Volver del frente: cuando a las veteranas solo se les permitía casarse

Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres desempeñaron un papel decisivo en los esfuerzos bélicos de distintas naciones. Así, se incorporaron de forma masiva a los contingentes militares y paramilitares, y desempeñaron todo tipo de tareas logísticas. Sin embargo, el final de la guerra no supuso su integración plena en la vida pública, sino, más bien, su expulsión de ella. Las sociedades vencedoras, lejos de consolidar el protagonismo femenino en tiempos de guerra, promovieron una restauración del orden patriarcal que volvió a confinar a las mujeres al espacio doméstico. Analizamos el proceso vivido por las veteranas soviéticas, británicas y francesas, cuyas trayectorias de valor fueron ignoradas, minimizadas o convertidas en un obstáculo para su propia reinserción social.

Heroísmo sin continuidad: el caso soviético

En la Unión Soviética, cerca de 800.000 mujeres participaron directamente en el esfuerzo bélico, muchas de ellas en funciones de combate. Fueron francotiradoras, pilotos, zapadoras, operadoras de radio y médicas de primera línea. Durante la guerra, su presencia se normalizó: su participación resuñtaba valiosa y de extrema necesidad. Sin embargo, al volver del frente, su heroísmo se convirtió en una molestia ideológica.

La experiencia del combate les otorgó autonomía, iniciativa y reconocimiento entre sus camaradas. Sin embargo, tras la victoria, el discurso estatal viró hacia la restitución de la feminidad tradicional, encarnada en la figura de la madre soviética abnegada. El matrimonio suponía la única vía aceptable de reintegración para estas mujeres, quienes tuvieron que enfrentarse, además, a la sospecha de haber estado demasiado cerca de los hombres con los que compartieron el frente.

Muchos testimonios recogidos por investigadoras y periodistas rusas dan cuenta del silencio forzoso impuesto a estas mujeres. “Nadie quería escuchar nuestras historias”, confesó una excombatiente. La veteranía femenina no se transformó en prestigio, sino en estigma.

Después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres que habían combatido en el frente se vieron obligadas a regresar a los roles tradicionales. Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Gran Bretaña: regreso a la cocina

En el Reino Unido, aunque la experiencia de militarización femenina fue diferente, el resultado del retorno a la vida civil siguió patrones similares. Unas 640.000 mujeres sirvieron en unidades auxiliares como el Auxiliary Territorial Service (ATS) o la Women’s Royal Naval Service (WRNS). También participaron en tareas defensivas, inteligencia y trabajo en fábricas.

Durante la guerra, el gobierno británico lanzó campañas que reivindicaban el trabajo femenino como esencial para la victoria. Se normalizaron las imágenes de mujeres en uniformes o manejando maquinaria pesada. Con el regreso de los hombres del frente, sin embargo, la propaganda oficial cambió drásticamente de tono. Películas, anuncios y revistas promovieron una vuelta al hogar: se exaltó, de nuevo, la figura de la esposa como ama de casa.

En 1947, solo dos años después del fin de la guerra, un informe oficial ya describía la situación como una “readaptación exitosa” al modelo tradicional. En realidad, muchas mujeres se vieron forzadas a abandonar empleos bien remunerados o funciones de responsabilidad. La consigna era clara: devolver el espacio público a los hombres y reubicar a las mujeres en la cocina.

Francia: invisibles en la República

Francia supuso un caso paradójico. En plena ocupación, miles de mujeres participaron de manera activa en la Resistencia, asumiendo riesgos enormes como enlaces, saboteadoras o incluso guerrilleras. También formaron parte de unidades paramilitares como las Forces Françaises de l’Intérieur (FFI). Algunas incluso llegaron a combatir armadas durante la liberación de París.

No obstante, el relato oficial de la posguerra tendió a invisibilizar o minimizar la importancia de su participación. La imagen femenina promovida por el Estado francés tras la liberación se centraba en la maternidad y el sufrimiento: mujeres que esperaban, que lloraban, que cuidaban. Las combatientes activas resultaban incómodas para un régimen que pretendía restaurar el equilibrio social prebélico.

A pesar de los discursos igualitarios de la Cuarta República, muchas veteranas fueron excluidas de los homenajes oficiales. Pocas veces se le reconoció el estatus de combatientes. La filósofa Simone de Beauvoir denunciaba en 1949 esta contradicción en El segundo sexo: “Se las necesitó en la resistencia, se las olvidó en la paz”.

La figura femenina legitimada por la República no fue la de la luchadora armada, sino la de la víctima silenciosa. Solo décadas después se comenzarían a revisar los archivos y rescatar nombres como el de Lucie Aubrac o Germaine Tillion.

Recreación ficticia de mujeres paracaidistas
Recreación fantasiosa de mujeres paracaidistas. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Un patrón compartido: la restauración patriarcal

Pese a las diferencias políticas entre la URSS, Gran Bretaña y Francia, el patrón de retorno impuesto a las mujeres fue muy similar. En todos los casos, el final de la guerra supuso una retirada forzada del espacio público, acompañada por discursos que exaltaban los roles tradicionales de género. El heroísmo femenino no se tradujo en poder, visibilidad o continuidad laboral.

Las razones de esta exclusión no se explican únicamente por razones culturales, sino también políticas. Las sociedades devastadas por la guerra necesitaban reabsorber a millones de hombres desmovilizados. Para ello, las mujeres debían desaparecer como competencia laboral y presencia cívica activa. El hogar volvió a ser presentado como el único destino legítimo para ellas.

Voces que resisten el olvido

Gracias al trabajo de historiadoras, periodistas y activistas, a partir de la década de 1980 comenzaron a rescatarse los testimonios silenciados. En Rusia, la periodista Svetlana Aleksiévich reunió durante años las confesiones de veteranas que narraban no solo el combate, sino la humillación posterior del olvido. En Francia, las asociaciones de antiguas resistentes lucharon por el reconocimiento de sus camaradas caídas. En el Reino Unido, por su parte, los estudios de género han desmantelado los mitos de una retirada femenina “voluntaria”. Estas voces desafían el relato nacionalista masculino que dominó las décadas posteriores al conflicto, y abren espacio para una memoria plural, incómoda, pero necesaria.

Recreación fantasiosa de mujer en la Segunda Guerra Mundial
A pesar de su contribución en la lucha contra el avance del totalitarismo, las mujeres militares no fueron reintegradas en los ejércitos en la posguerra. Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una memoria colectiva en proceso de recuperación

La Segunda Guerra Mundial representó un punto de inflexión en la historia de las mujeres en la esfera pública. Miles de ellas demostraron que podían combatir, liderar, resistir y tomar decisiones críticas. Sin embargo, la posguerra traicionó esa experiencia con una restauración violenta del orden patriarcal.

Ni en la URSS, ni en Gran Bretaña, ni en Francia se permitió que esas mujeres convirtieran su veteranía en poder político o social. Se las celebró hasta cierto punto, sí, pero solo en la medida en que renunciaran a su pasado y aceptaran el rol doméstico como destino natural. La consigna fue una sola, aunque se expresara en distintas lenguas: “Cásate, vuelve al hogar y olvida quién fuiste”. Hoy, revisitar esa historia implica entender cómo las guerras no solo destruyen cuerpos, sino también memorias —especialmente cuando estas son femeninas y disonantes con los relatos oficiales.

Referencias

  • Gómez Trillo, Miguel Félix y Antonio Gámez Higueras. 2023. Mujeres en la Segunda Guerra Mundial. Madrid: Pinolia.
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Cortesía de Muy Interesante



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