Así fue el breve reinado de Amadeo I de Saboya: el fracasado esfuerzo de gobernar un país que no era el suyo

Amadeo de Saboya, duque de Aosta, se negaba, en un principio, a aceptar su candidatura al trono vacante de España. Fue convencido por la persuasión política del general Prim –padrino de esta monarquía parlamentaria–, por la obligación moral de evitar otra guerra en Europa y por el respeto a la autoridad de su padre, el rey Víctor Manuel II de Saboya, que se lo pidió en interés de su dinastía. Amadeo correspondió, con su mejor intención personal, a todos ellos.

1868: la Gloriosa Revolución

El 18 de septiembre de 1868, la Gloriosa Revolución estalló en España. El largo reinado de Isabel II llegó a su fin con el drástico derrocamiento de la soberana. Isabel –primogénita de Fernando VII– había sido reina-niña desde la muerte de su padre en 1833, cuando solo contaba tres años, al vencer en la guerra carlista a su tío y opositor, el infante don Carlos, que le disputaba la legitimidad del trono.

La Puerta del Sol en la mañana del 29 de septiembre
La Puerta del Sol en la mañana del 29 de septiembre. Cuando este grabado de Enrique Laporta, dibujado por Vicente Urrabieta, se publicó el 18 de octubre de 1868 –en la revista El Museo Universal–, ya había triunfado la revolución y se había formado un gobierno provisional presidido por el general Serrano. Foto: ASC.

El reinado de Isabel II había sido desde sus inicios la esperanza de los liberales – organizados después en el Partido Progresista–, que vieron en ella el contrapunto al absolutismo anticonstitucional de su padre. En el inicio de su reinado, muchos liberales dieron su vida, o se la jugaron en el frente de batalla, por ella. Era lógico que después exigieran su parte de presencia política en el Estado.

Sin embargo, el reinado de Isabel II fue un creciente cúmulo de decepciones para el Partido Progresista, que tras la mayoría de edad de la soberana –a los 13 años, en 1843– encontró cada vez más dificultades para formar parte del gobierno. El sólido dominio del Partido Moderado en el entorno personal de la reina lo hacía imposible.

Isabel II
En 1855, el pintor alemán Franz Xaver Winterhalter inmortalizó a Isabel II, la que fuera reina de España entre 1833 y 1868, con su hija Isabel, princesa de Asturias. Palacio Real de Madrid. Foto: ASC.

Por otro lado, la llamada “cuestión de palacio”, es decir, las desavenencias de la reina con su esposo y primo hermano –Francisco de Asís de Borbón–, que se hicieron públicas desde 1847, y los consiguientes escándalos en la vida privada de la reina, con una sucesión de amantes, terminaron por socavar el prestigio de la soberana.

Desde que el general Juan Prim –uno de los más brillantes militares– se integró en el Partido Progresista en 1863 y decidió la vía de la insurrección para intentar sacudir el reinado y llegar al gobierno, el final del periodo isabelino se intuía próximo. Los fracasos de algunos pronunciamientos de Prim, la persecución política y el exilio al que fue sometido por los gobiernos moderados no evitaron que, entre 1863 y 1868, la espiral conspirativa contra la reina fuera en ascenso.

Al complot político fueron sumándose otras fuerzas. Por el Pacto de Ostende –firmado en el exilio en agosto de 1866–, el Partido Demócrata (progresista radical y republicano) se sumó al golpe que preparaba el Partido Progresista bajo la presidencia de Prim. En 1868 lo harían, igualmente, los decepcionados de la Unión Liberal (monárquicos centristas), guiados por el general Serrano y el almirante Topete. Estos últimos, además, aportaban de su lado al duque de Montpensier –cuñado de la reina, como esposo de la infanta Luisa Fernanda–, dispuesto a sufragar la rebelión y con aspiraciones de ocupar el trono.

La Gloriosa Revolución fue un triunfo de los conjurados, que obligó a Isabel II a aceptar la humillación de su derrocamiento, marchar al exilio en Francia y poner fin a un reinado de tres décadas, pero dejaba ante sí un problemático vacío de poder y un complejo período político conocido como el Sexenio Democrático (1868-1874).

