La legendaria Anfisbena: el temible reptil de dos cabezas nacido de la sangre de Medusa en la mitología griega

Incluso dentro de un campo tan dado a la creatividad imaginativa como la mitología, la Anfisbena es uno de los monstruos más inconcebibles: una serpiente con dos cabezas, por lo general imposibles de distinguir la una de la otra. Su mito nace de otro –el de Medusa– y, como suele ser habitual, su aspecto ha pasado por varias descripciones, pero es la más clásica la que, por su originalidad, desafía las leyes de la lógica: un ser que es igual en ambos extremos, como si se hubieran pegado las mitades superiores de dos animales. Aunque también hay quienes opinan que su figura encierra una simetría que simboliza la dualidad del mundo.

Como hemos dicho, la Anfisbena es hija involuntaria de otro mito: cuando el guerrero Perseo consiguió dar muerte a Medusa –una de las temibles gorgonas, cuya mirada convertía a los seres humanos en piedra–, le cortó la cabeza y, usando sus sandalias aladas –regalo de Hermes–, en su viaje de regreso voló con ella sobre el desierto de Libia. Del cuello cercenado de la criatura llovieron gotas de sangre que, al caer sobre la tierra, se transformaron en la Anfisbena.

Lucano, poeta romano del siglo I y de origen cordobés, narraría en su Farsalia el encuentro de los ejércitos de Catón con este ser en su marcha por el desierto, junto con otras criaturas como la Parca, “que enhiesta como báculo camina”, y el Yáculo, “que viene por el aire como una flecha”, según enumera Jorge Luis Borges en El libro de los seres imaginarios (1957). La Anfisbena se alimentaba de los cadáveres que el ejército iba dejando atrás en su marcha.

La legendaria Anfisbena
La legendaria Anfisbena.Imagen: DALL-E. Ilustración artística.

Sin principio ni fin

Lucano describió a la Anfisbena como un reptil alado con una cabeza extra en el extremo de su cola larga y prensil; una imagen muy alejada de la más común, que habla de ella como una serpiente de dos cabezas, una en cada extremo de su cuerpo, lo que hace imposible diferenciar su parte delantera de la trasera, e incluso saber en qué dirección se mueve; de hecho, su nombre se deriva de la unión de las palabras griegas amfis (‘en ambas direcciones’) y bainein (‘ir’).

La criatura de Lucano recuerda más a las representaciones de épocas posteriores, donde se la dibujó con dos pequeños pies –en ocasiones, más– o con unas diminutas alas. Y luego hay obras más imaginativas en las que aparece incluso con cuernos en la cabeza delantera y pequeñas orejas en la otra, o cuernos –largos y curvos, o en espiral– en ambos lados. Muchas descripciones dicen de ella que tenía ojos tan brillantes como las velas o el relámpago.

Pero es la versión de la serpiente bicéfala la que es aceptada de modo más unánime. Una de las más conocidas fue la escrita por Plinio el Viejo (siglo I) en su Historia Naturalis: “Tiene una cabeza doble; es decir, otra situada al final de su cola, como si una boca no le fuera suficiente para soltar todo su veneno”.

Browne y Borges sobre la Anfisbena

El escritor inglés del siglo XVII Sir Thomas Browne habló de ella en su Pseudodoxia Epidemica, pero la llevó a los terrenos de la ciencia refiriéndose a ella como un animal de existencia imposible; e intentó justificar su leyenda basándose en algunas anomalías que se producen en el mundo de los reptiles: “Las formaciones dobles se dan a menudo en las criaturas que tienen varias crías en el parto, especialmente en el caso de las serpientes, cuyas producciones son numerosas y, en ocasiones, los huevos salen enlazados unos con otros, por lo que pueden unirse en formas variadas y surgir en formaciones mixtas”.

Borges ya recordó que Browne negaba que la Anfisbena pudiera ser real, ya que “no hay animal sin abajo, arriba, adelante, atrás, izquierda y derecha”, y en esta criatura ambas extremidades son cabezas.

Browne estaba luchando contra un mito que llevaba siglos extendiéndose por el mundo, y del que se narraban todo tipo de historias, a cual más increíble. Las primeras se referían a las propias habilidades de la Anfisbena: por ejemplo, si se la cortaba en dos, sus partes volvían a unirse; al tener dos cabezas, podía realizar dos tareas al mismo tiempo; su mordedura era incurable –lógico, si se recuerda que la sangre de su madre, Medusa, era enormemente ponzoñosa–; y era capaz de moverse a una velocidad extraordinaria.

La legendaria Anfisbena.Imagen: DALL-E. Ilustración artística.

Con propiedades mágicas

San Isidoro de Sevilla, arzobispo de la ciudad en el siglo VII y erudito autor de una numerosa obra intelectual, escribió que “puede desplazarse en la dirección de cada cabeza con un movimiento circular”. Algunos artistas medievales, de modo inevitable, llevaron estas habilidades demasiado lejos y la pintaron con sus dos bocas unidas en un mordisco y desplazándose como un aro.

También se decía que la mayoría de las anfisbenas eran descendientes de la original, y que habían disminuido su tamaño y su peligrosidad, lo que hacía posible capturarlas y utilizarlas para algunos propósitos medicinales.

Porque la Anfisbena, a pesar de su peligrosidad, podía ser muy útil si se sabía cómo emplearla. Por ejemplo, las embarazadas que llevaran un ejemplar vivo alrededor de su cuello –cabe suponer que sería uno de sus descendientes menos agresivos– estaban protegidas contra las complicaciones en el parto; y su piel curaba la artritis, reducía los sabañones y sanaba el resfriado.

Si la piel se clavaba en un árbol antes de talarlo, facilitaba el trabajo del leñador y lo protegía del frío del bosque; y si se enrollaba alrededor de un bastón, ahuyentaba a las serpientes. Comer su carne volvía a una persona irresistible para el sexo opuesto, y matar una durante la luna llena concedía poderes especiales a los puros de corazón y mente.

Algunas versiones del mito la asocian con el poder femenino, y hubo mujeres en la antigüedad que reforzaron su posición política y social llevando brazaletes con su forma.

La legendaria Anfisbena
La legendaria Anfisbena. Imagen: DALL-E. Ilustración artística.

De serpiente a dragón

Si queremos ver una anfisbena con nuestros propios ojos, no tenemos que ir a ningún mundo fantástico; además de los animales auténticos que se engloban dentro de este género, esta criatura forma parte del bestiario medieval representado en iglesias y catedrales románicas de toda Europa, incluyendo regiones españolas como Asturias, Cantabria o Castilla y León.

La versión de la Anfisbena que encontramos en algunas, de todos modos, corresponde más bien a una variante del mito desarrollada en tiempos medievales que la hizo evolucionar de su forma original de serpiente a un dragón de dos cabezas. En algunas de ellas los expertos no se ponen de acuerdo sobre si estamos ante una anfisbena o un basilisco. Parientes próximos, en todo caso, inmortalizados en lugares de culto como representación del mal.

Cortesía de Muy Interesante



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