‘Habemus Papam’: historia, ciencia y simbolismo de las fumatas (negra y blanca) en la elección del Papa

El 21 de abril de 2025, la Iglesia Católica despidió al Papa Francisco, quien falleció a los 88 años en la Casa Santa Marta. Su pontificado, iniciado en 2013, se caracterizó por un enfoque pastoral y una búsqueda constante de reformas dentro de la Iglesia. Con su partida, se activa el protocolo del cónclave, un proceso cargado de tradición y simbolismo que culmina con la elección de un nuevo Papa.​

Uno de los elementos más emblemáticos de este proceso es la emisión de humo desde la chimenea de la Capilla Sixtina: la fumata negra, que indica que aún no hay consenso, y la fumata blanca, que anuncia al mundo la elección de un nuevo líder espiritual. Detrás de estas señales, aparentemente simples, se esconde una rica historia y una compleja combinación de ritual, política y ciencia.​

El origen histórico de las fumatas

La tradición de utilizar humo para comunicar el resultado de las votaciones papales tiene sus raíces en el siglo XIII. Durante el Concilio de Lyon en 1274, el Papa Gregorio X estableció normas para la elección papal, buscando evitar las prolongadas disputas que caracterizaban los cónclaves de la época. Lo hizo con la bula Ubi periculum,  Aunque el uso específico de humo no se documentó entonces, con el tiempo se adoptó como una forma efectiva de informar al público sobre el progreso de las votaciones.​

Inicialmente, el humo se generaba quemando las papeletas de votación junto con paja húmeda para producir una fumata negra, o paja seca para una fumata blanca. Sin embargo, este método no siempre producía un color claramente distinguible, lo que generaba confusión entre los fieles congregados en la Plaza de San Pedro. A lo largo de los siglos, se han registrado varios casos en los que el color del humo fue interpretado erróneamente, llevando a celebraciones prematuras o malentendidos.​

Uno de los casos más notorios ocurrió en el cónclave de 1958, cuando el humo fue interpretado erróneamente como blanco, llevando a una celebración prematura. Este incidente destacó la necesidad de un sistema más fiable para comunicar los resultados del cónclave.​

Un cardenal alimenta el fuego en la estufa del cónclave, símbolo del momento en que las papeletas de votación son quemadas y el humo —blanco o negro— se eleva sobre el Vaticano. Un gesto ritual que une tradición, decisión y misterio en la elección del nuevo Papa. Fuente: ChatGPT / E. F.

El proceso del cónclave: entre el secreto y la solemnidad

Tras la muerte de un Papa, se inicia un período conocido como “Sede Vacante“, durante el cual el Colegio Cardenalicio se encarga de la administración de la Iglesia y de preparar el cónclave para elegir al nuevo pontífice. Este proceso se lleva a cabo en la Capilla Sixtina, un lugar cargado de historia y arte, donde los cardenales electores se reúnen en estricto aislamiento.​

Solo los cardenales menores de 80 años tienen derecho a voto, y durante el cónclave, se les prohíbe cualquier contacto con el mundo exterior. Las votaciones se realizan en secreto, y se requieren dos tercios de los votos para elegir al nuevo Papa. Después de cada ronda de votación, las papeletas se queman, y el humo resultante se libera a través de la chimenea instalada en el techo de la Capilla Sixtina.​

Las posibilidades son dos:

  • Si no se alcanza un consenso, se emite una fumata negra.
  • Si se elige un nuevo Papa, se produce una fumata blanca

Este sistema, aunque aparentemente simple, es el resultado de siglos de tradición y de un cuidadoso protocolo diseñado para garantizar la integridad y la solemnidad del proceso.

Recreación artística del cónclave de 1958, cuando una fumata de tono ambiguo generó confusión entre los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. Durante varios minutos, muchos creyeron que se había elegido Papa, pero era una fumata negra mal interpretada. El episodio llevó años después a perfeccionar el sistema de señales. Fuente: ChatGPT / E. F.

La ciencia detrás del humo: química y precisión

Aunque el ritual de las fumatas tiene siglos de antigüedad, la claridad de sus señales no siempre fue tan evidente como hoy. Durante mucho tiempo, el color del humo resultaba ambiguo o difícil de distinguir, lo que provocaba confusiones entre los fieles y los medios de comunicación congregados en la Plaza de San Pedro. Este problema llevó al Vaticano a aplicar, desde el siglo XX, soluciones más precisas y científicas.

Del humo incierto al control químico

Antiguamente, el color del humo se producía de forma artesanal: para la fumata negra, se quemaban las papeletas de votación junto con paja húmeda o alquitrán. Para la fumata blanca, bastaba con quemar solo las papeletas. Pero este método rudimentario dependía de factores poco predecibles, como la humedad del papel o el estado de la chimenea, y a menudo generaba humo grisáceo o de tonalidad intermedia, sembrando confusión. Casos como el cónclave de 1958, donde se interpretó erróneamente una fumata blanca, lo ilustran bien.

