A veces, un argumento impactante y sofisticado solo puede terminar dejando en las manos del espectador el final que dé sentido a la serie.
Es un tópico bastante injusto decir que estamos viviendo ahora la edad de oro de las series de televisión; en los primeros años del medio, y en especial los años 60 del siglo XX, aparecieron algunas realizadas con un espíritu innovador, que buscaban huir de los clichés argumentales que ya empezaban a cuajar.
Ninguna duró demasiado, pero todas han permanecido como clásicos indudables. El prisionero es una de las más apreciadas.
El encantador pueblo-prisión
Londres. Un hombre –cuyo nombre nunca sabremos– conduce un coche deportivo que le lleva hasta un lujoso edificio oficial. Allí tiene una breve entrevista en un despacho; no oímos la conversación, pero le entrega airadamente un sobre a su interlocutor. Es su dimisión.
El hombre llega a su casa y comienza a hacer la maleta, cuando la habitación se llena de gas narcótico. Despierta en lo que parece un encantador pueblecito inglés, pero no tarda en darse cuenta de que es una prisión.

Los números
En ella se le conocerá como Número 6, y sabemos que sus captores –comandados por el misterioso Número 1, que habita en el castillo que domina la ciudad, y su subordinado, el Número 2, puesto que irán ocupando diferentes personas– quieren de él una información que se niega a darles.
La prisión no solo parece un pueblo idílico, sino que funciona como tal.
Tiene su propio gobierno –“elegido democráticamente”, según declaran–, periódico, tiendas, restaurantes… pero cualquier intento de escapar es impedido por unas misteriosas esferas robóticas que envuelven a los fugitivos.
Quebrando la voluntad
Empieza entonces un juego del gato y el ratón entre el Número 6 y sus captores, que buscan quebrar su voluntad con todo tipo de manipulaciones mentales, mientras aquel no cesa de intentar nuevas formas de fuga o, en uno de los episodios, de hacerse con el control del pueblo presentando su candidatura en las elecciones por el puesto de Número 2.
Por fin, en el último capítulo, se produce una revuelta que le permite regresar a Londres… ¿O no?

Un final poco esperado
Las escenas finales de la serie son idénticas a las iniciales, con el deportivo recorriendo la ciudad.
Si el Número 6 ha llegado a huir o vive una nueva alucinación inducida o ha retrocedido en el tiempo o está dentro de un bucle en el que todo vuelve a empezar son preguntas que quedan en el aire… Como lo es el hecho de que quizás él era, después de todo, el Número 1.
Al igual que ocurrirá muchos años después con otro clásico, “Perdidos”, el final no estuvo a la altura de las expectativas.
No podía estarlo, después de haber tratado con tanta puntería temas como la autoridad, la anarquía, las normas sociales, y la propia identidad, todos ellos dentro de un adictivo envoltorio de intriga.

Jugando con las mentes
De hecho, cuando el estudio le informó de la cancelación de la serie, su creador y protagonista, el actor Patrick McGoohan, reconoció que no sabía cómo iba a acabarla y solo estaba seguro de que no quería un final “a lo James Bond”, con el villano muerto y su instalación destruida.
Y lo logró, a costa de dejar a millones de fans con la boca abierta y con una cantidad de preguntas que aún hoy siguen sin respuesta.
“El prisionero” juega con nuestra mente del mismo modo en que lo hacían los dueños del pueblo con la del Número 6.
Cortesía de Muy Interesante
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