Caricatura de las etapas del Sexenio Revolucionario
Caricatura sobre las etapas del Sexenio Democrático, desde la revolución de 1868, pasando por el Gobierno Provisional, el reinado de Amadeo I o la Primera República hasta que en diciembre de 1874 el General Martínez Campos aparece restaurando el escudo de la monarquía histórica. Caricatura de «La Flaca» con el encabezado de “La Madeja”, 1874. Foto: Tomás Padró Pedret / Wikimedia Commons.

El Gobierno provisional y la búsqueda de rey

Las fuerzas de la Revolución Gloriosa –progresistas, demócratas y unionistas– habían tenido claro su inicial objetivo común pero, una vez logrado, pronto empezaron las graves disensiones en torno al futuro político de España. Se formó un Gobierno provisional, un ejecutivo transitorio del cual quedó inmediatamente fuera el Partido Demócrata, contrario a la monarquía y reconvertido en Partido Republicano Federal.

Los otros dos –la Unión Liberal, liderada por el general Serrano como regente de un trono vacío, y el Partido Progresista, liderado por el general Prim como presidente del Gobierno– asumieron grandes responsabilidades. La primera, elaborar y aprobar la nueva Constitución de 1869 –la más liberal y avanzada de la Europa del momento–, que definía a España como una monarquía parlamentaria.

La segunda, en consecuencia, la búsqueda, elección y aprobación de un nuevo rey para España. Esta iba a ser, sin duda, la misión más rocambolesca y ardua; una tarea que asumió el general Prim de manera personalista, y que iba a ser la causa de una guerra europea y de su asesinato.

El general Juan Prim
El principal valedor de Amadeo de Saboya, Juan Prim y Prats, retratado por Luis de Madrazo en 1870, año de su asesinato en un atentado. La levita negra entreabierta deja ver el fajín rojo de general. Senado de España. Foto: ASC.

El primer candidato fue Fernando de Coburgo – padre del rey Luis I de Portugal–, por sus ideales democráticos, pero las intrigas hispanolusas lo hicieron imposible. Por su lado, los unionistas defendían la candidatura del duque de Montpensier, pero la oposición internacional de Napoleón III, el veto personal de Prim y el hecho de que el duque matara en duelo, en marzo de 1870, a su pariente el infante Enrique de Borbón arruinaron todas sus posibilidades.

El siguiente candidato fue Tomás de Saboya, duque de Génova, pero su edad –13 años– y la negativa de su madre fueron el mayor impedimento . El gobierno de Prim sondeó al general Baldomero Espartero, que a sus 77 años también declinó la oferta. Lo siguiente fue ofrecer la corona al prusiano Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, sobrino del rey Guillermo de Prusia, con el apoyo del canciller Otto von Bismarck. Esta candidatura, sin embargo, fue el detonante de la guerra franco-prusiana de 1870, puesto que Napoleón III entendió como una grave amenaza el hecho de que la dinastía prusiana, su rival, fuera a reinar al norte y al sur de sus fronteras.

Finalmente, Prim llevó su ofrecimiento a la Casa de Saboya, que vivía un período histórico irrepetible, ya que Víctor Manuel II había logrado entre 1861 y 1870 la unificación de Italia y se había convertido en el primer rey del Estado italiano unificado, con la admiración de los liberales de Europa por su monarquía renovadora. Su segundo hijo, el príncipe Amadeo, duque de Aosta –de 25 años y vicealmirante de la Marina italiana–, parecía un candidato ideal para España. En medio de la conflictividad internacional, fue aprobado por las potencias europeas en conflicto y presionado para que aceptara.

Amadeo I
Amadeo I (1871), retrato anónimo de Amadeo de Saboya realizado el año de su coronación. Perteneciente al Museo del Prado, está en depósito en el Museo del Ejército de Toledo. Foto: ASC.

1870: triunfo de la candidatura de Amadeo y asesinato de Prim

Así, el 31 de octubre de 1870 Amadeo de Saboya confirmó oficialmente la aceptación de la Corona española. Con rapidez, el 16 de noviembre siguiente, las Cortes Constituyentes procedieron a votar en Madrid las diferentes candidaturas presentadas por los partidos políticos. Amadeo de Saboya ganó por 191 votos de los 310 emitidos. Tras él, lo más votado fue la República Federal (60 votos) y el duque de Montpensier (27 votos).

