La Leyenda de La Llorona en los Cuerpos de Agua de Hidalgo

La historia de La Llorona es una de las leyendas más populares de México, pero en Hidalgo
ha tomado matices particulares que la vinculan con sus lagunas, ríos y presas. Se dice que
en diferentes puntos del estado, al caer la noche, se escuchan los lamentos de una mujer
que vaga en busca de sus hijos, generando escalofríos entre quienes aseguran haberla
oído. Su presencia está especialmente ligada a cuerpos de agua como la Presa de la
Estanzuela en Mineral del Chico, la Laguna de Metztitlán y el Río Tula, donde las historias
locales han enriquecido el mito con detalles propios de la región.


Uno de los relatos más conocidos en Hidalgo ubica a La Llorona en la Laguna de Metztitlán,
un lugar rodeado de misterio. Los habitantes de la zona cuentan que, en las noches más
silenciosas, se pueden escuchar susurros y llantos provenientes de la orilla del agua.
Algunos aseguran haber visto la silueta de una mujer vestida de blanco flotando sobre la
laguna, mientras que otros relatan que su reflejo aparece en el agua sin que nadie esté
cerca. Se cree que el alma de una madre que perdió a sus hijos en la laguna sigue vagando
en pena, repitiendo su lamento por la eternidad.


En la Presa de la Estanzuela, cerca de Mineral del Chico, hay testimonios de pescadores y
visitantes que aseguran haber visto figuras extrañas en la bruma nocturna. Se cuenta que,
en el pasado, una mujer desesperada se lanzó a la presa con sus hijos, condenando sus
almas a un destino trágico. Desde entonces, quienes caminan por la zona dicen sentir una
presencia extraña y escuchar un llanto que parece venir del agua. La historia ha sido
transmitida de generación en generación, alimentando el temor y la curiosidad de los locales
y turistas.


El Río Tula también tiene su propia versión de la leyenda. Algunos ancianos de la región
afirman que, en ciertas noches, el llanto de La Llorona se escucha recorriendo el cauce del
río, avanzando con la corriente como si buscara a sus hijos entre las aguas. Se dice que
este espíritu errante se aparece especialmente a quienes caminan solos por las riberas
después de la medianoche, advirtiéndoles sobre el peligro de acercarse demasiado al agua.


Aunque el mito de La Llorona tiene variaciones en distintas partes del país, en Hidalgo ha
encontrado escenarios naturales perfectos para seguir viva en la memoria colectiva. Sus
lamentos siguen resonando en la noche, recordándonos que, entre la historia y la
superstición, siempre habrá espacio para el misterio en los rincones más enigmáticos del
estado.



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