La Gran Guerra, conocida como Primera Guerra Mundial solo a partir de los años 40 del siglo XX, terminó de manera precipitada y confusa en noviembre de 1918, cuando Alemania y el Imperio Austrohúngaro solicitaron un armisticio a los países aliados de la Triple Entente. Terminaba la pesadilla de las trincheras que había desangrado Europa durante cuatro años, cuatro meses y 16 días.
Apenas diez meses antes, en enero de 1918, tras la firma de un armisticio con los revolucionarios triunfantes en Rusia, el general prusiano Erich Friedrich Wilhelm Ludendorff había podido transferir 50 divisiones desde el Frente Oriental al Occidental para lanzar su gran ofensiva, “la definitiva”, sobre el río Somme, en Flandes y Champagne.
Aunque sus tropas llegaron a solo 120 kilómetros de París, la contraofensiva del general Ferdinand Foch, que comandaba las fuerzas conjuntas franco-estadounidenses, paró en seco a los alemanes. La Triple Alianza perdió allí la guerra, pero bien podría haberla ganado. ¿Qué habría ocurrido entonces?
Se conoce como ‘Punto Jonbar’ a un acontecimiento histórico relevante a partir del cual la historia podría haber seguido otros derroteros. En la Gran Guerra, ese punto de ucronía hay que fijarlo en aquel verano de 1918, cuando Ludendorff estuvo a punto de conquistar París para el II Reich del káiser Guillermo.
Una Europa muy distinta
La Europa resultante habría sido muy distinta con la victoria alemana; pero no forzosamente peor. Según el periodista de The Guardian Martin Kettle, quizás la historia europea posterior no habría resultado tan letal si estadounidenses, británicos y franceses hubieran sucumbido en el Somme.
La Alemania unificada por Bismarck era conservadora y militarista, pero también las ideas socialdemócratas estaban ampliamente extendidas entre sus trabajadores e interiorizadas por la sociedad germana y el Imperio Austrohúngaro. La realidad es que el Segundo Reich coexistía con un movimiento obrero tan fuerte como reformista y antirrevolucionario. Nunca sabremos que habría sido de Rosa Luxemburgo si Alemania no hubiera perdido la guerra.
¿Qué acuerdo de paz habría impuesto el Káiser a sus vencidos? Seguro que no tan duro como el Tratado de Versalles: Alemania no acabó de pagar las reparaciones de guerra hasta 2010 y la dureza de Versalles fue, sin duda, uno de los desencadenantes del ultranacionalismo que aupó a los nazis al poder en 1933.
Y sin Hitler no habría habido II Guerra Mundial. Ni Holocausto, ni conflicto en Oriente Medio, pues lo más probable es que nunca se hubiera creado el Estado de Israel.
En esa Europa dominada por Alemania, quizás el fascismo habría tenido más posibilidades de germinar en Francia, por la misma razón que triunfó en una Alemania humillada y “apuñalada por la espalda”. Pero lo habría tenido más difícil: Francia es un país de honda tradición republicana, donde las ideas totalitarias habrían tenido menor penetración; y, aunque se hubiera alzado un régimen dictatorial –algo bien factible, como se vio en Vichy–, este habría tenido escaso poder militar. Su acero y carbón estarían en manos alemanas, controladoras de Alsacia y Lorena.
Tras la guerra, Gran Bretaña habría perdido parte de su flota y renunciado a su hegemonía en Oriente y no habría logrado impedir la independencia de la India. El Imperio Británico se habría disuelto y el Reino Unido habría acabado siendo una modesta nación socialdemócrata.
El presidente norteamericano Wilson habría enviado tropas a Europa, pero la victoria alemana en París habría precipitado su retirada. EE. UU. habría seguido siendo una potencia de primer orden pero, a buen seguro, habría practicado una política más aislacionista, sin implicarse en conflictos internacionales. Claro que podría haber librado una guerra con Japón, pero sin las dimensiones que esta acabó alcanzando en 1941.
¿Y la Unión Soviética? Habría sido la misma gran potencia, pero a Alemania no se le habría pasado por la cabeza invadirla. En fin, no habría habido II Guerra Mundial y tampoco Guerra Fría. No está tan mal.
Cortesía de Muy Interesante
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