Este fue el papel de las mujeres en la propaganda bélica de la Guerra Civil española: de víctimas a artistas

El 98 tenía pene. Un montón de hombres muy hombres, que lucían los atributos del momento –barbas, bigotes, bastones, corbatas, pajaritas y corbatines–, fueron los encargados de repensar España. No hay mujeres en la nómina consabida que empieza en Azorín y acaba en Zuloaga. La compleja influencia de Emilia Pardo Bazán es una excepción a una regla que se rige por la estética de Romero de Torres, gran experto en mujeres, hasta el punto de ser jurado en el concurso de belleza de Blanco y Negro de 1924. El cordobés, al igual que el resto de su generación, pintó mujeres bellísimas que son objetos para narrar historias.

Llevar el relato visual al escrito es toparse con una literatura de hombres, desde los ensayos de Unamuno a las novelas de Valle-Inclán. La protagonista de la ópera de Albéniz Pepita Jiménez, estrenada en 1895, es una niña casada a la fuerza que vive una historia de amor romántico cuyo destino marcan hombres que se baten en duelo.

La Generación del 27 sí tuvo una nómina extensa de mujeres con la cartagenera Carmen Conde, María Zambrano, Rosa Chacel, Concha Méndez, María Teresa León o Margarita Nelken; todas vivirán la Guerra Civil. Los hombres de este grupo son muy distintos a los del 98, como es distinta la aceptación de la sexualidad. En los círculos progresistas se está imaginando una España de futuro en la que la mujer tiene un papel que la historia le ha negado.

Retrato coloreado de la escritora y política española Margarita Nelken. Foto: Wikimedia Commons.

En 1927, pese a este cambio de actitud en la intelectualidad, socialmente la mujer sigue dentro de un corsé asfixiante, de manera que cuando Maruja Mallo y Margarita Manso, con Salvador Dalí y Federico García Lorca, salen a pasear por la Puerta del Sol y deciden quitarse el sombrero, son apedreadas.

En el contexto de la dictadura de Primo de Rivera, este hecho protagonizado por las ‘Sin sombrero’ –mujeres cultas, intelectuales, artistas y escritoras– tuvo una relevancia creciente que marcó el cambio de actitud que se debía producir. En cierta forma, el verso de Machado “hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza / entre una España que muere / y otra España que bosteza” es una premonición inversa. La que el poeta pensaba que moría estaba velando armas y la que bostezaba iba a morir en 1939.

Cuando estalla la Guerra Civil se rompe este proyecto de modernidad, pero surge otra situación nueva, y es la participación de la mujer en la guerra (algo ancestral), aparejada a su utilización en la propaganda de la época mediante la fotografía. El arte se pone al servicio de una causa, como siempre ocurre, y se desarrolla una batalla propagandística que, en la distancia del tiempo, resulta bellísima cuando uno consigue abstraerse de la realidad que oculta. Hay dos puntos esenciales en esta guerra estética paralela a la militar: fotografía y cartelismo, pero todo parte del arte de su tiempo.

Cartel de propaganda en Barcelona llamando a las mujeres a la milicia
En esta fotografía tomada en las calles de Barcelona en 1936, vemos un cartel de propaganda en el que una miliciana llama a inscribirse en el esfuerzo de guerra. Fue dibujado por Cristóbal Arteche, que ya había trabajado para las izquierdas catalanas durante los primeros años de la República. Foto: Getty.

Arte y propaganda

Si volvemos a la comparación en cuestiones de género entre la Generación del 98 y la del 27, en el campo del arte apreciamos un cambio a todas luces insuficiente desde la óptica actual, pero notable. Si en el listado de la primera los hombres lo copan todo, en la segunda encontramos, dentro de una nómina notable, a tres mujeres extraordinarias: Maruja Mallo, Remedios Varo y Ángeles Santos. Es una afirmación ridículamente limitada; de hecho, hay otras individualidades femeninas destacables como la pintora murciana Sofía Morales, pero, como ocurre con esta última, viven en una realidad paralela al mundo oficial del arte, al mercado y, por supuesto, a la sociedad de la época.

Para entender el paradigma de mujer en las dos Españas, pensemos en las dos mujeres más poderosas. En la República fue Federica Montseny, la primera mujer que llegó a ministra en España y una de las primeras de Europa: firmó unas 50 novelas y llevó la cartera de Sanidad y Asistencia Social en el gobierno de Largo Caballero durante siete meses (noviembre 1936-mayo 1937). Para que lo entendamos fácilmente: fue la responsable de los hospitales durante la guerra y luchó durante toda su vida contra el franquismo, desde el exilio hasta su muerte en 1994. En el bando sublevado la mujer más poderosa fue Carmen Polo, esposa del generalísimo.

Cuando estalló la Guerra Civil, la idea de una mujer artista y sin sombrero seguía siendo insoportable para parte de la sociedad, pero los caminos se abrían, en un ambiente en el que el viaje a París era frecuente en una España que iba abandonando los horrendos datos de analfabetismo de las décadas anteriores. La modernidad se iba instalando en los núcleos urbanos a la velocidad que mejoraban las comunicaciones y Maruja Mallo pudo viajar con una ayuda a París para relacionarse con André Breton, motor del surrealismo, Max Ernst, De Chirico, Miró, Arp, Picasso

La tierra, obra de la artista Maruja Mallo
Maruja Mallo, mujer tremendamente apasionada, atrevida e innovadora, fue una de las artistas más originales, polifacéticas y representativas de la vanguardia española. Sin embargo, ha sido ignorada en el panorama de nuestro arte. En la imagen, La tierra, obra pintada por la artista lucense en 1942. Foto: Álbum.

