El fuerte deseo de independencia de Groenlandia y cómo se deshizo la idea de que Dinamarca fue el “imperialista más amable del mundo”

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  • Autor, Peter Harmsen
  • Título del autor, BBC News

En una colina arriba de la Catedral de Nuuk se alza una estatua de más de 2 metros de altura del misionero protestante Hans Egede. A comienzos del siglo XVIII, fue él quien reavivó los lazos de Groenlandia con el norte de Europa y sentó las bases para el establecimiento de la posesión colonial más preciada de Dinamarca.

Un día, a finales de la década de 1970, la figura de bronce apareció de repente cubierta de pintura roja.

Recuerdo bien ese día; pasaba junto a la estatua todos los días en mi caminata hacia la escuela. Pasé dos años viviendo en Groenlandia mientras mi padre enseñaba geografía en el colegio de Formación de Profesores de Nuuk.

Era evidente que no todos entre la mayoría inuit -indígenas de las regiones árticas de América del Norte- estaban contentos con los cambios que Egede había traído a Groenlandia un cuarto de milenio antes.

El tintineo de las botellas de cerveza en las bolsas de plástico que portaban a casa los inuit -por lo general a apartamentos mucho más pequeños que los de los daneses-, era un testimonio del alcoholismo generalizado. Ese era uno de los males que Dinamarca había introducido en Groenlandia, junto con muchas otras cosas innegablemente positivas: una salud moderna, una buena educación.

Pero aparte de la estatua cubierta de pintura, el sueño de una Groenlandia independiente de Dinamarca apenas empezaba a manifestarse.

Vista del glaciar Skinfaxe en la costa del Rey Federico VI, en el sureste de Groenlandia

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En el colegio de Formación para Profesores, justo al lado de mi escuela, se estaba desarrollando lo más cercano que Groenlandia tuvo a un movimiento estudiantil radical: algunos jóvenes de la escuela exigían que se les enseñara en su lengua nativa, el groenlandés.

A finales de la década de los 70, la capital pasó a llamarse Nuuk, dejando atrás su nombre oficial de hacía más de dos siglos; Godthaab.

Ahora, décadas después, el cambio está en marcha una vez más, ya que Donald Trump tiene la mirada puesta en tomar el control de la isla más grande del mundo.

Consultado en enero sobre si descartaba usar fuerza militar o económica para tomar el control del territorio autónomo danés o el Canal de Panamá, Trump respondió: “No, no puedo asegurarlo en ninguno de los dos casos. Pero puedo decir esto; los necesitamos por seguridad económica”.

Más tarde, en el Air Force One, declaró a los periodistas: “Creo que lo vamos a conseguir”, y añadió que los 57.000 habitantes de la isla “quieren estar con nosotros”.

La pregunta es: ¿quieren?

Por su parte, la Primera Ministra danesa, Mette Frederiksen, insistió en que Groenlandia no está en venta. “Groenlandia pertenece a los groenlandeses”, dijo. “Son los propios groenlandeses quienes tienen que definir su futuro”.

Entonces, ¿cómo quieren los habitantes de la isla que sea ese futuro? Y si no pasa por formar parte del reino de Dinamarca, ¿cuál es la alternativa?

Tensos lazos con los daneses

Una encuesta realizada entre los groenlandeses sugirió que solo el 6% desea que su país forme parte de Estados Unidos, con un 9% indeciso y un 85% en contra. Pero a pesar de esto, Frederiksen sabe que la cuestión de lo que los groenlandeses quieren es delicada.

Tradicionalmente, los daneses se han visto a sí mismos como los imperialistas más amables del mundo desde que comenzaron a colonizar Groenlandia en la década de 1720.

Sin embargo, esta autoimagen se ha visto erosionada en los últimos años por una serie de revelaciones sobre el autoritarismo con el que trataron a la población de la isla en el pasado.

En específico, ha habido informes de graves injusticias cometidas contra los groenlandeses, no en un pasado lejano, sino dentro de la memoria viva.