No todos aceptaron el resultado. La solución solo satisfacía a los progresistas leales seguidores de Prim. La opinión pública acogió la votación con frialdad. Los republicanos federales y los unionistas del duque de Montpensier la recibieron con abierta hostilidad.

Todo se dispuso con rapidez para la venida a España del nuevo rey. Una comisión de diputados, presidida por Ruiz Zorrilla, viajó hasta Florencia para ofrecer a Amadeo de Saboya oficialmente, el 4 de diciembre, la corona de España. Solo tres semanas después, el 25 de diciembre, Amadeo viajaba ya en barco hacia su nuevo destino. Poco podía imaginar que, durante el tiempo de su travesía, el general Prim, que había sido su promotor y le esperaba para ser su presidente de gobierno, iba a sufrir el 27 de diciembre un atentado, en el corto trayecto entre las Cortes y su residencia, que iba a causarle la muerte tres días después por la infección de las heridas.

Así, cuando Amadeo de Saboya arribó a Cartagena, el 30 de diciembre, conoció la muerte de su mentor y principal apoyo. El marqués de Dragonetti, su ayudante de campo, le aconsejó in situ que renunciara al trono, sin ni siquiera bajar del barco, pero Amadeo, impulsado por un estricto sentido del deber, se reafirmó en su compromiso de ser rey de España.

Su entrada en Madrid, el 1 de enero, fue gélida en todos los sentidos. Había nevado mucho y la ciudad estaba conmocionada por el reciente magnicidio de Prim. Las calles estaban vacías al paso de la comitiva del nuevo rey, que se empeñó en entrar a caballo, seguido por el general Serrano, su regente. Sus primeros actos fueron las conmovedoras visitas a la capilla funeraria del general Prim, en la iglesia de Atocha, y a su viuda, en el palacio de Buenavista, a la que escuchó decir que los asesinos –y opositores al reinado– estaban más cerca de lo imaginado. De ahí a las Cortes, donde Amadeo I juró la Constitución de 1869 e inició oficialmente su reinado rodeado de enemigos.

Amadeo I frente al féretro del general Prim
Amadeo I frente al féretro del general Prim (1870). Antonio Gisbert recrea el momento en el que Amadeo de Saboya, recién llegado a España, reza ante el cadáver de Prim en la basílica de Nuestra Señora de Atocha. Era el 2 de enero de 1871 e inmediatamente después se trasladaría a las Cortes para jurar la Constitución. Foto: ASC.

1871: primer Gobierno y llegada de la reina

Amadeo se instaló solo en el Palacio Real, cuyas habitaciones aún estaban repletas de pertenencias personales de Isabel II, que ordenó retirar y enviar a París. La sensación de ser un usurpador era inevitable. Desde el primer momento sorprendió por su actitud sencilla y ‘democrática’, al prescindir de muchas de las ancestrales etiquetas y los acostumbrados gastos de los Borbones.

A principios de enero de 1871 formó su primer gobierno: un gabinete de coalición presidido por el general Serrano, que nunca había sido defensor de su candidatura. Pronto llegaron las primeras críticas, pero no por la actividad gubernamental sino por la vida privada del rey, de inmediato objeto de habladurías. Amadeo de Saboya se había casado en 1867 con María Victoria dal Pozzo, “la rosa de Turín”, una aristócrata del más alto rango, mujer de grandes valores y amplísima cultura.

María Victoria dal Pozzo
Fotografía de María Victoria dal Pozzo en diciembre de 1870. Foto: ASC.

Eran ya padres de dos hijos: Manuel Filiberto, nacido en 1869, que ahora sería príncipe de Asturias de la Casa Real española, y Víctor Manuel, nacido en noviembre de 1870, por cuyo complicado parto y recuperación la nueva reina retrasó su venida a España hasta el mes de marzo de 1871. En los meses previos, una bella mujer española conquistó el corazón del rey: Adela Larra, la hija del famoso escritor Mariano José de Larra. Una relación polémica, que será el origen de conflictos personales y públicos para Amadeo de Saboya.

