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No es un buen momento entre los principales partidos de la oposición. El fin de semana no solo fue muy evidente la diferencia entre Alejandro Romero Cárdenas y Jorge Romero por la tensión con la Casa Blanca – el dirigente tricolor criticó fuertemente al Gobierno -, sino que además se disolvió el Frente opositor en Veracruz luego de que el PAN no aceptara que el PRI pusiera candidatos en alcaldías como Coatzacoalcos.
Alito está convencido de que Romero ha emprendido una trayectoria hacia la confluencia con MC con el objetivo de aglomerar a todo el voto de clases medias y dejar de lado al PRI, que es el partido con el que MC tiene sus principales fobias.
Es entendible: el campechano entiende que MC está controlado desde Palacio Nacional y en las últimas horas señaló lo ocurrido con el partido naranja al momento de votar las leyes de reforma del Infonavit.
Respecto al PAN, cree que Romero está muy condicionado para ser opositor por la amenaza de la 4T de investigar a fondo todo lo referido al llamado “cartel inmobiliario”.
El problema es que sin alianza opositora el PRI podría encaminarse, en la elección intermedia, a ser ya un partido minúsculo y se repetiría la secuencia del PRD: Alito jugaría el papel de Jesús Zambrano, que terminó por enterrar al Sol Azteca.
No hay buen ánimo en Avenida Insurgentes. Este año no se espera ninguna buena noticia electoral, ni en Veracruz ni en Durango, y el proceso de cambiar la marca y la imagen del PRI quedó suspendido. Una consultora contratada por Alito le dijo que el PRI es una marca con un nivel de conocimiento similar al de la Coca-Cola, además, le recomendaron dejar de lado el cambio de aspecto porque sería un error perder los colores de la bandera.
Cortesía de La Política Online
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