En los últimos años, el núcleo de la Tierra está dando algunas sorpresas. Primero, se descubrió que la esfera metálica que está en el centro del planeta (el núcleo interno) no gira al compás de la rotación de la Tierra. Esa bola ultracaliente de 2.500 kilómetros de diámetro rueda a veces más rápido y a veces más lento que su envoltorio.
Ahora, un estudio publicado en la revista científica ‘Nature Geoscience’ sugiere que el núcleo interno no es ni tan sólo una esfera lisa. Al contrario, podría tener montañas y valles, que se formarían y desharían en cuestión de años.
No hay que preocuparse, pero lo que haga el núcleo terrestre tiene que ver con asuntos de primer orden. Por ejemplo, hasta cuándo la Tierra dispondrá de un campo magnético (generado por ese núcleo) que la apantalla de las destructivas radiaciones que campan por el cosmos.
Aprovechar los terremotos
Para estudiar el núcleo, se aprovecha que las estaciones sísmicas pueden captar ondas que vienen de terremotos que ocurren al otro lado del Planeta. Además, se aprovecha que, en determinados sitios, los terremotos ocurren en “dobletes”: o sea, parejas de seísmos prácticamente idénticos, que se repiten a distancia de años en un mismo sitio.
Las señales sísmicas, captadas al otro lado de la Tierra, han cruzado el núcleo. Las de un doblete deberían ser idénticas entre sí. Si no lo son, quiere decir que algo ha ocurrido en el núcleo que ha resultado en una deformación de la señal más reciente respecto a la más antigua.
Con este método se detectó, hace unas décadas, que el núcleo de la Tierra no se comportaba como el resto del planeta, ya que las ondas de los dobletes no salían iguales. Eso se interpretó con que el núcleo giraba de forma distinta a su envoltorio, y eso deformaba las ondas.
“Primero se vio que giraba más rápido. Luego, se llegó a la conclusión de que hay una especie de oscilación: a veces gira más rápido que el resto de la Tierra, a veces esta lo supera”, explica Jessica Irving, geofísica de la Universidad de Bristol, no implicada en la reciente publicación.
La razón de esta oscilación es doble. Primero, hay una atracción gravitacional entre esa enorme bola y el espeso envoltorio que la envuelve. Segundo, el campo magnético generado por el núcleo también actúa sobre el núcleo interno. “Estos factores oscilan y generan la variación en la rotación”, explica Maurizio Mattesini, geofísico de la Universidad Complutense de Madrid, no implicado en el trabajo.
Rotación y ¿deformación?
El último estudio aprovecha que, alrededor del 2010, la rotación del núcleo interno pasó de más rápida a más lenta: durante un tiempo, el núcleo estuvo alineado con el resto del planeta. En teoría, alrededor de este tiempo no tenían que verse cambios en las ondas.
El trabajo analiza 168 dobletes, que ocurrieron antes y después de 2010 en las Islas Sandwitch del Sur, una zona sísmica cerca de la Antártida. Sus señales se captaron en estaciones en Alaska y en el Norte de Canadá.
Incluso alrededor de 2010, hubo cambios en las señales de los dobletes. Estos cambios no se pueden explicar con una diferencia en la rotación del núcleo respecto al resto de la Tierra. Los autores sostienen que se deben a deformaciones en la superficie del núcleo interno.
En efecto, las anomalías se concentran en las ondas captadas en Canadá y no en las de Alaska. Las primeras son precisamente las que rozan la superficie del núcleo interno, mientras las segundas lo cruzan en todo su volumen. Algo raro debe estar ocurriendo en la superficie.
“Las deformaciones deben ser grandes para que se vean reflejadas en las ondas sísmicas. Además, deben ser rápidas, porque las notamos a distancias de pocos años”, afirma Irving.
El núcleo interno de la Tierra se forma a partir de la solidificación del hierro que viene de la espesa capa de líquido que lo envuelve, el núcleo externo. “Quizás esas deformaciones son el resultado de esa solidificación”, aventura Jordi Díaz, investigador de Geociències Barcelona (Geo3Bcn-CSIC).
Un manto protector
Además de la curiosidad de saber qué ocurre 5.000 kilómetros bajo el suelo, estudiar el núcleo sirve para prever el destino de la Tierra. En concreto, de algo esencial para la vida: es el núcleo lo que genera el campo magnético terrestre, que apantalla la Tierra de una lluvia de nocivas radiaciones provenientes de toda clase de fenómenos cósmicos.
“El núcleo interno crece a un ritmo de 0,5 milímetros al año. A este ritmo, habrá consumido el estrato líquido dentro de unos 2.000 millones de años. Cuando ese estrato no esté, no habrá campo magnético. Ese ritmo, sin embargo, podría verse influido por los nuevos descubrimientos”, advierte Mattesini.
Sin embargo, no hay que alarmarse. Y tampoco sacar conclusiones apresuradas. El cambiante paisaje del núcleo es una vista sugestiva. Pero los datos empleados son cuestionados por algunos geólogos, que sospechan que las ondas estarían deformadas por anomalías del mantel y no del núcleo. “Es difícil distinguir los efectos de la deformación de los de la rotación”, afirma Mattesini.
“La Tierra es un gran experimento que no podemos controlar. Dependemos de los terremotos naturales”, constata Irving. Todos concuerdan en que habrá que esperar años para observar un número suficiente de dobletes en sitios distintos y así despejar dudas.
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Cortesía de El Periodico
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