Zombis: descubre el origen del mito y su relación con la religión y el folclore

Se pueden haber visto todas las temporadas de The Walking Dead, la película de Guerra Mundial Z (2013) y las de 28 días después (2002) y 28 semanas después (2007), devorado novelas y cómics sobre el tema –sobre todo, cualquiera aparecida en los últimos diez años– y seguir sin tener ni idea de lo que es un zombi. Lo que vemos triunfar en el mundo de la ficción y mostrarse como una mina inagotable para la literatura, las series, el cine y los cómics responde a unos orígenes salidos de la pura invención.

El mito original es también terrorífico, pero de una manera muy diferente a la de los cadáveres que atacan en masa con un gusto desenfrenado por la carne humana. Un zombi no come carne humana. Un zombi ni siquiera es sanguinario, ni necesariamente malvado. Será lo que su amo quiera que sea. Porque los zombis son espíritus vacíos, resucitados por medio de la magia, y sujetos a las órdenes del hechicero que los trajo de vuelta a este mundo.

Haití y los zombis: sus orígenes, en África

El epicentro del culto a los muertos vivientes es, sin duda, la isla de Haití, aunque el mito no es exclusivo ni originario de ella: llegó allí en el siglo XVI junto con los cargamentos de esclavos importados desde África Occidental, muchos de ellos miembros de la tribu yoruba, cuya religión fue la semilla de la que germinarían religiones propias de Centroamérica, como la santería, el candomblé y el vudú –la más relacionada con el mundo de los zombis–.

Estas fueron una mezcla de los cultos originarios de África y de la conversión al catolicismo que ordenaban los franceses establecidos en las colonias americanas, una adaptación que fue tomando forma a través del tiempo mediante el instinto y las costumbres. De África procedería también la palabra misma, como parecen indicar términos como ndzumbi, que significa ‘cuerpo’ en la lengua de los mitsogos, o nzambi, que quiere decir ‘espíritu de un muerto’ en idioma bakongo.

Zombis: descubre el origen del mito y su relación con la religión y el folclore. Imagen: Gemini.

La relación con el vudú

El vudú es el culto que crea a los zombis, pero no el vudú en sí, que, pese a su mala fama entre occidentales y al espectáculo muchas veces estremecedor que suponen sus rituales, se utiliza originariamente para el bien de la comunidad. De ello se encargan sus sacerdotes, bien de sexo masculino –llamados houngan–, bien de sexo femenino –mambo–.

Tras el fallecimiento de una persona, su alma descansa durante un tiempo en el fondo de un río, hasta que el houngan la recupera y la deposita en una jarra sagrada, donde se convertirá en un espíritu ancestral que protegerá a su familia. Pero si no se lleva a cabo esta ceremonia, el alma puede caer en malas manos y el cuerpo vacío de la misma terminar convertido en zombi, sobre todo si interviene un bokor, un hechicero del vudú que practica tanto la magia blanca como la negra.

Uno de los procedimientos para crear un zombi comienza cuando la víctima elegida por el brujo está todavía agonizando. Por la noche, el hechicero ensilla un caballo y lo monta al revés, mirando hacia la cola del animal; de este modo cabalga hasta la casa del moribundo. Allí busca una grieta en la puerta o en las paredes, y, pegando sus labios a ella, le succiona su grosbon- ange –la fuerza vital de su alma– y la aprisiona en una botella.

Mano de obra zombi

Una vez que la víctima ha fallecido, en la medianoche de su entierro el bokor entra en el cementerio, abre el ataúd y llama al muerto por su nombre. Cuando este levanta la cabeza, coloca la botella bajo su nariz y el cadáver es reanimado. Tras sacarlo, el hechicero le encadena las manos y lo golpea en la cabeza para terminar de despertarlo.

Por último, vuelve a cerrar la tumba para que nadie se dé cuenta de la profanación. El bokor y sus ayudantes pasan entonces con su víctima por delante de su antigua casa, para asegurarse de que no la reconoce y nunca tenga la tentación de regresar a ella. Se le lleva a continuación a un templo, o a la casa del brujo, donde se le administra una poción que termina de atarlo a la voluntad del hechicero.