Esto incluyó una controvertida campaña de anticonceptivos a gran escala. Una investigación conjunta de las autoridades de Dinamarca y Groenlandia está examinando la colocación de dispositivos intrauterinos (DIU) en mujeres en edad fértil de la isla, a menudo sin su consentimiento o incluso sin que lo supieran.

Se ha denunciado que esto ocurrió a casi la mitad de todas las mujeres de la isla en edad fértil entre 1966 y 1970.

Un grabado muestra un asentamiento danés al sur de Groenlandia en 1853.

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En diciembre pasado, el primer ministro groenlandés, Múte Egede, describió eso como un “genocidio directo perpetrado por el Estado danés en contra de la población de Groelandia”.

Hizo el comentario mientras hablaba con la Corporación Danesa de Televisión, en una entrevista que trataba en términos generales sobre las relaciones entre Groenlandia y Dinamarca.

Además, durante las décadas de los 60 y 70, cientos de niños de la isla fueron separados de sus madres, usualmente por motivos dudosos, para ser criados por padres de acogida en Dinamarca. En algunos casos, esto ocurrió sin el consentimiento de las madres biológicas, y en otros, no fueron informadas que los lazos con sus hijos se cortarían por completo.

Esto dejó una herida emocional profunda que sigue sin sanarse décadas después. Algunos de los niños groenlandeses adoptados pudieron más tarde rastrear a sus padres biológicos, pero muchos otros no.

Un pequeño grupo exigió una compensación al Estado danés en 2024. Si tienen éxito, podría allanar el camino para un gran número de reclamaciones similares por parte de otros adoptados.

Iben Mondrup, una novelista nacida en Dinamarca y que pasó su infancia en Groenlandia, ve los últimos eventos como una grosera llamada de atención para los daneses, acostumbrados a considerarse una influencia benigna en Groenlandia.

“Toda la relación se ha basado en una narrativa de que Dinamarca ayudaba a Groenlandia sin recibir nada a cambio”, afirma.

“Hemos hablado de Dinamarca como la madre patria que acogió a Groenlandia bajo su protección y le enseñó poco a poco a valerse por sí misma. Se ha generalizado el uso de metáforas educativas”.

“Los daneses volvemos constantemente a la idea de que Groenlandia nos debe algo, al menos gratitud”.

“Groenlandia ya ha madurado”

Las encuestas de opinión realizadas en los últimos años indican un patrón bastante consistente en el que alrededor de dos tercios de la población de Groenlandia dice que quiere ser independiente. Una encuesta realizada en 2019 mostró un apoyo del 67,7% para este movimiento entre los adultos groenlandeses.

Jenseeraq Poulsen, director de Oceans North Kalaallit Nunaat, una organización benéfica ambiental en Nuuk, dice: “Desde mi punto de vista, Groenlandia ya ha madurado, y nuestro sentido de autoestima y nuestra autoconfianza requieren que podamos empezar a tomar nuestras propias decisiones como adultos, en igualdad de condiciones con otras naciones”.

“Es importante para un país no estar en un corsé”, agrega.

“No deberíamos tener que pedir permiso para hacer nada, ¿sabes lo que se siente (como niño) cuando tienes que pedirle algo a tus padres y te dicen que no puedes? Así es como se siente”.

Una imagen muestra las casas de colores características de Groenlandia

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Para Poulsen, sin embargo, aún así la palabra “independencia” puede no capturar plenamente la complejidad de los desafíos y opciones que Groenlandia enfrenta.

Dice que no le gusta la palabra “ya que todos somos interdependientes en el mundo moderno”.

Y añade: “Incluso Dinamarca, que es un Estado soberano, es interdependiente… Prefiero la palabra statehood (categoría de Estado)”.

Ingredientes para la independencia

No se sabe mucho sobre la mecánica de cómo Trump propone adquirir Groenlandia. Cuando planteó la idea por primera vez en 2019, dijo que sería “esencialmente un gran acuerdo inmobiliario”.

No está claro hasta qué punto Groenlandia seguiría siendo autónoma bajo el dominio estadounidense. Tampoco cómo funcionaría su sistema de prestaciones.