La llegada de María Victoria dal Pozzo a Madrid, además, iba a poner en evidencia el drama de este reinado. La aristocracia española, mayoritariamente alfonsina –partidaria de la restauración de la monarquía en la figura de Alfonso XII–, hizo un ostensible vacío a la pareja y trató de humillar en todo momento a la nueva reina, que, con mucha inteligencia, se volcó en cambio en causas sociales de gran calado.

Un reinado de continuas crisis de gobierno

Puesto que en el Congreso los republicanos y enemigos de la dinastía Saboya radicalizaron sus posturas, con una oposición cargada de violencia oral contra Amadeo I, pronto llegaron las crisis de gobierno. La acción de los gabinetes se vio bloqueada por las constantes y agrias discusiones entre partidos, sin que el rey –impopular, desconocedor de la política española y que apenas hablaba castellano– pudiera intervenir de una manera decisoria.

Así, en el verano de 1871, tan solo seis meses después de formado el gabinete, el general Serrano se vio obligado a dimitir, cansado de enfrentamientos. Asumió el segundo gobierno, el 24 de julio, el progresista Ruiz Zorrilla, en competencia con el también progresista Sagasta (esta mutua rivalidad añadiría causas al fracaso de Amadeo de Saboya).

General Serrano
Retrato del general español Francisco Serrano y Domínguez (1810-1885), primer duque de la Torre y capitán general del ejército español, obra de Antonio Gisbert. Foto: Wikimedia Commons.

Ninguno de los subsiguientes gobiernos se alargaría más de seis meses, y el corto reinado de Amadeo hubo de conocer hasta seis gabinetes diferentes, con sus correspondientes crisis intermedias. A los anteriores siguió el gobierno del general Malcampo (de octubre a diciembre de 1871); el gobierno de Sagasta (hasta mayo de 1872); el regreso del general Serrano para un quinto gobierno, entre mayo y junio de 1872, y el gobierno final de Ruiz Zorrilla, hasta febrero de 1873, en que el rey decidió abdicar y dejar que se proclamara la Primera República.

En ese tiempo, Amadeo de Saboya intentó con honestidad dar de sí lo mejor como monarca y, junto a su esposa, demostró su voluntad de propiciar la cercanía popular. Emprendió desde Madrid dos viajes oficiales por diversas regiones, en su afán de darse a conocer y ganar adeptos: Valencia, Cataluña y Aragón en septiembre de 1871 y todas las capitales de Castilla, Santander, Asturias y Galicia en el verano de 1872.

Insistió a sus jefes de gobierno en formar gabinetes de coalición, pero ninguno cedió a la propuesta. Por el contrario, Serrano, a la vista del progresivo deterioro político, le aconsejó tomar medidas drásticas como el cierre de las Cortes y la suspensión de las garantías constitucionales: algo a lo que Amadeo I se negó por no provocar la revolución radical que, sin embargo, se le iba a venir encima.

Radicalismo en las calles y atentado contra los reyes

A las dificultades de gobierno, la calle respondió con una creciente agitación social. Las manifestaciones de radicales se hicieron frecuentes. La propia reina, el 4 de octubre de 1871, se vio atrapada en su carroza en medio una manifestación de estudiantes en la Puerta del Sol, que la amenazaron con insultos. Los reyes intentaron congraciarse con unos y otros programando todos los viernes, como novedad, un banquete en palacio al que estaban invitados personalidades y parlamentarios de todos los partidos, pero muchos viernes el banquete sufría el boicot de sus participantes.

Las revistas de tropas propiciaban incluso nuevas ocasiones para desairar al rey, cuando muchos batallones se negaban a gritar el preceptivo “¡Viva el rey!” a su paso ante el monarca. En mayo de 1872 se produjo en Navarra el estallido de la Tercera Guerra carlista y en Cuba, además, se recrudeció la Guerra de los Diez Años con sus aspiraciones de independencia.

Por ende, el 18 de julio de 1872, los reyes sufrieron un atentado cuando iban en coche abierto, de noche, desde su paseo en los Jardines del Buen Retiro a palacio. Ruiz Zorrilla, entonces jefe de gabinete, había avisado al rey esa tarde del rumor de un complot criminal programado para esa misma noche. Pero el rey, harto de las continuas amenazas, se negó a cambiar de agenda: “Quiero que todos sepan que no temo morir en una emboscada como Prim”. Quiso ganarse así el respeto, al menos, por su valentía.

