Un hallazgo arqueológico sorprendente: si trabajas sentado probablemente tengas las mismas dolencias que los escribas del Antiguo Egipto

Los escribas del antiguo Egipto eran la élite intelectual de su tiempo, hombres que dominaban la escritura y la administración en una civilización donde la alfabetización era un privilegio reservado a unos pocos. Pero aunque su labor no era físicamente extenuante como la de los obreros que levantaban pirámides, la rutina diaria de escritura dejó huellas profundas en sus huesos. Un nuevo estudio publicado en Scientific Reports revela que estos escribas, enterrados hace más de 4.000 años en la necrópolis de Abusir, padecieron lesiones esqueléticas asociadas a sus posturas y movimientos repetitivos, similares a las dolencias que hoy afectan a quienes pasan horas frente a un escritorio.

El trabajo que marcó sus cuerpos

La investigación se centró en el análisis de 69 esqueletos de varones adultos que vivieron durante el Imperio Antiguo de Egipto (2700-2180 a.C.). Treinta de ellos fueron identificados como escribas, basándose en la iconografía de sus tumbas y en los títulos que ostentaban en vida. Comparando sus restos con los de otros individuos de menor rango social, los investigadores encontraron un patrón claro: los escribas presentaban un mayor desgaste en la mandíbula, la columna vertebral y las extremidades superiores, signos de un esfuerzo constante en su oficio.

Estos hombres pasaban largas horas escribiendo en papiros, tablillas de madera y fragmentos de cerámica, utilizando un cálamo hecho de junco que debían masticar regularmente para mantener la punta blanda. Esta acción repetitiva dejó su marca en la articulación temporomandibular, la unión entre la mandíbula y el cráneo, donde los escribas mostraban signos de osteoartritis en una proporción mucho mayor que el resto de la población.

Pero el mayor impacto de su trabajo se reflejaba en la postura. La escritura se realizaba principalmente en posiciones poco ergonómicas: sentados con las piernas cruzadas, arrodillados sobre una rodilla o incluso de pie, inclinados sobre su soporte de escritura. Estas posturas, mantenidas durante años, provocaron desgaste en las vértebras cervicales, los hombros y las manos, especialmente en el pulgar derecho, probablemente debido a la constante sujeción del cálamo.

Una estatua de Amenhotep representado como escriba sentado, perteneciente a la dinastía XVIII (aproximadamente entre 1550 y 1292 a.C.), exhibida en el Museo de Luxor, Egipto. La postura inadecuada y la repetición constante de movimientos podrían haber provocado desgaste en sus articulaciones, columna vertebral y mandíbula
Una estatua de Amenhotep representado como escriba sentado, perteneciente a la dinastía XVIII (aproximadamente entre 1550 y 1292 a.C.), exhibida en el Museo de Luxor, Egipto. La postura inadecuada y la repetición constante de movimientos podrían haber provocado desgaste en sus articulaciones, columna vertebral y mandíbula. Foto: Istock

Un reflejo del esfuerzo intelectual

A simple vista, podría parecer que los escribas tenían una vida cómoda en comparación con otros sectores de la sociedad egipcia. No realizaban trabajos físicos extenuantes ni sufrían las lesiones típicas de los obreros que construían templos o transportaban materiales. Sin embargo, el estudio demuestra que su labor también tenía un costo físico significativo.

El desgaste en la columna y la rigidez en el cuello sugieren que pasaban muchas horas con la cabeza inclinada, una postura que sobrecarga las vértebras cervicales y que, en la actualidad, se relaciona con el llamado “síndrome de cuello de texto”, un problema común entre quienes usan dispositivos móviles de forma prolongada. También se encontraron indicios de artritis en las rodillas y los tobillos, lo que sugiere que algunas de las posiciones en las que trabajaban no solo eran incómodas, sino que pudieron haber provocado daño a largo plazo.

Además, la evidencia arqueológica muestra que la mayoría de los escribas eran diestros, lo que explicaría por qué el desgaste esquelético se concentraba en el lado derecho del cuerpo. Desde los hombros hasta los dedos, los signos de esfuerzo repetitivo indican que escribir a mano durante horas, día tras día, tenía un impacto en su salud.

El cráneo de uno de los escribas analizados en el estudio presentaba signos de osteoartritis, además de desgaste y daños en varias áreas de la mandíbula
El cráneo de uno de los escribas analizados en el estudio presentaba signos de osteoartritis, además de desgaste y daños en varias áreas de la mandíbula. Fuente: Brukner Havelková et al. Science Reports (2025)

El arte de escribir y su precio

La cultura egipcia estaba profundamente ligada a la escritura. Los escribas eran esenciales en la administración del estado, registrando impuestos, transacciones y ceremonias religiosas. Sus habilidades eran tan valiosas que su estatus social era superior al de la mayoría de los ciudadanos, y su formación comenzaba desde la infancia en escuelas especializadas, generalmente dentro de los templos.

Sin embargo, aunque su trabajo era intelectual, el estudio demuestra que también implicaba un costo físico considerable. No existían sillas ergonómicas ni mesas ajustables en el Egipto faraónico, y la práctica de escribir durante horas en posturas forzadas terminó pasando factura a sus cuerpos. El desgaste óseo documentado en la investigación sugiere que estos hombres, a pesar de su alto rango, vivieron con molestias y dolores crónicos que probablemente empeoraban con la edad.

Los investigadores han señalado que este estudio es solo el comienzo de un análisis más amplio. Comparar estos hallazgos con restos de escribas de otras épocas y regiones podría ayudar a comprender mejor cómo la escritura y la administración evolucionaron en Egipto, y si las condiciones laborales de estos profesionales mejoraron o empeoraron con el tiempo.

Los esqueletos de los escribas mostraban un mayor desgaste en áreas específicas del cuerpo en comparación con aquellos que no ejercían esta profesión
Los esqueletos de los escribas mostraban un mayor desgaste en áreas específicas del cuerpo en comparación con aquellos que no ejercían esta profesión. Fuente: Jolana Malátková, Science Reports (2025)

Un paralelismo con el presente

Curiosamente, las lesiones observadas en los escribas del antiguo Egipto tienen un sorprendente paralelismo con las dolencias modernas asociadas al trabajo de oficina. Problemas como el síndrome del túnel carpiano, la tensión en el cuello y los hombros, y la fatiga ocular son comunes entre quienes trabajan largas horas frente a una pantalla.

Este estudio arqueológico nos recuerda que los problemas ergonómicos no son exclusivos de la era digital. Hace más de 4.000 años, los escribas egipcios ya sufrían las consecuencias de un trabajo sedentario y repetitivo. Tal vez, si hubieran contado con mejores condiciones para realizar su labor, sus esqueletos no llevarían hoy las cicatrices de su profesión.

La investigación no solo arroja luz sobre la vida cotidiana en el Reino Antiguo, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo la tecnología ha cambiado nuestra forma de trabajar y, al mismo tiempo, ha perpetuado algunos de los mismos riesgos laborales que afectaron a los primeros intelectuales de la historia.

Referencias

  • Brukner Havelková, P., Dulíková, V., Bejdová, Š. et al. Ancient Egyptian scribes and specific skeletal occupational risk markers (Abusir, Old Kingdom). Sci Rep 14, 13317 (2024). DOI: 10.1038/s41598-024-63549-z

Cortesía de Muy Interesante



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