Esta joven gallega desarrolló la más intensa versión del surrealismo en España junto a otra mujer, Remedios Varo. Mallo se exilió ayudada por Gabriela Mistral, entonces embajadora de Chile: pasó a Portugal y de allí a América Latina (de Buenos Aires a Montevideo, Santiago de Chile y luego México). Casi toda su producción de antes de la guerra se había perdido y ella regeneró su lenguaje trabajando también en escenografías. El franquismo la había borrado; su nombre era conocido por pocos cuando regresó en 1962.

En 1982 recibió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes y posó, exultante, unos meses después con Andy Warhol en la exposición madrileña del neoyorquino. Hoy su figura se populariza gracias a Pedro Almodóvar, que da a un cuadro de Mallo en su colección un papel dentro del reparto de Dolor y gloria.

Remedios Varo, otra gran maestra por reconocer, tiene una vertiente publicitaria que nos resulta interesante. Su obra y vida, desde Madrid y Marruecos a la Barcelona republicana, le propicia la amistad de Benjamin Péret. Como componente del grupo Logicofobístico mantuvo contacto con otra mujer casi olvidada, la poeta Nadia Sokolova, de origen ruso y partícipe de aquella Barcelona libertaria de los años 30. En París conoció a Breton y el resto del grupo surrealista. El exilio la llevó a México, donde diseñó trajes y colaboró con Leonora Carrington. Varo generó un arte bajo el influjo rotundo del psicoanálisis que la convierte en una de las grandes surrealistas europeas; tanto que, a su muerte, Bretón escribió: “El surrealismo reclama toda la obra de una hechicera que se fue demasiado pronto”.

Ángeles Santos, catalana como Varo, pintó a los 18 años Un mundo, uno de los cuadros emblemáticos del MNCARS. Ese extraño planeta cúbico de enorme tamaño, obra maestra del arte español en la modernidad, es un reflejo del desarrollo intelectual de una mujer que compartió ideas con García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Gómez de la Serna. Al acabar la Guerra Civil, opta por quedarse en España mientras que su marido se exilia en París. Sola, con una hija recién nacida, comienza una andadura como maestra en un colegio y mantiene, contra todas las circunstancias adversas, una postura heroica en tiempos difíciles.

Este gran óleo titulado Un mundo causó honda impresión en los medios intelectuales cuando se expuso en el Salón de Otoño de Madrid de 1929. Foto: Álbum.

La mujer en la imagen de los dos bandos

La mujer es tema central en el cartelismo bélico en los dos lados. Partimos de una idea, y es que en el bando republicano es la heroína y en el sublevado la esposa y madre paciente, pero antes hemos de entender que el hombre es el protagonista casi siempre. Tal vez sea más interesante buscar en la propaganda de la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA) para descubrir que, incluso en este ámbito, la mujer es masculinizada.

Cartelismo, una guerra paralela
Sobre estas líneas, a la izquierda, litografía en color de 1938 diseñada por Salinas que reza: “Ha entrado la España de Franco”; a la derecha, cartel del Partido Comunista, de autor anónimo (1937). Fotos: Álbum.

Cuando irrumpe la maquinaria bélica, las imprentas que tiraban los carteles de toros y ferias se reconvierten y comienzan un trabajo fuertemente marcado por Josep Renau, uno de los grandes maestros universales del diseño gráfico. Bajo el peso de la ideología, se plasman visiones en las que el enemigo es malvado. Partiendo de esa premisa, podemos decir que esta propaganda gráfica es una de las cimas del diseño.

Las mujeres anarquistas se muestran especialmente combativas, pero serán retiradas por Largo Caballero del frente en 1936. En una excelente investigación de María Gómez Escarda se alude al “mensaje eugénico a las mujeres” con el que el doctor anarquista Félix Martí pedía retirarlas del frente porque podría “ayudar a a reservar la energía para el esfuerzo bélico; así el deber de las mujeres sería facilitar la continencia, la disciplina sexual y la armonía en las relaciones eróticas”. Sobran las palabras.

La mujer es castrada en este conflicto y comienza una batalla de imagen en la que la prensa representa con especial intensidad a las víctimas infantiles y femeninas. Son fotografías espantosas, en las que la víctima siempre está abajo mientras el malvado asesino ataca desde arriba: son los bombardeos y sus víctimas indiscriminadas.

Cartel republicano que presenta a una mujer y un niño bajo un bombardeo enemigo, en el Madrid de 1937. Foto: Getty.

En el cartelismo a partir del 37, las antiguas heroínas viriles se metamorfosean en viudas atemorizadas o asesinadas por bombas que llevan la esvástica dibujada. A priori, el bando republicano muestra una actitud progresista frente a la objetualización de la mujer –que tenía voto solo desde 1931–, pero finalmente se convierten ambas en un elemento manejado por hombres que dirigen una guerra en la que la mujer es una fuerza secundaria… salvo en la batalla de la propaganda, claro.

Cortesía de Muy Interesante



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