Bajo la superficie del océano ocurren fenómenos de una magnitud impresionante que, hasta hace poco, eran prácticamente invisibles para la ciencia. Uno de ellos son las corrientes de turbidez, flujos de sedimentos que se desplazan con una fuerza devastadora, esculpiendo cañones submarinos y transportando enormes cantidades de material hacia las profundidades. Aunque se conocen desde hace un siglo, su naturaleza violenta ha hecho que su estudio directo sea un desafío. Pero ahora, gracias a una innovadora técnica de monitoreo con sismómetros de fondo oceánico, un equipo internacional ha logrado revelar, por primera vez, la estructura interna de estos colosales movimientos submarinos.
El estudio, publicado en Communications Earth & Environment, documenta la corriente de turbidez más extensa jamás registrada: un flujo que recorrió más de 1.100 km a velocidades de hasta 8 metros por segundo, arrastrando sedimentos desde la desembocadura del río Congo hasta el fondo del océano Atlántico. Estos hallazgos no solo desafían lo que se creía sobre la dinámica de estos fenómenos, sino que también explican cómo pueden romper cables submarinos de internet, afectando las telecomunicaciones en vastas regiones del planeta.
Corrientes de turbidez: los “ríos” ocultos del océano
Las corrientes de turbidez son el equivalente submarino de las avalanchas de nieve o los deslizamientos de tierra. Se generan cuando los sedimentos acumulados en la plataforma continental se desplazan repentinamente hacia zonas más profundas. Su impacto es masivo: excavan cañones submarinos, redistribuyen sedimentos y transportan grandes cantidades de carbono orgánico, influyendo en el ciclo de carbono global.
A pesar de su relevancia, estas corrientes han sido difíciles de estudiar porque su fuerza destructiva impide colocar instrumentos directamente en su camino. Hasta ahora, las mediciones más confiables provenían de cables de telecomunicaciones rotos, que daban pistas sobre la velocidad y la dirección de estos eventos. Sin embargo, estos datos eran fragmentarios y no permitían conocer la estructura interna del flujo ni sus mecanismos de propagación.

El experimento que cambió nuestra comprensión del fondo marino
Para superar esta limitación, un equipo de investigadores de GEOMAR Helmholtz Centre for Ocean Research Kiel y la Universidad de Durham diseñó una estrategia innovadora: usar sismómetros de fondo oceánico para registrar la actividad de las corrientes de turbidez a distancia. Colocados en puntos estratégicos fuera de la zona de peligro, estos sensores captaron las vibraciones generadas por el movimiento de los sedimentos, permitiendo reconstruir con precisión la evolución del flujo.
Gracias a este método, se identificaron dos grandes corrientes de turbidez en el Congo Canyon, ocurridas en enero y marzo de 2020. Cada una viajó más de 1.100 km a velocidades de hasta 8 m/s, lo que las convierte en las corrientes de turbidez más extensas jamás medidas. Los datos revelaron que estos flujos no son uniformes, sino que están compuestos por pulsos de alta velocidad, algunos de los cuales ocurren hasta 20 km detrás del frente principal. Estos pulsos son clave para mantener la energía del flujo, permitiéndole recorrer distancias tan largas sin disiparse.

Impacto en la infraestructura submarina y en el ecosistema oceánico
Uno de los descubrimientos más relevantes del estudio es la relación entre estas corrientes y la ruptura de cables submarinos de telecomunicaciones, que transportan más del 95% del tráfico de internet global. Durante los eventos de 2020, se reportaron varias fallas en cables de datos en la costa de África Occidental, lo que afectó servicios de internet y comunicaciones en plena pandemia de COVID-19.
Este hallazgo es crucial porque permite comprender qué partes del fondo marino son más vulnerables y mejorar la planificación de la infraestructura submarina. Además, tiene implicaciones ecológicas: al transportar grandes cantidades de sedimentos y materia orgánica, las corrientes de turbidez influyen en la distribución de nutrientes y en la vida marina de las profundidades.

Un nuevo paradigma en la geología submarina
Hasta ahora, se asumía que la mayor velocidad de una corriente de turbidez ocurría en su frente de avance. Sin embargo, los datos obtenidos contradicen esta idea. Como explica el estudio, “nuestros resultados muestran que el denso frente de estas corrientes de turbidez no es un flujo continuo, sino una serie de pulsos que duran entre 5 y 30 minutos”. De hecho, los pulsos más rápidos no se encuentran en el frente, sino hasta 30-60 minutos detrás de él.
Este nuevo modelo sugiere que el flujo no solo avanza por inercia, sino que se mantiene gracias a la combinación de múltiples impulsos de sedimentos. Esta información será fundamental para mejorar las simulaciones de estos eventos y predecir su impacto con mayor precisión.

El futuro de la investigación submarina
El uso de sismómetros de fondo oceánico ha demostrado ser una herramienta valiosa para estudiar estos fenómenos de manera segura y detallada. A futuro, los investigadores planean expandir este enfoque a otras regiones del mundo, con el objetivo de identificar cómo se generan estas corrientes, qué factores influyen en su intensidad y cómo afectan a los ecosistemas marinos.
Estos hallazgos abren una nueva era en la geología submarina. Por primera vez, podemos ver lo que ocurre en las profundidades del océano con una resolución sin precedentes. Comprender mejor estos procesos no solo ayudará a proteger la infraestructura submarina, sino que también nos dará claves sobre la dinámica del planeta y el impacto del cambio climático en los océanos.
Referencias
- Kunath, P., Talling, P. J., Lange, D., Chi, W.-C., Baker, M. L., Urlaub, M., & Berndt, C. (2025). Ocean-bottom seismometers reveal surge dynamics in Earth’s longest-runout sediment flows. Communications Earth & Environment. DOI: 10.1038/s43247-025-02137-z.
Cortesía de Muy Interesante
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