Los fenicios prosperaron en el Mediterráneo durante un milenio. Esa cultura fue mantenida en vida por gentes muy distintas a quienes la fundaron inicialmente.
Un estudio con 150 esqueletos fenicios de todo el Mediterráneo ha revelado que los últimos representantes de esa civilización no tenían traza alguna de los genes de sus fundadores – que se encontraban en los actuales Líbano e Israel.
El estudio desmiente asunciones dadas por sentadas y sugiere que muchas manos distintas se intercambiaron el testigo de la cultura fenicia.
Civilización milenaria
La cultura fenicia se formó en Oriente Medio hace tres milenios. Desde allí, navegantes y mercaderes la repartieron por todo el Mediterráneo, hasta la costa ibérica. Su idioma, su alfabeto, sus dioses, su urbanismo y sus inventos como el hierro y el torno se difundieron como la pólvora.
A mediados del siglo VI a.C. las metrópolis orientales habían decaído y la “capital” de esa cultura era Cartago, una ciudad del actual Túnez. Pronto, la palabra griega “fenicio” sería reemplazada por “púnico”, su traducción al latín.
Fueron las “guerras púnicas” entre Cartago y Roma (con sus episodios míticos, como el de Aníbal cruzando Hispania con elefantes) lo que pusieron punto y final a esa civilización. Tras la derrota de la ciudad africana, el romano Catón decretó su famoso “Cartago delenda” (hay que cancelar Cartago), orden que fue ejecutada al pie de la letra.
Caza al esqueleto
“Cartago tenia vínculos culturales claros con Fenicia y los arqueólogos se esperaban que también hubiera un vínculo genético”, explica Carles Lalueza Fox, director del Museu de Ciències Naturals de Barcelona y coautor del trabajo. En otras palabras, se asumía que la colonización fenicia ocurrió a base de trasladar poblaciones. “Pero algunos colaboradores israelís estaban sorprendidos de que no encontraran una huella genética levantina relevante en los restos”, explica el investigador.
Entonces Lalueza y otros colaboradores empezaron una caza a los escasos restos fenicios disponibles. Hasta el 600 a.C., los púnicos quemaban a sus muertos, así que la mayoría de los restos son sucesivos. Además, durante décadas los arqueólogos habrían tirado los restos humanos y guardado solo los artefactos. Finalmente, muchos restos están en mal estado, debido al clima Mediterráneo.
La búsqueda llevó a Lalueza hasta huesos que habían estado guardados en el Museo Arqueológico Nacional durante un siglo. Con la colaboración de otros investigadores, consiguió juntar restos de 400 individuos enterrados en 14 sitios de las penínsulas Ibérica e Italiana, Eivissa, Cerdeña y Sicilia, el Norte de África y Oriente Medio. Todos ellos, en los últimos siglos de la civilización púnica. Tras un cribado, los individuos que dieron resultados fiables fueron 157.
Mosaico genético
Al contrario de lo esperado, esas personas de cultura fenicia apenas tenían trazas de antecedentes genéticos levantinos. Al contrario, tenían una mezcla de genes de poblaciones mediterráneas. La cultura fenicia nació en tierras de oriente, pero quienes acabaron ostentándola no venían de allí.
En los siglos más recientes, incluso hubo un aumento de genes de poblaciones africanas, quizás asociados con la pujanza de Cartago. Los datos sugieren también un gran movimiento de población: hay cierto grado de parentesco en cementeros fenicios de ciudades muy alejadas. Por ejemplo, en una ciudad siciliana se encontró un primo segundo de otro individuo, enterrado en el Norte de África.
“El trabajo nos abre los ojos en torno a cómo se relacionaban las sociedades mediterráneas”, afirma Esther Rodríguez, investigadora del Instituto de Arqueología de Mérida del CSIC, no implicada en el trabajo. Joan Ramon Torres, del Servei d’Arqueologia del Consell d’Eivissa, llama a la cautela. “Detrás de cada individuo hay generaciones anteriores ya muy mezcladas”, afirma. Ambos llaman a consolidar los resultados con más muestras.
Cultura y genética
Según el estudio, los fenicios serían un ejemplo más de una cultura compartida por gentes de orígenes muy distintos. “Los púnicos no eran tan fenicios como pensábamos”, bromea Rodríguez.
Posiblemente, esa civilización se difundió sin una migración masiva. “Los datos no sugieren un traslado de gente fenicia del Líbano al Mediterráneo central”, afirma Torres.
“La llegada de los fenicios tuvo un impacto enorme en las culturas locales. Su urbanismo, el hierro, el torno… eran mejoras que fueron adoptadas y propagadas por las poblaciones autóctonas”, afirma la arqueóloga.
También podría ser que unos ‘booms’ demográficos sucesivos a la primera colonización fenicia borraran su señal genética, afirma Lalueza. La difusión tardía de genes típicos de poblaciones africanas, por ejemplo, sugiere que la pujanza de Cartago impulsó la migración de su población en los dominios púnicos.
Torres compara lo ocurrido con la colonización española de América. “Se fundaron ciudades y colonias, pero no se suplantó a la población”, explica.
Lalueza se pregunta si ello tiene algo que ver con el estilo de los fenicios, que basaron su dominio en los negocios y no tanto en las armas como los romanos. “Fue la primera gran cultura cosmopolita. Quizás hubiéramos tenido una globalización diferente si hubieran ganado ellos las guerras púnicas”, concluye.
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Cortesía de El Periodico
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