Tras la propuesta de comprar la isla, Trump ha redoblado su retórica, aparentemente abierto a satisfacer sus ambiciones territoriales en el Atlántico Norte por medios militares.

La visita de Donald Trump Jr y miembros del equipo de su padre agregaron un énfasis visual a las palabras del entonces presidente electo, pero no todos en Groenlandia quedaron maravillados.

“Eso nos hace aferrarnos a nuestra posición y decir: ‘Por favor, contrólate'”, afirma Janus Chemnitz Kleist, responsable de informática del gobierno de Groenlandia.

“Algunas personas que antes podían tener una actitud positiva hacia el estrechamiento de lazos con Estados Unidos han empezado a reconsiderarlo”.

Aaja Chemnitz, parlamentaria danesa del partido de izquierdas Inuit Ataqatigiit, tiene su propia opinión sobre lo que hay que hacer para allanar el camino hacia la independencia, sea cual sea la forma que adopte.

En primer lugar, afirma que es importante invertir lo que describe como una leve fuga de cerebros de Groenlandia. Según ella, sólo el 56% de los jóvenes groenlandeses que estudian en universidades e institutos de Dinamarca y otros países regresan al terminar sus estudios.

“No es una cifra muy alta. Sería bueno que les resultara más atractivo volver a casa y ocupar algunos de los puestos importantes en la sociedad groenlandesa”, afirma.

Pero, en su opinión, también hay una cuestión económica más amplia.

La economía de Groenlandia depende fuertemente de las subvenciones danesas.

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“La independencia política y económica están interconectadas”, dice, “y es crucial que cooperemos con Dinamarca en el desarrollo de negocios en Groenlandia, pero también con los estadounidenses en la extracción de materias primas y el desarrollo del turismo”.

Actualmente, la economía groenlandesa depende fuertemente de los llamados “block grant“, una subvención pagada por el gobierno danés que en 2024 ascendía al equivalente de unos 480 millones de libras (cerca de 610 millones de dólares) al año.

Como es probable que esta subvención desapareciera tras la independencia, uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los groenlandeses sería encontrar la forma de sustituirla, explica Javier Arnaut, economista de la Universidad de Groenlandia en Nuuk.

“La economía es uno de los principales factores que frenan el movimiento hacia la independencia”, afirma. “La economía depende del ‘block grant’ danés, y si desapareciera, Groenlandia tendría un gran agujero en el presupuesto público que habría que llenar.

“La cuestión es cómo. Si el agujero pudiera llenarse, por ejemplo, aumentando los ingresos fiscales mediante proyectos en minería con nuevos socios, podría surgir un camino más claro hacia la independencia económica”.

El factor bienestar

Hay otra pregunta, no carente de importancia en un Estado de bienestar de estilo nórdico en el que gran parte de la economía está bajo control gubernamental.

¿Qué ocurriría con todas las prestaciones sanitarias y sociales que Groenlandia recibe actualmente como resultado de su relación con Dinamarca?

Actualmente, estas prestaciones incluyen el acceso a tratamiento en hospitales daneses.

Pregunta a los groenlandeses si quieren separarse de Dinamarca, y la mayoría de los que dicen que sí tienen una salvedad: sólo si no les cuesta su sistema de bienestar.

La cuestión de qué ocurriría con el sistema de bienestar sería especialmente grave en caso de que EE.UU. se hiciera con Groenlandia, dado que el Estado de bienestar estadounidense no sólo es menor que el de los países nórdicos, sino que también lo es el de la mayoría de los países occidentales.

Pero no a todos convencen las sugerencias de que los enfermos de cáncer de Groenlandia, por ejemplo, de repente no tendrían adónde ir en caso de independencia. Pele Broberg, exministro de Asuntos Exteriores de Groenlandia y actual presidente del partido político Naleraq, cita como ejemplo a Islandia, que abandonó el reino danés en 1944.

