La industria del alcohol ahora tiene un nuevo problema en la lista: los efectos del Ozempic

¿Un caballito de tequila o un whiski en las rocas? ¿Cuba campechana o un clásico Martini? Sea cual sea la bebida de tu preferencia, es claro que el consumo del alcohol tiene su baches a nivel industria. Además de los nuevos hábitos de los jóvenes, los riesgos a la salud y la cadena de suministro, las productoras de bebidas alcohólicas parece que enfrentarán un nuevo desafío: el Ozempic.

Para quienes desconocemos de qué se trata, a resumidas cuentas el Ozempic es un fármaco utilizado para el tratamiento de obesidad y diabetes tipo 2, el cual contiene un químico conocido como semaglutida. Pero ¿cómo se relaciona esto con “echarte unos tequilitas”? Resulta que este mismo componente parece ser el talón de Aquiles de la industria gracias a una función: el tratamiento de la adicción al alcohol.

Comencemos por entrar en contexto. Aproximadamente hace dos años este medicamento comenzó a ganar popularidad no solo por el apoyo a las personas con sobrepeso, sino por su uso entre quienes solo querían adelgazar. Claro con su respectiva dieta y programación de ejercicio. No obstante, los beneficios fueron variados y contundentes hasta expandirse en más usos.

Fue entonces que se comenzaron a encontrar distintos efectos secundarios positivos, como la reducción de enfermedades renales crónicas. Con esto en mente, se dio a pie a buscar más y más ventajas hasta que dieron con un tercer uso: la lucha contra las adicciones. Aunque fueron casos aislados, las pruebas arrancaron entre quienes se encontraban bajo este tratamiento.

Los resultados descritos en un artículo en la revista JAMA Psychiatry mostraron cómo la hormona utilizada (GLP-1) cumple distintas funciones en nuestro organismo. Una de ellas es indicarnos cuándo estamos satisfechos. Por eso, los medicamentos que imitan su acción generan esa misma sensación de saciedad, lo que naturalmente lleva a comer menos y, en consecuencia, a perder peso.

Sin embargo, varios usuarios empezaron a notar que este efecto no se limitó solo a la comida, sino que también influyó en el consumo de alcohol. Aún queda la incógnita de cómo funciona este proceso en sí, pero se apunta a que los mismos mecanismos que reducen el apetito están detrás de esta otra función: disminuir el deseo de beber.

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El estudio se llevó a cabo en 48 pacientes. Entre todos ellos, se dividieron de manera aleatoria en dos grupos: unos tratados con semaglutida y otros con un placebo. Con base en ello, se explicó que quienes sí fueron medicados comenzaron a beber menos alcohol. No tanto en un número de días en específico, pero sí en una menor cantidad.

“Estos datos sugieren el potencial de la semaglutida y fármacos similares a cubrir una necesidad existente de un tratamiento para el trastorno por uso de alcohol. Estudios más amplios […] son necesarios para comprender plenamente la seguridad y la eficacia en personas con este trastorno, pero estos resultados iniciales son prometedores.”

Klara Klein, miembro del equipo del estudio.

A través de una nota de prensa, el equipo hizo hincapié que aún queda camino que recorrer para brindar datos aún más contundentes que respalden al Ozempic como un aliado en la lucha contra las adicciones. En resumen, más muestras y más estudios que avalen los mecanismos biológicos, así como potenciales riesgos en el uso de este medicamento.

Vale la pena mencionar que fármacos similares provocan náuseas y vómitos por lo que bajan los deseos por las bebidas alcohólicas. Además, hay otra posible esperanza para minimizar el impacto de las adicciones. Según rescata la CNN, entre la muestra también se reveló que quienes tomaron semaglutida fumaron menos cigarrillos al día. Es decir: combatir el tabaquismo.

Cortesía de Xataka



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