La Antigua Roma fue moldeada por líderes, filósofos, estrategas y poetas cuya huella sigue vigente. Este artículo presenta a cinco hombres y una mujer que encarnaron su grandeza y contradicciones: desde emperadores y oradores hasta pensadores y escritores, todos ellos protagonistas de un Imperio que definió la historia de Occidente.
Adriano
Nacido en Hispania, se quedó huérfano a una edad temprana y fue acogido por parientes de la casa de Trajano. Luego, este lo adoptó. Lo sucedió, sin apenas oposición, en el año 117. Gran viajero, dado su amor por la cultura griega (dominaba su idioma), estableció la capital en Atenas durante al menos dos años y adoptó la moda de la barba (desde entonces, no falta en los bustos imperiales).
Su afán era afianzar las fronteras del Imperio con líneas claras y bien defendibles; de ahí que renunciase a varios territorios conquistados por su antecesor y levantara varias líneas que han llegado hasta hoy (el Muro de Britania).
Adriano destacó por sus reformas administrativas; entre ellas, la inclusión de los ciudadanos ecuestres en la burocracia en sustitución de los libertos, la consolidación de las leyes, para evitar los abusos de los magistrados y su indiscriminada actividad jurídica, y la mejora generalizada en las condiciones de vida de los esclavos.
Experto en arquitectura, a él debemos también la reconstrucción del Panteón de Agripa, el templo doble de Venus y Roma, su mausoleo –el Castel Sant’Angelo de hoy– o el Ateneo.

Agripina, hermana de Calígula y madre de Nerón
De fuerte carácter y con ansias de poder, era hija del general Germánico y de Agripina la Mayor y hermana, por tanto, de Calígula, con quien mantuvo una relación ambigua (se habla de incesto). Este la condenó al exilio, pues creía que conspiraba contra él, y le retiró su favor. Se casó muy joven con Cneo Domicio Enobarbo, nieto de Marco Antonio, con quien tuvo a Nerón.
Con la ascensión de su tío Claudio al trono, se levantó su castigo, regresó y no tardó en casarse con él cuando enviudó de Mesalina. Tácito dejó escrito que sometió a este a un “riguroso y casi masculino despotismo”. Ambiciosa, hizo de todo para desplazar a Británico, el hijo del emperador, y sustituirlo por su hijo Nerón (lo casó con Octavia, la hija de Claudio, hizo que este lo nombrara tutor de Británico y consiguió que regresaran del exilio aliados que colocó en las esferas del poder, Séneca entre ellos).

Las fuentes hablan de la intervención directa de Agripina en la muerte de Claudio por envenenamiento y asfixia, tras lo cual colocó a Nerón en el trono. Agripina ejerció el control sobre su hijo a través de la figura de su preceptor, Séneca, aunque acabó sufriendo su locura violenta, convertido Nerón en “la bestia y el monstruo salvaje” que describiera Marco Aurelio: ordenó matarla a palos después de que sobreviviera a un naufragio provocado en las aguas del golfo de Nápoles.
Octavio Augusto, el primer emperador
Sobrino-nieto de Julio César, fue adoptado por este como hijo y heredero. Al llegar al poder, supo atraerse a los colaboradores de César a su causa (entre ellos a Marco Antonio, mano derecha del dictador asesinado, con quien selló una alianza que acabaría fraguando en el Segundo Triunvirato junto a Marco Lépido, una vez derrotados los asesinos de César).

Desde el año 36 a.C., Octavio fue el dueño de la política en la parte occidental del Imperio, sobre todo desde que Marco Antonio se instalara en Oriente, enamorado de Cleopatra. Todo osciló a favor de Octavio tras la batalla naval de Accio en 31 a.C.: derrotó a Marco Antonio contando con el apoyo de la mayor parte del ejército romano.
En el año 27 a.C., tras la devolución formal del poder al Senado, este le concedió el título de Augusto, nombre que conservaría hasta su muerte. Poco a poco fue acumulando cargos con los que ostentó todo el poder, basado en el imperium o mando supremo de las legiones romanas.
Augusto consolidó las fronteras del Imperio con varias expediciones, pacificó Roma tras casi un siglo de guerras civiles, reorganizó las divisiones provinciales y creó un aparato administrativo que perduraría casi cinco siglos.
Cicerón o la herencia cultural de la Antigüedad
Con una sólida formación jurídica de raíz romana y filosófica de raíz griega, su fama inicial se debió a su brillantez como abogado en el foro, lo que le supuso buenos contactos para iniciar una carrera fulgurante a pesar de ser un provinciano novus homo (término con el que se designaba a los hombres que eran los primeros dentro de su linaje familiar en servir en el Senado o en ser elegidos cónsules). Así, pudo ir escalando todos los puestos que forman el cursus honorum o currículo de un romano bien situado hasta alcanzar el Senado. En el año 63 a.C. fue elegido cónsul.

Su momento de gloria se debió al descubrimiento de una conspiración protagonizada por su rival Sergio Catilina (“¿Hasta cuándo, Catilina, vas a seguir abusando de nuestra paciencia?”). Ferviente partidario de Pompeyo, no intervino en el asesinato de César pero se alineó con los conspiradores, lo cual acabó colocándolo en la lista de proscritos de Marco Antonio y lo llevó a una violenta muerte.
La influencia de su ingente labor como comentarista de textos de filosofía griega (creó el vocabulario básico en lengua latina de la filosofía griega clásica) se rastrea en los primeros Padres de la Iglesia, como san Ambrosio o san Agustín.
Séneca, la muerte estoica
Nacido en Corduba (Córdoba) y educado en Roma, destacó como filósofo y poeta, además de como pedagogo y político. Por su buena posición familiar pertenecía al Senado; fue exiliado a Córcega entre los años 41 y 49, cuando lo llamaron para ser el tutor del joven Nerón. Desde su puesto de preceptor imperial, una vez que Nerón ascendió al trono y junto con el prefecto de la guardia Burro, fue en la práctica el regente del Imperio hasta el año 62, en que perdió todo su poder.

Nerón ordenó su muerte acusándole de haber participado en la conjura de Pisón contra él. Burlando la ejecución de la orden imperial como desprecio hacia Nerón, Séneca se quitó la vida por su propia mano: se desangró en una bañera tras abrirse las venas (momento representado en un cuadro de Manuel Domínguez Sánchez que se encuentra en el Prado).
Esta decisión se ha convertido en un prototipo de la aceptación del destino y de los principios filosóficos que predicara en sus numerosas obras (Diálogos, Sobre la clemencia, Epístolas morales, De los beneficios…).

Virgilio, el poeta de las pequeñas cosas
Nació en el seno de una familia de orígenes humildes pero adinerada, lo que le permitió estudiar filosofía y retórica. Durante las confiscaciones de tierras que siguieron a la batalla de Filipos, en la que Marco Antonio y Octavio derrotaron a los asesinos de César, Virgilio perdió sus posesiones, aunque consiguió en compensación una finca cerca de Nápoles.
Allí comenzó su carrera literaria en el año 42 a.C. con la composición de las Églogas, diez poemas bucólicos. Hombre tímido y retraído, prefirió vivir en el campo a establecerse en Roma, y dedicó sus últimos diez años de vida a la redacción de La Eneida, un poema épico que narra los orígenes de la estirpe romana a través de las aventuras de Eneas, fugitivo de la Troya destruida por los griegos, hasta su establecimiento en los Montes Albanos.

Cortesía de Muy Interesante
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