Moctezuma: el ‘huey tlatoani’ de los mexicas que llevó al Imperio azteca a su máximo esplendor y (también) a su desaparición

Tras la muerte del emperador Ahuízotl durante la inundación de 1502, los treinta principales señores de la nobleza azteca y los tlatoanis de Tlacopán y Texcoco se reunieron para designar a su sucesor. El elegido fue Moctezuma Xocoyotzin, que era sobrino del monarca fallecido e hijo del emperador Axayácatl y su esposa Izelcoatzin (hija de Nezahualcóyotl).

Así pues, el nuevo emperador, Moctezuma II –al que los cronistas de la época describen como un hombre astuto y prudente, de estatura media, delgado, de nariz aguileña, tez oscura y cabello largo, muy negro y reluciente, y con cierta gravedad y majestad real–, pertenecía a una familia que había dominado el Imperio mexica durante más de un siglo.

El noveno ‘huey tlatoani’

Fue el noveno huey tlatoani en la historia de Tenochtitlán –cuyo dominio se extendía también sobre los altépetl de Texcoco y Tlacopán– y el segundo llamado Moctezuma. Esa es la forma del nombre más frecuente y moderna; no obstante, Hernán Cortés lo transcribió como Mutecçuma o Muteçuma y la mayoría de las fuentes de los siglos XVI y XVII –incluido fray Bernardino de Sahagún– se refieren a él como Motecuhzoma o Motecuhzomatzin, término más próximo al náhuatl (-tzin era un sufijo reverencial).

Mapa de Tenochtitlán
Mapa de Tenochtitlán o Temixtitán, como lo escribía Cortés. Es una recreación hecha en Núremberg en 1524 que contiene numerosos errores, al haber sido elaborada en base a descripciones literarias. Foto: Álbum.

Moctezuma Xocoyotzin tenía todo el poder, era un semidiós, pero, para evitar futuros enfrentamientos, el privilegiado grupo de nobles que lo había elegido huey tlatoani nombró a su vez jefes de la capital a cuatro de entre ellos que también podían haber optado al trono. Era la forma de recompensarles y de que hubiera paz en el Valle de México en los siguientes años. Todos conservaron su cargo durante el reinado del nuevo emperador y uno de ellos sería su heredero en los años venideros.

Nefastos vaticinios

El pueblo mexica pudo observar una especie de lengua de fuego en el cielo nocturno, probablemente un cometa de extraordinaria brillantez, el mismo año del ascenso al poder de Moctezuma (aunque hay fuentes que sitúan el fenómeno en 1509, diez años antes de la llegada de los españoles).

Fray Bernardino de Sahagún, en Historia general de las cosas de la Nueva España, explica: “Llamaba esta gente al cometa citlalin popoca, que quiere decir estrella que humea. Teníanle por pronóstico de la muerte de algún príncipe o rey, o de guerra, o de hambre; la gente vulgar decía esta es nuestra hambre”. Y en el capítulo LXIII del manuscrito del siglo XVI Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, más conocido como Códice Durán por el nombre de su autor, fray Diego Durán, se narra cómo un joven sacerdote del dios Huitzilopochtli se levantó de noche y observó en el cielo un cometa que resplandecía: “Una cosa maravillosa y espantosa”.

Huitzilopochtli
A Huitzilopochtli, dios del Sol y la guerra, se le ofrecían sacrificios humanos para asegurar cosechas y victorias. Relacionado con el colibrí (huitzitzilin), se le representaba como un hombre azul armado y con penacho de plumas. Foto: ASC.

El cometa se desvaneció con el Sol y el sacerdote fue a contar la novedad al palacio de Moctezuma. El emperador azteca se atemorizó y quiso verlo. Desde una azotea “y estando en vela toda la noche solo, a la hora de la media noche vio salir al cometa con aquella cola tan linda y resplandeciente, que quedó como atónito”. Poco después, varios mensajeros notificaron a la corte que un bólido celeste había caído sobre algún lugar del valle, partiéndose en tres y esparciendo chispas alrededor.