A partir de ese momento, el zombi no tiene voluntad propia y se le puede utilizar para realizar todo tipo de tareas sencillas y monótonas. Una de ellas, por ejemplo, trabajar recolectando caña de azúcar, muy abundante en la isla. También son numerosos los relatos sobre dueños de plantaciones con muy pocos escrúpulos que recurrían a los bokor para que les suministraran mano de obra por esta vía.

El enemigo en casa

Y existen otras historias aún más sobrecogedoras. Por ejemplo, acerca de cabezas de familia que iban ofreciendo al bokor las almas de sus familiares como pago por los servicios que este aceptaba prestarles. Como cabe esperar en una narración truculenta de este tipo, cuando ya no le quedaban parientes para sacrificar, el propio cabeza de familia se convertía en la última víctima del hechicero.

Zombis: descubre el origen del mito y su relación con la religión y el folclore
Zombis: descubre el origen del mito y su relación con la religión y el folclore. Imagen: Gemini.

Odio y venganza

Otros motivos que provocaban la transformación de un muerto en zombi eran tan tradicionales como el odio o la venganza. Uno de los mejores libros sobre este culto es Voodoo in Haiti (El vudú en Haití), escrito en 1958 por Alfred Métraux, antropólogo suizo que visitó la isla en tres ocasiones en los años cuarenta, la última como delegado de la Unesco.

Habló con todo el mundo, se introdujo en la cultura del vudú, asistió a varias ceremonias rituales y recogió leyendas muy populares de zombis: una tenía como protagonista a una muchacha que se negó a entregarse a un bokor; en consecuencia, este la maldijo y le provocó la muerte. El ataúd donde fueron a enterrarla era demasiado pequeño, por lo que hubo que doblarle el cuello para que cupiera. Mientras lo estaban haciendo, una de las velas colocadas al lado se cayó y quemó uno de sus pies.

Años después, se dijo que se había visto a la chica fuera de la tumba, reconocible por su cuello torcido y su pie quemado. Se comprobó que el bokor la había convertido en una zombi y la tenía como su sirvienta, hasta que le obligaron a liberar su espíritu.

Otros relatos de zombis

Otros cronistas son algo menos fiables, como es el caso de William Seabrook (1884-1945), periodista, viajero, escritor y aficionado al ocultismo, al alcohol y a adornar sus relatos todo lo posible. En 1927 escribió La isla mágica, donde narraba su estancia en Haití.

En el libro contó la historia de un grupo de zombis que trabajaban para un bokor llamado Joseph, cuya esposa se ocupaba de cuidarlos. Un día, por equivocación, les dio de comer bizcochos salados; se le había olvidado que nunca debe suministrarse sal a un zombi, pues le recuerda a la sangre y le hace cobrar conciencia inmediata de su condición. Fue lo que ocurrió con todos ellos, que se dirigieron en masa al cementerio, apartando violentamente a todos los que se interponían en su camino. Una vez allí, cada uno buscó su antigua tumba y comenzó a cavar para regresar a su lugar de reposo, pero al intentarlo se convirtieron en carroña.

Sin embargo, la historia más espectacular de Seabrook fue su testimonio de haber hablado con un zombi que se encontró mientras recorría con su guía un campo de labor: “Los ojos eran lo peor. Eran sin duda como los de un hombre muerto. No ciegos, sino fijos, desenfocados. El rostro entero era igualmente perturbador. Estaba vacío, como si no hubiera nada detrás de él. Parecía no tanto inexpresivo como incapaz de expresarse. […] Me recuperé de mi ataque de pánico y cogí una de sus manos mientras le decía bonjour, compère [en español, ‘buenos días, amigo’]. El zombi se quedó quieto, sin responder”.