“Islandia sigue enviando pacientes a Dinamarca”, afirma. “Aún tienen estudiantes cursando en Dinamarca y viceversa. Me cuesta ver qué tipo de obstáculos querría poner Dinamarca si decidimos abandonar el reino”.

“Es retórica destinada a asustarnos para que no discutamos sobre la independencia”, argumenta.

Sin embargo, algunos groenlandeses creen que la verdadera independencia puede que nunca se logre debido a estas mismas preocupaciones. Chemnitz Kleist argumenta: “El tipo de independencia que se ve en países como Dinamarca, Bélgica o Angola nunca sucederá aquí”.

“Con una población tan pequeña, parte de ella no bien educada, y con un complejo sistema de bienestar que nos gustaría mantener, nunca podremos llegar a ser independientes en el sentido en que suele entenderse la palabra”.

Las tácticas de Trump

Todos estos asuntos se han discutido por años, pero de repente cobran un nuevo sentido de urgencia con la aparente apuesta de Trump por hacerse con el control de Groenlandia.

Pero más allá de quién se siente en la Casa Blanca, la pregunta es si los groenlandeses verían algún beneficio en elevar los niveles de cooperación con Estados Unidos y, si es así, hasta qué punto.

“El proyecto nacional de Groenlandia consiste en extender la dependencia de la isla para tener el mayor número posible de vínculos con el exterior”, dice Ulrik Pram Gad, investigador del Instituto Danés de Estudios Internacionales y experto en la región del Ártico.

En este contexto, algunos groenlandeses se inclinan por el modelo de “libre asociación” con Dinamarca o EE.UU., que reproduce un acuerdo similar entre EE.UU. y algunas islas del Pacífico.

“El problema es que Groenlandia se siente absorbida por Dinamarca”, afirma Pram Gad. “Su objetivo es sentirse menos constreñida y menos dependiente de un solo país. La libre asociación no es tanto sobre ‘asociación’ sino que mucho más sobre ‘libertad’. Se trata de tener soberanía propia”.

Puede que la amenaza de Trump por tomar el control de Groenlandia haya sido inesperada, pero con el viaje a Nuuk su equipo era muy consciente de que había un hilo del que tirar en un momento en que muchos groenlandeses se plantean su futuro.

Donald Trump Jr. en Groenlandia

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“En los últimos años han surgido todas estas historias y han colocado la narrativa de la modernización bajo una luz diferente. La idea de que Dinamarca perseguía un proyecto altruista en Groenlandia ha quedado en entredicho”, afirma Iben Mondrup.

“El proyecto que se dijo a los groenlandeses que era por su propio bien, en realidad no era bueno para ellos despúes de todo. Esto da pie a todo tipo de reflexiones sobre el estatus de los groenlandeses dentro del reino danés. Añade leña al fuego a las críticas que se han desarrollado en Groenlandia en los últimos años sobre la idea de una comunidad con Dinamarca”.

Noruega, Islandia y Canadá

Pero si no es solo Dinamarca ni solo EE.UU., ¿a quién más puede recurrir Groenlandia? Las encuestas sugieren que la mayoría de los habitantes de la isla preferiría fortalecer la cooperación con Canadá e Islandia. Broberg, presidente del partido, ve con buenos ojos esta idea e incluso suma a Noruega a la ecuación.

“Tenemos más en común con Noruega e Islandia que con Dinamarca”, dice. “Los tres tenemos presencia en el Ártico, a diferencia de Dinamarca. La única razón por la que dejo abierta la posibilidad de una asociación libre con Dinamarca después de la independencia es porque puede tranquilizar a algunos groenlandeses, ya que están acostumbrados a esa relación con Dinamarca”.

Aun así, la pregunta sigue siendo: ¿estarían Canadá e Islandia dispuestos a asumir la responsabilidad de proporcionar los beneficios sociales que los groenlandeses desean? La respuesta casi con certeza sería no.

De este modo, el futuro que se presenta para los groenlandeses es estimulantemente abierto y, al mismo tiempo, desalentadoramente limitado.

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Cortesía de BBC Noticias



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