Los astrólogos mexicas desconocían el significado exacto de aquellos dos extraños fenómenos, pero solo podían anunciar grandes calamidades para el reino. Nezahualpilli, tlatoani de Texcoco, vasallo real y gran conocedor de esas cosas, también pensó que el cometa auguraba la completa destrucción del Imperio azteca.

Los consejeros reales, alarmados por estos vaticinios, consultaron a los nigromantes, pero sus respuestas fueron tan vagas que Moctezuma se olvidó de los bólidos celestes y centró todos sus esfuerzos desde entonces en gobernar a su pueblo. Andando el tiempo, Hernán Cortés y su ejército harían realidad, según algunos, esos malos augurios que había ignorado el huey tlatoani.

Un ser semidivino

Años antes de su subida al trono, las familias más poderosas habían nombrado a Moctezuma gran sacerdote, un cargo muy importante en una cultura marcada por lo religioso, y una vez en el poder pasó a ser considerado un ser semidivino por los sacerdotes encargados de prestar servicio al abigarrado olimpo de los mexicas.

Compuesto este por unas doscientas divinidades principales y unas mil secundarias, destacaban en él cuatro preeminentes: Quetzalcóatl (dios de la luz, la vida, la fertilidad y el conocimiento), Tezcatlipoca (dios de la providencia y la oscuridad), Tlaloc (dios de la lluvia) y Huitzilopochtli (dios del Sol y la guerra), la mayor divinidad del Imperio, representada en la Tierra por el propio Moctezuma y adorada en el Templo Mayor de Tenochtitlán.

Si bien las actividades del pueblo mexica siempre estuvieron profundamente vinculadas a grandes y pequeños festejos en los que se honraba a sus muchos dioses, fue bajo el mandato de Moctezuma cuando las ceremonias en Tenochtitlán –con cánticos y bailes acompañados de música de flautas y tambores e interminables procesiones repletas de fieles vestidos con túnicas de plumas, máscaras coloridas, pelucas y pieles de jaguar– se hicieron cada vez más numerosas.

Moctezuma II se dirige al templo para el sacrificio de vírgenes
Grabado de 1726 en el que Moctezuma II se dirige al templo rodeado de doncellas vírgenes que van a ser sacrificadas a los dioses. Esta escena es descrita por Cortés en su quinta carta al emperador Carlos V (1526). Foto: Álbum.

El momento culminante eran los sacrificios humanos, una ejecución ritual en honor a los dioses. Las víctimas sacrificiales (generalmente, prisioneros y esclavos) desfilaban frente al tlatoani, ayunaban y bailaban junto con sus captores. Al día siguiente, ascendían los peldaños de la pirámide, las acostaban sobre una piedra y el sacerdote les abría el pecho con un cuchillo de pedernal o sílex y les arrancaba el corazón para ofrecérselo a los dioses (en especial a Huitzilopochtli, el Sol).

Señor de Tenochtitlán

Moctezuma II reinó sobre la ciudad-Estado más importante de su tiempo, Tenochtitlán (era más grande que las urbes europeas de entonces, con las posibles excepciones de Constantinopla y Nápoles). Los mexicas eran disciplinados y gremiales, y gracias a eso Tenochtitlán prosperó rápidamente. Un ejemplo de la eficacia del Estado era el ejército de inspectores que controlaba las estrictas normas para el cultivo de los campos, ya que la agricultura era un pilar fundamental.

Vainas de cacao
El cacao (del náhuatl cacahuatl) era apreciado por los mexicas como estimulante y reconstituyente; de ahí su gran valor, que hacía que sus semillas se utilizaran como moneda de cambio en todo el Imperio. Foto: Shutterstock.

