Claves históricas para entender el fundamentalismo: qué es, cuándo nace y cómo se manifiesta

El término “fundamentalismo” ha adquirido múltiples connotaciones a lo largo del tiempo. Unas veces, se ha aplicado al ámbito estrictamente religioso; otras, se ha extendido a esferas ideológicas como el nacionalismo o el mercado. Aunque suele asociarse con el extremismo, el dogmatismo y la violencia, comprender las bases del fundamentalismo exige una lectura más matizada que tome en consideración los cambios sociales derivados de la modernidad. A continuación, exploramos el concepto desde su origen histórico, analizamos su evolución teórica y proponemos una visión compleja de sus manifestaciones contemporáneas.

Qué es el fundamentalismo: definiciones y matices

Entre la religión y la ideología

Desde un punto de vista histórico, el fundamentalismo fue un movimiento cristiano nacido en Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Su objetivo principal se basaba en la defensa de “los fundamentos” innegociables del cristianismo protestante, como la infalibilidad de la Biblia o la resurrección física de Cristo. Sin embargo, desde mediados del siglo XX, el concepto se ha aplicado tanto a movimientos comparables en otras religiones como a ámbitos no religiosos. Esto ha generado un debate sobre su validez como categoría universal.

Algunos estudiosos advierten que no debe confundirse el fundamentalismo con la mera persistencia de la tradición religiosa. Según el profesor de teología Edward Farley, lo que define al fundamentalismo es su aparición como una respuesta específica a la modernidad. En este sentido, la modernidad se caracteriza por el auge del secularismo, la racionalidad crítica y la pérdida del patrocinio social de la religión.

La teoría del contenido-reacción-afecto

El modelo contenido-reacción-afecto, propuesto por los investigadores Rik Peels y Nora Kindermann, es una construcción teórica que permite identificar actitudes fundamentalistas. Según este modelo, una creencia fundamentalista se define por cuatro condiciones necesarias: tiene un contenido doctrinal fuerte, genera reacciones inflexibles ante el desacuerdo, se sostiene con una convicción absoluta y se encuentra fuertemente ligada a componentes afectivos como el miedo o la ira. En el fundamentalismo, por tanto, no basta con el contenido. Es la manera de sostenerlo y defenderlo lo que transforma una creencia en fundamentalista.

Figura humana junto a una cruz
El fundamentalismo, definido como tal, surge en Estados Unidos en el siglo XX. Recreación ficticia. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Cuándo nace el fundamentalismo: contexto histórico y cultural

El siglo XX y la secularización

El fundamentalismo moderno nace, según Farley, como reacción a los efectos desestabilizadores de la modernidad en la religión. Aspectos como la separación entre la Iglesia y el Estado, la democratización de la educación, la irrupción de la ciencia y la diversidad religiosa forzaron a las religiones tradicionales a repensar su lugar en la sociedad. Frente a esta pérdida de centralidad, algunos sectores respondieron con una reafirmación rígida y excluyente de sus dogmas, que es, precisamente, lo que caracteriza al fundamentalismo.

Peels y Kindermann complementan esta perspectiva con una revisión crítica de las características individuales del creyente fundamentalista, como la cerrazón mental, la dogmatización y la pertenencia a grupos cerrados. Aunque estas actitudes pueden encontrarse también en otros tipos de creencias, en el fundamentalismo forman parte integral de su estructura epistemológica.

Modernidad, crisis de autoridad y reacción religiosa

Farley insiste en que el fundamentalismo no puede entenderse sin comprender el trauma cultural que supuso la modernidad para las religiones. Esta época trajo consigo no solo la pérdida del monopolio religioso sobre el conocimiento, sino también nuevas formas de vida, valores ilustrados y cosmovisiones científicas. Ante este panorama, el fundamentalismo surge como una estrategia religiosa de resistencia, en la que la tradición se absolutiza y se blinda frente a toda forma de cuestionamiento.

Recreación fantasiosa de mujeres veladas caminando
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Cómo se manifiesta: características y dinámicas del fundamentalismo

Rasgos distintivos de la creencia fundamentalista

Peels y Kindermann destacan cinco componentes principales en la creencia fundamentalista: los vicios intelectuales, las dinámicas de grupo, la certeza absoluta, la fuerte carga afectiva y el contenido doctrinal rígido. Estas creencias no solo se sostienen con convicción, sino que rechazan de forma activa cualquier forma de crítica o duda.

Entre los vicios intelectuales, se mencionan el dogmatismo, el prejuicio, la cerrazón cognitiva y la arrogancia epistémica. Aunque estas características no son exclusivas del fundamentalismo, su combinación sistemática en un contexto de aislamiento grupal y emoción intensa las vuelve características centrales de este fenómeno.

Recreación ficticia de una figura humana en una gran sala de piedra
El fundamentalismo es una respuesta a la modernidad. Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Aislamiento social y dinámica de grupo

Otra dimensión fundamental se encuentra en el grupo. El creyente fundamentalista no opera en el vacío. Sus creencias se sostienen, refuerzan y validan en entornos comunitarios cerrados, donde existen líderes incuestionables, prácticas de socialización exclusivistas y una profunda desconfianza hacia el exterior. Este entorno genera un aislamiento informativo que impide el contacto con otras perspectivas. Según Farley, estas comunidades constituyen una “nueva diáspora” religiosa que, al perder su centralidad en la sociedad, se repliega en sí misma y adopta estrategias de autodefensa simbólica y doctrinal frente a lo que perciben como amenazas de la modernidad.

El papel de las emociones

Una contribución especialmente novedosa del modelo de Peels y Kindermann es la inclusión de los afectos como componente estructural del fundamentalismo. Las creencias fundamentalistas no son solo rígidas o dogmáticas: también están cargadas de emociones como el miedo, el resentimiento, el odio o la nostalgia. Estas emociones refuerzan la convicción y dificultan aún más la apertura al diálogo.

Farley coincide en este punto al señalar que el fundamentalismo responde no solo a cambios externos, sino también a una vivencia interna de pérdida, desarraigo e inseguridad. De ahí que, muchas veces, en lugar de promover el diálogo o la autocrítica, estas comunidades actúen mediante la exclusión y la confrontación.

Recreación de un conflicto
El fundamentalismo puede desembocar en acciones violentas por la fuerte carga emocional que conlleva. Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una respuesta al mundo contemporáneo

El fundamentalismo no puede reducirse a una ideología rígida o una religión extrema. Es, ante todo, una forma de responder al impacto cultural, social y epistemológico de la modernidad. Nacido en un contexto específico —el protestantismo estadounidense del siglo XX—, el fundamentalismo ha trascendido fronteras religiosas y geográficas para manifestarse también en el islam, el judaísmo, el hinduismo e incluso en las ideologías seculares.

Hoy contamos con herramientas teóricas más refinadas para identificar sus componentes, analizar sus raíces y entender sus implicaciones. En tiempos de polarización y simplificación del debate público, comprender el fundamentalismo en toda su complejidad es un paso imprescindible para analizarlo sin caer en estigmatizaciones fáciles ni en equívocos conceptuales.

Referencias

Cortesía de Muy Interesante



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