La historia no siempre se encuentra en los libros. A veces, emerge del subsuelo. Literalmente. Es lo que ha ocurrido en Barcelona, donde una excavación en el solar del antiguo Mercat del Peix —a tan solo unos pasos del parque de la Ciutadella— ha sacado a la luz los restos fragmentados pero reveladores de una embarcación medieval que permanecía enterrada a más de cinco metros de profundidad, custodiada durante siglos por sedimentos marinos. Un hallazgo que no solo ha fascinado a los arqueólogos, sino que tiene el potencial de reescribir el pasado marítimo de la capital catalana.
El barco, bautizado provisionalmente como Ciutadella I, ha sido identificado como un derelicto, es decir, una embarcación naufragada y sepultada por el tiempo. Su estructura, en sorprendente estado de conservación parcial, data probablemente de entre los siglos XV y XVI, aunque los estudios técnicos todavía están en marcha para precisar su cronología. Lo que sí es seguro es que este tipo de construcción naval, conocida como “a esquelet”, era común en el Mediterráneo a partir del siglo XV y se extendió por toda Europa durante los siglos posteriores.
Una excavación que cambió de escala
La intervención arqueológica comenzó en marzo de 2023 con un propósito bien distinto: la preparación del terreno para un ambicioso complejo científico promovido por el Ayuntamiento de Barcelona y BSM, con la colaboración del CSIC, la Universitat Pompeu Fabra y el Parc de Recerca Biomèdica. El nuevo centro, enfocado en biomedicina y biodiversidad, está ubicado en una zona que no deja de sorprender por su riqueza arqueológica. En apenas dos años de trabajos, se han documentado vestigios que abarcan desde un refugio antiaéreo de la Guerra Civil hasta estructuras asociadas a la Ciutadella borbónica y al antiguo mercado del pescado del siglo XIX.
Pero fue en abril de 2025 cuando el hallazgo cambió de escala: durante las excavaciones finales se localizó la popa fragmentada de una embarcación. A una profundidad superior a cinco metros bajo el nivel actual del mar, emergía parte del esqueleto de madera de un barco medieval que llevaba siglos oculto bajo las capas de arena y lodo. Su descubrimiento coincidió, además, con una zona particularmente fértil en restos orgánicos: avellanas, piñas y otros materiales aún en proceso de datación acompañaban al navío, aportando valiosos indicios ambientales del momento histórico.

El Ciutadella I: una cápsula del tiempo naval
Las dimensiones conservadas del barco impresionan: más de 10 metros de eslora y 3 de manga, con una treintena de quadernes —las costillas de madera que daban forma al casco— y siete andanas de recubrimiento exterior. Se emplearon clavos de madera y hierro para unir sus piezas, un método característico de la época. La embarcación fue construida con la técnica del esqueleto, que consistía en montar primero la estructura interna para después aplicar las tablas del casco. Este sistema permitía mayor resistencia y versatilidad frente a las inclemencias del mar.
Lo fascinante no es solo la estructura física del Ciutadella I, sino lo que puede contar. A diferencia de otros hallazgos de pecios, aquí no hablamos de una simple embarcación aislada, sino de un posible punto neurálgico de la actividad comercial medieval. La proximidad al antiguo puerto y la existencia de infraestructuras portuarias desde el siglo XV refuerzan la hipótesis de que esta nave pudo formar parte del vibrante entramado de comercio marítimo de la época. La construcción de los primeros muelles artificiales en 1439 transformó radicalmente el litoral barcelonés, haciendo que zonas antaño costeras quedaran sepultadas bajo nuevas capas de sedimento.
Conservar lo frágil: un reto científico
Uno de los aspectos más delicados del hallazgo reside en el estado de la madera, extremadamente vulnerable al contacto con el aire. Por eso, se ha optado por mantener la estructura parcialmente cubierta con la misma arena que la protegía, garantizando una humedad constante. La intervención está siendo liderada por el Servei d’Arqueologia de Barcelona con el asesoramiento del Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya, expertos en conservación de restos náuticos.
La documentación del barco se está llevando a cabo con métodos de última generación, como la fotogrametría, que permite recrear modelos tridimensionales de alta precisión sin necesidad de manipular directamente las piezas. Paralelamente, se han tomado muestras de madera, resina y clavos, que ayudarán a determinar no solo la datación exacta, sino también el lugar de construcción del navío. ¿Fue construido en los propios astilleros de Barcelona o vino de otro puerto del Mediterráneo?

En las próximas semanas, la estructura será trasladada a un centro especializado para someterla a un proceso de conservación que incluye un tratamiento de cera hidrosoluble. Esta sustancia penetra la madera, reforzando su interior y asegurando su integridad estructural a largo plazo. Es un procedimiento largo, pero imprescindible para preservar tanto el valor material como científico del hallazgo.
Este no es el primer barco medieval hallado en Barcelona. En 2008, durante unas obras cerca de la Estació de França, se localizó otro navío del siglo XV, el conocido como Barceloneta I, de origen cantábrico y probablemente construido en el norte de la Península. Tras seis años de restauración, sus restos pueden visitarse hoy en el Museu d’Història de Barcelona, junto a una reconstrucción virtual en 3D y un mapa interactivo de las rutas comerciales de la época.
El descubrimiento del Ciutadella I complementa y amplía esa narrativa, ofreciendo ahora una visión más completa de la diversidad de embarcaciones y de las redes mercantiles que convergían en la ciudad. Mientras que el Barceloneta I representa la conexión atlántica de Barcelona, el Ciutadella I apunta a un contexto netamente mediterráneo. Ambos barcos, separados por siglos de olvido, ahora se dan la mano para enriquecer el relato histórico de una ciudad que siempre ha vivido de cara al mar.
Una historia que emerge del fondo
Lo más extraordinario del Ciutadella I no es solo su antigüedad, sino el contexto en el que fue descubierto. Bajo el asfalto moderno y los cimientos de una ciudad en constante transformación, permanecía escondida una pieza clave del pasado marítimo europeo. Este hallazgo no solo pone a Barcelona en el mapa de los grandes descubrimientos arqueológicos navales de los últimos años, sino que permite conectar los trazos de una historia mucho más amplia: la evolución del puerto, los cambios en la línea de costa, y el papel de la ciudad en las rutas comerciales del Mediterráneo.
Mientras continúan las excavaciones y la investigación científica, el Ciutadella I ya se perfila como una joya patrimonial que aportará décadas de conocimiento. Su restauración y futura exposición permitirán a generaciones futuras entender que, bajo la ciudad moderna, duerme todavía la Barcelona de los navegantes.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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