También lo era el comercio. El gobierno de Tenochtitlán se apoyaba en unos clanes de comerciantes conocidos como calpulli, cuyos miembros se hallaban unidos en barrios y solían estar especializados en alguna actividad profesional o artesanal. El más poderoso se encontraba en un suburbio llamado Cuepopán y estaba compuesto por comerciantes que importaban las materias primas que necesitaba Tenochtitlán.

Durante el reinado de Moctezuma, el poder de los mexicas se asentaba sobre un comercio muy sólido. Las hachas de cobre, las plumas adornadas con oro en polvo, las canoas y las semillas de cacao eran las monedas de cambio para el comercio de bienes. El mercado del altépetl de Tlatelolco, en aquel entonces un suburbio de Tenochtitlán, era el más grande de Mesoamérica. El náhuatl, la lengua franca que se hablaba en todos los territorios controlados por Moctezuma, facilitaba esta prosperidad del comercio.

Recreación del mercado de Tlatelolco
Situado en Tenochtitlán, este destacado centro comercial prehispánico de Tlatelolco (arriba, una recreación) era asimismo un lugar de reunión y contacto cultural al que acudían los pochtecas (comerciantes) provenientes de toda la geografía mesoamericana a vender sus mercancías e intercambiar información. Foto: Getty.

Ardor guerrero

Pero los negocios no lo eran todo para los súbditos del emperador. “Por importantes que fuesen los comerciantes, la supremacía de los mexicas en el valle y más allá de este la habían ganado los soldados”, escribe Hugh Thomas en su libro La conquista de México. El historiador británico recuerda que los guerreros mexicas eran tan belicosos que parecía que la guerra era más importante para ellos que la agricultura, sin la cual habrían sido unos simples cazadores recolectores.

Unas generaciones atrás, en torno al año 1250, los mexicas eran un grupo de simples agricultores que decidieron trasladarse del norte del país al Valle de México en busca de tierras más fértiles. En aquel entonces, eran pobres y vestían ropas hechas de fibra de maguey. Fue en los años treinta del siglo XV cuando su destino dio un giro al emprender una serie de campañas militares que concluyeron con el sometimiento de las ciudades del valle, entre otras la de los toltecas, de cuya exquisita cultura el emperador se sentía heredero.

Moctezuma –igual que sus antecesores– pensaba que la falta de conflictos armados no era buena, ya que conducía a los hombres a la molicie (esa actitud explica las continuas conquistas que iniciaron los mexicas hacia el año 1430 y que los convirtieron en un pueblo poderoso).

Pirámides de Teotihuacán
Los mexicas creían que el mundo ya había pasado por cuatro eras iluminadas por cuatro soles y que en la era del quinto sol, la de Moctezuma II, todo llegaría a su fin. Por eso, el tlatoani y sus sacerdotes visitaban cada 20 días las pirámides de Teotihuacán (en la imagen) para ofrecer numerosos sacrificios. Foto: Shutterstock.

Así, un año después de alcanzar el trono, lanzó a su ejército contra la ciudad de Achiotlán, en Oaxaca, que fue conquistada rápidamente; dos años más tarde, los guerreros del emperador derrotaron a los ejércitos de Yanhuitlán y Zozollán, y entre 1508 y 1513 sus ejércitos atacaron Huexotzinco, conquistaron Amatlán, debilitaron seriamente a Cholollán y sometieron a unas 450 poblaciones más.

Aunque los mexicas nunca pudieron derrotar a Tlacopán y Texcoco, otras cuatrocientas ciudades, cada una regida por su propio tlatoani, enviaban a la capital del Imperio todo tipo de tributos: alubias, maíz, algodón, túnicas de guerra, jade, oro y ámbar, entre otros productos. Tal era la pujanza de un imperio que Moctezuma dirigió con mano de hierro hasta la llegada de los españoles en 1519 y su muerte en 1520, que supondría el principio del fin de los mexicas.

Cortesía de Muy Interesante



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