Durante mucho tiempo se habló del ayuno intermitente como la estrategia definitiva para bajar de peso, mejorar el metabolismo y sentirse mejor en general. Era un plan fácil de seguir, con lógica detrás y mucho respaldo en redes sociales y blogs de bienestar. No es de extrañar que se convirtiera en una de las dietas favoritas de la década.
Pero como sucede con muchas promesas que suenan demasiado bien, la realidad tiene matices. Conforme llegan los estudios más rigurosos, comienzan a aparecer datos que nos obligan a reevaluar su impacto. Uno de los más sorprendentes: podría estar relacionado con la pérdida de cabello. Sí, ese tipo de efecto secundario que nadie espera cuando empieza una dieta saludable.
¿De qué trata el “ayuno intermitente”?
El ayuno intermitente se refiere a un patrón alimenticio que alterna entre periodos de alimentación normal y tiempos de restricción calórica. Esa restricción puede significar desde no comer nada durante varias horas hasta reducir drásticamente las calorías consumidas.
La lógica detrás del método es simple: al no imponer una restricción constante, el cuerpo no entra en ese “modo ahorro” metabólico que suele sabotear las dietas tradicionales. En teoría, eso ayuda a perder peso de forma más eficiente. Sin embargo, la evidencia científica no ha logrado confirmar que sea mucho más eficaz que otras dietas hipocalóricas continuas. A nivel de resultados, parece que da lo mismo qué camino tomes, siempre y cuando seas constante.
¿Funciona? Tal vez sí, pero no con resultados milagrosos… ni con cabello
Los estudios más amplios sobre el tema indican que los beneficios del ayuno intermitente en la pérdida de peso y la salud general no son superiores a los de otras estrategias. La elección de una dieta sobre otra suele responder más a preferencias personales que a una superioridad científica.
Eso no significa que no tenga efectos interesantes. Algunos estudios muestran que puede ayudar a regenerar el intestino o reducir ciertos marcadores de inflamación. Pero también hay sorpresas no tan gratas.
Un grupo de investigadores chinos realizó un experimento con ratones para observar el impacto del ayuno en el crecimiento capilar. Dividieron a los animales en varios grupos: unos comían normalmente, otros ayunaban por intervalos de 8, 16 o incluso 48 horas. El resultado fue que los ratones que podían comer cuando querían recuperaron su pelaje sin problema. Los demás, en cambio, tardaron mucho más. Algunos ni siquiera recuperaron el pelo por completo tras más de tres meses.
Los científicos aclaran que no buscan generar alarma, pero sí advertir que incluso las prácticas más populares pueden tener efectos inesperados. Todavía se está lejos de afirmar que el ayuno nos dejará calvos. Pero es claro que hasta las tendencias que parecen más saludables pueden tener un riesgo.
Cortesía de Xataka
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