De los bosques a la ciudad: imaginando nuevos modos de habitar

Cuando paseo por los bosques, montañas y caminos del Parque Natural de Redes donde vivo, me maravillo con la grandeza del entorno natural a lo largo de todas las estaciones del año. Y me percato de que nuestra existencia está profundamente entrelazada con la de otros seres vivos y con los elementos naturales que me rodean. Me doy cuenta de que no vivo aislada, sino que formo parte de un ecosistema mucho más grande, donde cada organismo, las plantas, los animales, los hongos, los líquenes, el aire, el agua, incluso las rocas, depende de los demás para sobrevivir. Esta conexión me lleva a comprender que ningún organismo puede considerarse totalmente independiente, ya que todos estamos conectados e influenciados por el entorno en el que vivimos, y al mismo tiempo provoca en mí un deseo e impulso de cuidar y proteger este increíble lugar. 

Edificios como árboles, ciudades como bosques, publicado por Erasmus, propone una mirada transformadora sobre el entorno urbano. Invita a observar con atención cómo la naturaleza se abre paso incluso en los rincones más inesperados de la ciudad, y a preguntarse por qué nuestras construcciones no pueden comportarse como organismos vivos: respirando, adaptándose y evolucionando. Más que un manifiesto, es una llamada a imaginar ciudades que aprendan de los ecosistemas en lugar de enfrentarse a ellos.

Además de los beneficios bien documentados, como la reducción del estrés, el fortalecimiento del sistema inmunitario y la mejora del bienestar emocional que se obtienen al pasar tiempo en entornos naturales, nuestra historia como especie ha estado marcada por una capacidad única: aprender de la naturaleza y aplicar ese conocimiento en nuestra vida cotidiana. Desde la observación de los patrones de migración de aves para prever cambios estacionales hasta la aplicación de principios aerodinámicos derivados de las alas de las aves en el diseño de aeronaves, hemos encontrado en la naturaleza una fuente constante de inspiración y soluciones prácticas.

Imaginemos un brillante maestro de diseño que ha perfeccionado su oficio durante más de 3800 millones de años. ¡Eso es la naturaleza! En este vasto lapso de tiempo, los seres vivos han evolucionado y prosperado en un mundo en constante cambio. ¿Podríamos considerar a la naturaleza como el diseñador definitivo? La respuesta parece ser un contundente ¡sí!

De los bosques a la ciudad, imaginando nuevos modos de habitar.
Diseño de una ciudad esponja con capacidad de filtrar y gestionar el exceso de
agua en época de inundaciones. Imagen generada con IA.

Aprendiendo de la naturaleza

A lo largo de millones de años de evolución, los seres vivos han desarrollado una asombrosa diversidad de estrategias para adaptarse a su entorno. Estas soluciones se expresan en su forma, estructura, funcionamiento interno e incluso en su comportamiento. La naturaleza, con su vasta trayectoria de prueba y error, es una fuente inagotable de innovación y resiliencia. Este repertorio de adaptaciones ofrece ideas valiosas para afrontar desafíos contemporáneos en ámbitos tan variados como la ciencia, la tecnología, la arquitectura o el diseño. Lo más interesante es que estas soluciones no solo resultan ingeniosas, sino también sostenibles y regenerativas, alineadas con los ciclos naturales. 

Inspirarse en la naturaleza implica reconocer su experiencia acumulada y su eficiencia. En lugar de distanciarnos de ella, este enfoque nos invita a colaborar con los sistemas naturales, entendiendo que somos parte de un ecosistema interdependiente. Aprender de la naturaleza no es solo una estrategia de diseño: es un cambio de perspectiva sobre cómo habitar el mundo.

¿Cuál es el potencial de la naturaleza para influir en la planificación y diseño de las ciudades del futuro? ¿Qué estrategias podemos implementar para integrar de manera efectiva la naturaleza en el tejido urbano y mejorar así la calidad de vida de los habitantes? ¿Podríamos diseñar ciudades, infraestructuras y comunidades más orgánicas, más eficientes, más sanas, más autosuficientes, más organizadas, más biodiversas y más interconectadas?

De los bosques a la ciudad, imaginando nuevos modos de habitar
Ecosistema urbano cooperativo y multiespecie. Imagen generada con IA.

Reimaginando el futuro habitado

Los límites planetarios —aquellos umbrales críticos cuya superación puede comprometer el equilibrio de los sistemas terrestres— están siendo rebasados. Esta alarmante situación no solo afecta a los ecosistemas naturales, sino también a los entornos urbanos, donde hoy se concentra buena parte de la población mundial. La acelerada urbanización ha dado lugar a grandes megalópolis que enfrentan retos ambientales, sociales y estructurales cada vez más complejos.

Aunque las ciudades ocupan apenas un 2 % de la superficie terrestre, en ellas vive cerca del 70 % de la población mundial, y generan en torno al 80 % de las emisiones contaminantes. También son responsables del consumo de entre el 60 % y el 80 % de la energía global, lo que las convierte en actores clave en la crisis climática. Esta desproporción revela no solo un modelo de crecimiento insostenible, sino también una desconexión profunda con los ciclos naturales.