Desde el cónclave de 2005, el Vaticano incorporó la química moderna al proceso, encargando a expertos la preparación de mezclas diseñadas para generar colores nítidos y contrastantes.

Composición de la fumata negra

La fumata negra, que indica que aún no se ha alcanzado un consenso, se obtiene mediante la combustión de una mezcla cuidadosamente dosificada de tres componentes principales:

  • Perclorato de potasio (KClO₄): un fuerte oxidante que favorece la combustión.
  • Antraceno (C₁₄H₁₀): un compuesto orgánico aromático que contribuye al humo denso y oscuro.
  • Azufre: que intensifica el color negro del humo y le da una textura espesa y visible.

Esta combinación produce un humo intenso, opaco y duradero, que se eleva lentamente sobre la Capilla Sixtina y puede observarse claramente desde cualquier punto de la plaza.

Fumata negra real. Fuente: Wikipedia

Composición de la fumata blanca

La señal más esperada del cónclave, la fumata blanca, también se consigue con precisión científica. Su mezcla contiene:

  • Clorato de potasio (KClO₃): otro oxidante que inicia la combustión.
  • Lactosa: un azúcar que se descompone fácilmente al quemarse, generando vapor blanco.
  • Colofonia (resina de pino): una sustancia natural que aporta densidad y luminosidad al humo blanco.

El resultado es un humo claro, brillante y voluminoso, que no deja lugar a dudas: se ha elegido un nuevo Papa.

Fumata blanca real. Fuente: Wikipedia

Un sistema dual y sincronizado

En la práctica, no se usa una sola chimenea, sino dos sistemas de combustión conectados a una única salida. Uno es la estufa tradicional donde se queman las papeletas de votación, y el otro es un pequeño dispositivo químico que se enciende simultáneamente para producir el humo del color deseado. Ambos están instalados sobre la misma chimenea, de modo que el humo asciende por el mismo canal.

Este procedimiento se repite después de cada votación (hasta cuatro veces al día). Si no hay elección, se genera fumata negra. Si se ha elegido un nuevo Papa, se produce la fumata blanca junto con el repique solemne de las campanas de la Basílica de San Pedro, una medida añadida desde 2005 para reforzar el anuncio visual con una señal sonora inequívoca.

Un ritual moderno sin perder su alma

Gracias a la química moderna, el ritual de las fumatas ha ganado en fiabilidad y espectacularidad, pero no ha perdido su dimensión simbólica. La mezcla de tecnología y tradición en este momento tan esperado refleja cómo la Iglesia adapta sus ritos al presente sin abandonar su legado.

El humo que se eleva sobre Roma es más que una señal: es un mensaje al mundo, una señal tangible del misterio que ocurre tras los muros de la Capilla Sixtina. Y hoy, gracias a la ciencia, ese mensaje es más claro que nunca.

Recreación del momento más esperado: la fumata blanca. Fuente: Wikipedia

El simbolismo de las fumatas: más allá del humo

Más allá de su función práctica, las fumatas tienen un profundo significado simbólico. Representan la continuidad de la Iglesia y la creencia de que el Espíritu Santo guía a los cardenales en la elección del nuevo Papa. Cada vez que una fumata blanca se eleva sobre la Capilla Sixtina, no solo se está anunciando el final del cónclave: se está proclamando la apertura de un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia.

La fumata blanca, en particular, es un momento de júbilo, alivio y esperanza para millones de católicos en todo el mundo. No es solo una señal de que se ha alcanzado una decisión: es una afirmación de unidad, de fe y de continuidad espiritual. Desde la plaza de San Pedro hasta los rincones más remotos del planeta, la frase Habemus Papam se recibe con emoción, como una llamada a lo sagrado, al misterio y a la renovación.

Por otro lado, la fumata negra también posee una carga simbólica. Aunque pueda parecer frustrante, representa la seriedad del proceso, el discernimiento, el debate interno. Cada vez que aparece, se reafirma que no se elegirá a un Papa por prisa ni por conveniencia, sino solo cuando haya una verdadera convergencia espiritual entre los electores. La espera que impone la fumata negra también recuerda que en la Iglesia los tiempos no son los del mundo, sino los de la reflexión y la oración.

En conjunto, estas señales de humo —blanca o negra— se han convertido en una forma de lenguaje universal, entendible incluso por quienes no practican la fe católica. Su aparición no solo conmueve al creyente, sino que captura la atención del planeta, evocando una mezcla única de misterio, historia y solemnidad. Son un puente entre lo humano y lo divino, entre lo visible y lo invisible, entre la tradición y la actualidad.

Cortesía de Muy Interesante



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