñadas para poder ser arrastradas por las playas. Incluso se encargó la fabricación de 10.000 cruces de metal para los caídos. Nada se dejó a la improvisación y los aliados recogieron el fruto de una operación perfectamente planificada.

Cortesía de Muy Interesante



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