Uno de los problemas más acuciantes en el entorno urbano es la ausencia de servicios ecosistémicos, indispensables para nuestra supervivencia. A menudo olvidamos que dependemos completamente de los bienes y funciones que ofrece la naturaleza. Los servicios de aprovisionamiento —como el agua, los alimentos, la madera o los combustibles renovables— resultan casi inexistentes en áreas densamente pobladas. Los servicios de soporte, esenciales para conservar la biodiversidad (como la polinización o la protección de hábitats), también escasean en las ciudades. Y lo mismo ocurre con los servicios de regulación: el control de la temperatura, la calidad del aire o la purificación del agua se ven comprometidos en entornos urbanos altamente tecnificados.

Responder con resiliencia

Esta ruptura entre la ciudad y la naturaleza limita la capacidad de las urbes para autorregularse y responder con resiliencia a los desafíos del cambio climático. Además, obliga a depender de soluciones externas y recursos importados, incrementando la vulnerabilidad del modelo urbano actual. Las funciones y expectativas que recaen sobre una ciudad responden, en esencia, a una visión antropocéntrica. Se diseñan y planifican principalmente para satisfacer las necesidades, deseos y aspiraciones humanas. Esto implica garantizar espacios habitables adecuados, ofrecer infraestructuras esenciales como transporte, salud, educación y seguridad, facilitar el desarrollo económico y comercial, y crear entornos que promuevan la vida cultural, la convivencia y la diversidad social.

En contraste, los bosques operan bajo una lógica ecológica profundamente integrada. Su existencia está orientada a preservar el equilibrio del ecosistema y sustentar la biodiversidad. Entre sus múltiples funciones, destacan el suministro de hábitats para una amplia gama de especies, la regulación del ciclo hídrico, el mantenimiento de la fertilidad y estructura del suelo, la captura de carbono y la producción de oxígeno, así como la provisión de recursos naturales renovables. Además, los bosques actúan como barreras naturales frente a fenómenos como la erosión o las inundaciones, purifican el aire al retener partículas contaminantes y gestionan los residuos mediante procesos cíclicos que mantienen la salud del sistema.

De los bosques a la ciudad, imaginando nuevos modos de habitar
Ciudad integrada con un bosque vivo. Imagen generada con IA.

Imaginar la ciudad del mañana desde la lógica de los ecosistemas forestales implica repensar profundamente cómo concebimos el entorno urbano. En la naturaleza, la vida no solo se adapta a las condiciones del entorno, sino que también contribuye activamente a crearlas. Este principio —que la vida genera condiciones favorables para su propia existencia— puede y debe inspirar el diseño de los espacios urbanos.

En este enfoque, el ecosistema urbano se reorganiza según tres grandes ejes: agua, energía y ciclo del carbono. Tal como ocurre en los bosques, donde el agua fluye a través de sistemas complejos de absorción, almacenamiento y liberación, las ciudades podrían integrar redes hidrológicas resilientes, capaces de recolectar, purificar y redistribuir el agua de forma inteligente. De igual manera, la energía podría gestionarse de forma descentralizada y renovable, imitando la manera en que las plantas convierten la luz solar en energía química útil y sostenible.

Respecto al carbono, los bosques no solo almacenan este elemento vital, sino que lo transforman y regulan mediante procesos continuos. Aplicar estos principios permitiría diseñar infraestructuras que no solo reduzcan su huella, sino que incluso contribuyan a la captura de carbono, convirtiendo a las ciudades en aliadas frente al cambio climático.

árboles portada
Edificios como árboles, ciudades como bosques. Créditos: Marlén López / Almuzara / Erasmus

En el ámbito de la movilidad y las comunicaciones, los organismos del bosque se desplazan y se relacionan a través de redes sutiles de señales químicas, físicas y simbióticas. Este tipo de interconexión podría inspirar infraestructuras urbanas más fluidas y colaborativas, basadas en el intercambio de información y recursos entre sistemas diversos.

Finalmente, el concepto de “no-basura” en los ecosistemas naturales —donde todo residuo es aprovechado como recurso— plantea un modelo inspirador de economía circular. En la ciudad bosque, los materiales tendrían múltiples vidas y funciones. A través del uso de biomateriales, procesos de reciclaje biológico y diseño regenerativo, podríamos reducir drásticamente el desperdicio y devolver los nutrientes al ciclo urbano de forma limpia y productiva. 

Referencias

  • López, M. (2023) Edificios como árboles, ciudades como bosques. Córdoba: Almuzara. ISBN: 978-84-1119-656-2.
  • López, M., Rubio García, R., & Bueno Sánchez, Á. (2017). Envolventes arquitectónicas vivas que interactúan con su entorno: Naturalizando el diseño. Living architectural envelopes that interact with their environment: Naturalizing Design (PhD dissertation). Universidad de Oviedo.
  • Myers, W. (2012). Bio design: nature, science, creativity. Thames & Hudson. 

Cortesía de Muy Interesante



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