El dictador y los zombis

La creencia en los zombis y el vudú puede parecer absurda en Occidente, pero en sus países de origen sigue estando muy presente en pleno siglo XXI. No hay que olvidar que el dictador de Haití François Papa Doc Duvalier (1907-1971) la usó como amenaza contra sus opositores, para asegurarse la sumisión total de su pueblo.

Antes de convertirse en presidente, había publicado numerosos artículos sobre vudú y se comentaba que era toda una autoridad en la materia. Se dice que, tras su muerte, se estableció una vigilancia permanente en su tumba para asegurarse de que ningún hechicero vengativo se hacía con su cadáver y lo convertía en zombi en un acto de sobrenatural justicia poética.

Una magia que somete con venenos y drogas

A la hora de buscar una explicación científica al fenómeno zombi, los escépticos apuntan a que este se debe a una manipulación llevada a cabo por los bokor. Al espectáculo subyugador que suponen los ritos del vudú hay que añadir la utilización probada de venenos –algunos letales y otros incapacitadores– y sustancias alucinógenas, lo que podría explicar el proceso de zombificación: la víctima queda paralizada durante varios días y, cuando revive, su cerebro ha quedado afectado por los preparados administrados durante su letargo para convertirlo en esclavo del bokor –o hechicero–.

Una conocida historia de zombis en Haití podría confirmar involuntariamente esta teoría: en 1909, unas chicas aseguraron haber visto en Puerto Príncipe a una amiga suya, Marie, que había muerto años atrás. Se comprobó que estaba bajo la influencia de un bokor, pero antes, cuando se abrió el ataúd, se encontró en él un esqueleto demasiado grande para ser el de una muchacha. La única razón que explica que el hechicero colocara otro cuerpo en la tumba es que Marie nunca la ocupó… porque nunca llegó a morir realmente.

Llega su popularización

El interés por los cultos haitianos había comenzado a principios del siglo XX, cuando Estados Unidos ocupó la isla en 1915, más de un siglo después de que se convirtiera en la primera república negra independiente del mundo. Desde el año 1804, se contaban sobre el país todo tipo de historias horripilantes, con canibalismo, sacrificios humanos y ritos diabólicos incluidos.

Obviamente, los estadounidenses no consiguieron acabar con el vudú, pero sí propiciaron su popularización, y la de los zombis casi como efecto colateral. Y es significativo que las primeras películas de Hollywood donde estos aparecieron –La legión de los hombres sin alma (1932), Yo anduve con un zombi (1943) o Woodoo man (1944)– los presenten siempre según la tradición del folclore, como criaturas sometidas a la voluntad de un ser malvado, a veces un hechicero y otras, por enlazar con otra tradición de Hollywood, un científico loco.

Zombis: descubre el origen del mito y su relación con la religión y el folclore
Zombis: descubre el origen del mito y su relación con la religión y el folclore. Imagen. Leonardo.

Redefiniendo a los zombis

¿Pero entonces de dónde sale la versión moderna que conocemos todos de los muertos descompuestos y tambaleantes aficionados a la carne humana? La culpa la tuvo la película La noche de los muertos vivientes (1968), dirigida por el estadounidense George A. Romero, quien se sacó de la manga el nuevo patrón.

Resulta llamativo que la palabra zombi no se use ni una vez en toda la película –por cierto, tampoco la emplean en The Walking Dead, donde reciben el nombre de caminantes– ni se dé ninguna explicación de su existencia. Son caníbales solo porque a Romero y sus guionistas les pareció adecuadamente horrendo. Pero el éxito de la cinta fue tal que todas las ideas previas basadas en la religión, la leyenda y el folclore quedaron inmediatamente olvidadas.

A partir de entonces, las narraciones sobre zombis se han basado únicamente en las reglas establecidas por aquella película de bajo presupuesto. Probablemente el único lugar del mundo donde no sientan ningún escalofrío al verlas sea en las zonas donde el vudú y la creencia en los zombis ancestrales están firmemente asentados.

Cortesía de Muy Interesante



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