Investigadores del University of Birmingham y el University of Manchester han demostrado que basta con una hora de exposición a partículas contaminantes para generar alteraciones cognitivas detectables en las horas siguientes. El estudio, publicado en Nature Communications en febrero de 2025, plantea nuevas preocupaciones sobre cómo la calidad del aire puede afectar de forma inmediata a nuestra salud cerebral, incluso en entornos cotidianos como el hogar o la oficina.
Durante el experimento, 26 participantes fueron expuestos en cuatro sesiones distintas a aire limpio y a aire con partículas PM2.5 generadas por humo de velas, imitando niveles comunes en áreas urbanas. Tras cuatro horas, los investigadores midieron su rendimiento en funciones cognitivas clave.

Los resultados mostraron que, después de respirar aire contaminado, los participantes presentaron una disminución significativa en su capacidad de atención selectiva y en el reconocimiento de emociones en rostros humanos. En contraste, habilidades como la memoria de trabajo o el tiempo de reacción no se vieron afectadas, lo que sugiere que las funciones cerebrales superiores son particularmente vulnerables a este tipo de contaminación.
Este deterioro cognitivo ocurrió independientemente de si la inhalación fue nasal o bucal, lo que sugiere que el daño no depende exclusivamente de rutas directas al cerebro, sino de mecanismos inflamatorios sistémicos iniciados en los pulmones.
Una exposición diaria, un efecto acumulativo
Aunque el estudio se centró en una exposición breve, los investigadores advierten que los efectos podrían ser más severos y duraderos con exposiciones repetidas o continuas, como las que experimentan millones de personas diariamente en ciudades con altos niveles de polución.
Los niveles de PM2.5 durante el estudio alcanzaron 28.54 microgramos por metro cúbico, casi el doble del límite recomendado por la OMS para una exposición de 24 horas (15 µg/m³). Este nivel es común en áreas urbanas, lo que vuelve estos hallazgos altamente relevantes para la salud pública.

Implicaciones médicas según los investigadores
Estos efectos cognitivos inmediatos podrían reducir la productividad y la capacidad de respuesta emocional en entornos cotidianos. Los autores del estudio destacan que estas alteraciones podrían tener consecuencias importantes en el desempeño laboral, la vida social y el bienestar emocional, especialmente para personas con trabajos que exigen concentración y empatía, como docentes, médicos o cuidadores.
Aunque el estudio fue realizado en adultos jóvenes sanos, los investigadores advierten que ciertos grupos de la población podrían ser aún más sensibles. Entre ellos, destacan las personas mayores, los niños, las personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares preexistentes y quienes padecen trastornos neurológicos.
Estos sectores podrían experimentar un impacto más severo en su capacidad para concentrarse, interpretar emociones o realizar tareas cotidianas que requieren atención sostenida.
Además, las personas que viven en áreas urbanas densamente pobladas o cerca de fuentes constantes de contaminación —como carreteras, zonas industriales o áreas con mala ventilación interior— están particularmente expuestas a niveles elevados de partículas finas (PM2.5). En estos entornos, incluso exposiciones breves y repetidas podrían traducirse en una acumulación de efectos negativos sobre la salud cognitiva a lo largo del tiempo. Esto refuerza la necesidad urgente de implementar estrategias de protección en estos grupos vulnerables.

¿Qué acciones son necesarias?
Ante estos resultados, los investigadores subrayan la necesidad urgente de establecer políticas públicas más estrictas sobre calidad del aire, incluso en espacios interiores. Cocinar, encender velas o utilizar productos de limpieza también puede generar partículas PM2.5 dentro del hogar.
Así mismo, proponen fomentar el desarrollo de mejores sistemas de ventilación y filtración de aire en edificios, especialmente en escuelas, hospitales y oficinas. También sugieren educar a la población sobre los riesgos invisibles de la contaminación y promover prácticas que reduzcan la exposición.
El estudio aporta nueva evidencia sobre la relación entre calidad del aire y función cerebral, revelando un impacto más inmediato de lo que se pensaba. En un mundo cada vez más urbanizado, cuidar el aire es clave para el corazón, los pulmones y para mantener la claridad mental y el bienestar emocional.
La ciencia lo confirma: respirar bien es pensar mejor.
Referencias
- Faherty T, Raymond JE, McFiggans G, et al. Acute particulate matter exposure diminishes executive cognitive functioning after four hours regardless of inhalation pathway. Nat Commun. (2025). doi:10.1038/s41467-025-56508-3
Cortesía de Muy Interesante
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