En las heladas cumbres del macizo del Altái, un hallazgo arqueológico ocurrido en 1993 capturó la atención mundial. Se trataba del descubrimiento de una momia femenina de más de 2.400 años de antigüedad que, congelada en el permafrost del Altái siberiano, volvía mostrar su rostro al mundo. Los arqueólogos rusos desenterraron su cuerpo, excepcionalmente conservado, en el altiplano de Ukok, en un kurgán de la cultura escita Pazyryy. Esta mujer, a la que se le dio el apodo de “Princesa de Ukok” y “Virgen de hielo”, se convirtió tanto en un símbolo de la identidad regional como el epicentro de una intensa controversia cultural. Desde entonces, el destino de esta momia milenaria ha protagonizado un complejo juego de tensiones entre la ciencia, la espiritualidad indígena, los intereses económicos y las políticas identitarias.
El descubrimiento arqueológico
La espectacular momia se encontró en julio de 1993 durante una expedición del Instituto de Arqueología y Etnografía de la Academia Rusa de Ciencias. Su tumba, que se fechó en el siglo V a. C., se encontraba en la denominada Zona de silencio de Ukok, una reserva natural protegida por la UNESCO dentro de las llamadas Montañas doradas del Altái. El estado de conservación de la momia resultaba extraordinario: vestía ropas de fieltro decoradas, llevaba una peluca elaborada y su piel lucía tatuajes perfectamente visibles a pesar de sus 2.400 años.
Tras su descubrimiento, el cuerpo se trasladó a Novosibirsk para someterlo a examen. Allí permaneció casi dos décadas, hasta que, en 201 y bajo fuertes presiones políticas y sociales, se repatrió al Museo Nacional A. V. Anojin en Gorno-Altaysk, capital de la República del Altái.

Un símbolo ancestral para los altaios
Aunque los análisis genéticos indican que la momia no está relacionada de manera directa con los actuales pueblos indígenas del Altái, muchos habitantes la consideran una antepasada nacional, una figura fundadora que encarna la identidad de la región. Esta apropiación simbólica responde a un marco heredado del periodo soviético, donde la etnicidad se vinculaba estrechamente al territorio. La momia, surgida del suelo ancestral, por tanto, se reinterpretó de inmediato como parte del linaje de los altaios.
En la tradición religiosa local, influida de forma profunda por el chamanismo, los restos humanos mantienen una dimensión espiritual activa. Se cree que los espíritus de los muertos que no se han honrado de la manera adecuada pueden causar enfermedades, catástrofes o desgracias personales. Por ello, la exhumación de la momia se percibió como una profanación, lo que dio lugar a toda una narrativa de maldiciones, desgracias naturales e incluso crisis políticas, que algunos atribuyen a la ira del espíritu de la Princesa de Ukok.

La momia como figura de poder y conflicto
Con el paso del tiempo, la figura de la momia se transformó en un emblema complejo donde convergen el orgullo local, la espiritualidad, la política y la economía. En su mausoleo subterráneo, concebido para recrear un kurgán (túmulo funerario) escita, los visitantes penetran en una atmósfera de fuertes connotaciones ritualizadas, con una iluminación tenue y música evocadora. La momia permanece cubierta por un velo negro, solo visible durante la luna creciente. Este dispositivo museográfico transforma el museo en una especie de templo laico, en el que se entrelazan narrativas oficiales, mercadotecnia turística y experiencias religiosas.
A pesar de que el Museo Anojin se concebió para albergar la momia tras su repatriación, muchos altaios rehúsan visitarlo. Temen que el espíritu de la mujer pueda manifestarse en sueños o causar enfermedades. Otros, simplemente, consideran que su cuerpo debería ser devuelto a la tierra sagrada del Ukok, el lugar de reposo definitivo en el que se depositó en origen.

Polémicas por la repatriación
La repatriación de la momia en 2012 tan solo fue el primer paso de un conflicto más profundo. Para muchos líderes religiosos y políticos altaios, su verdadero retorno solo se completará cuando la momia sea reinhumada en el lugar exacto de su enterramiento original. Desde entonces, se han realizado múltiples campañas públicas, peticiones y actos para lograr este objetivo.
Sin embargo, la ley rusa impide la reinhumación de restos humanos considerados patrimonio nacional, por lo que el cuerpo permanece en exhibición. Esta situación genera una tensión permanente entre el deseo de respetar el pasado y los imperativos estatales de conservación y exhibición. El conflicto también revela un profundo sentimiento de exclusión política entre los altaios, que perciben cómo sus opiniones no se toman en cuenta en aquellas decisiones que afectan directamente a su cultura y su territorio.

Intereses económicos y geopolítica
La momia de la princesa de Altái también ha sido instrumentalizada como recurso económico. Su retorno coincidió con una política de promoción del turismo en la región, impulsada por el gobierno federal y respaldada por empresas privadas. El cuerpo de la “virgen de los hielos” se ha convertido en una atracción turística de primer orden, incorporada ya en las rutas de los viajeros tanto rusos como extranjeros interesados en el exotismo espiritual del Altái.
Además, su repatriación se enmarca en un contexto geopolítico más amplio. El Ukok es una zona estratégica por donde Rusia proyectaba construir el gasoducto Power of Siberia-2 hacia China. Las excavaciones arqueológicas necesarias para realizar el proyecto suscitaron una fuerte oposición por parte de la comunidad indígena, que considera la región un paisaje sagrado.
Muchos interpretaron el retorno de la momia como un gesto compensatorio, un “regalo envenenado” que buscaba aplacar tensiones y facilitar la realización de proyectos extractivos en el Altái, al tiempo que permitía al Kremlin consolidar su control simbólico sobre la región.
Cuerpos, religiosidad y disputas políticas
La historia de la “Virgen de Hielo” del Altái supone un caso paradigmático de cómo los restos humanos pueden convertirse en objeto de disputa política, económica, espiritual y cultural. A través de este cuerpo momificado, se narran batallas identitarias, se articulan formas de resistencia y se construyen imaginarios de pertenencia. En un país donde los cadáveres ilustres, como el de Lenin, siguen desempeñando funciones simbólicas, la momia de Ukok muestra hasta qué punto la muerte puede ser un instrumento de poder y un terreno de negociación en el presente.
Referencias
- Jacquemoud, Clément . 2023. “Cultural heritage management in the Altai Republic. Discrepancies regarding human remains”. Études mongoles et sibériennes, centrasiatiques et tibétaines, 54. DOI: https://doi.org/10.4000/emscat.6215
- Tadina, Nadezhda A. 2020. “A native anthropologist’s view on covering the “Altai Princess” problem”. Anthropology & Archeology of Eurasia, 59.2: 112-127. DOI: https://doi.org/10.1080/10611959.2020.1950477
Cortesía de Muy Interesante
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