Al transitar por la calle del Arenal, un coche se interpuso en su camino y varios hombres dispararon desde ambos lados. Por fortuna, el rey intuyó las sombras de los asesinos y fue capaz de tirarse antes al suelo del coche protegiendo con su cuerpo el de la reina, que por entonces se hallaba embarazada de su tercer hijo. Ambos salieron ilesos.

Atentado contra Amadeo I y su esposa
Ilustración del atentado contra Amadeo I y su esposa el 18 de julio de 1872 (La Ilustración Española y Americana, Josep Lluis Pellicer y Bernardo Rico). Foto: Wikimedia Commons.

La noticia del intento de regicidio causó repulsa en la sociedad, y los reyes fueron obligados al día siguiente a salir al balcón de palacio a recibir los aplausos de centenares de ciudadanos que acudieron a mostrar su adhesión. El fracaso político era, sin embargo, difícil de detener.

1873: el bautizo del infante y la abdicación

A finales de 1872 el país sufría una grave crisis económica, que afectaba a la totalidad de la industria y el comercio, al campo y las ciudades. El Tesoro Público estaba en bancarrota. En el mes de diciembre, un violento levantamiento de republicanos radicales en Madrid sembró el pánico en las calles y fue aplastado por el general Pavía. El Estado andaba sin rumbo político y Amadeo no encontraba la forma de imponer su autoridad.

En este ambiente preocupante, el 29 de enero de 1873, la reina María Victoria dal Pozzo dio a luz en el Palacio Real a su tercer hijo –el infante Luis Amadeo–, cuyo nacimiento y bautizo iban a ser el detonante del final. Deseando preservar la intimidad del parto, los reyes desecharon las viejas etiquetas de los Borbones, que daban derecho a los ministros y altas personalidades a aguardar en una habitación contigua el nacimiento del infante y ser los primeros a quienes el rey presentaba, en bandeja de plata, al nuevo vástago. El entonces gobierno de Ruiz Zorrilla lo tomó como una ofensa, al igual que la negativa de los reyes a nombrar padrino del niño al alcalde de Madrid, en nombre del pueblo, en vez de a su tío, el rey de Portugal.

Amadeo con sus tres hijos
Ilustración de Giacomo Di Chirico que muestra a Amadeo con sus tres hijos, nacidos de su matrimonio con M.ª Victoria Enriqueta Juana dal Pozzo: Manuel Filiberto, Víctor Manuel y Luis Amadeo, que nació en España poco antes de que su padre abdicara, el 29 de enero de 1873. Foto: ASC.

El bautizo del infante, en la capilla real, fue además un desastre de la etiqueta. Ningún obispo quiso celebrar el sacramento, al estar la Casa de Saboya excomulgada por el papa tras la invasión de los Estados Pontificios, y hubo de ser oficiado por el confesor de la reina; la duquesa de la Torre, esposa del general Serrano, declinó el ofrecimiento de ejercer de Camarera Mayor y tener el honor de llevar al niño en brazos a la pila bautismal; solo tres Grandes de España consintieron en presentarse, pero se sintieron ofendidos al no estar situados en sitios de preeminencia; veinte de los cincuenta invitados al banquete posterior declinaron su asistencia. El desaire al bautizo fue la gota que colmó el vaso.

Unas semanas después, el 10 de febrero de 1873, Amadeo anunció oficialmente su deseo irrevocable de abdicar, y el 11 de febrero presidió su último consejo de ministros. Algunos militares moderados le ofrecieron la posibilidad de dar un golpe de Estado, a lo cual Amadeo de Saboya se negó en redondo. Ese mismo día, quedó proclamada en las Cortes la Primera República bajo la presidencia de Estanislao Figueras.

El 12 de febrero, de madrugada, los reyes abandonaron Madrid en tren, sin despedidas oficiales, casi furtivamente, en dirección a Portugal. Y de allí a Italia. La sensación de fracaso en un hecho histórico tan relevante y las humillaciones recibidas fueron una losa demasiado pesada para el resto de sus vidas. María Victoria, que dejó un profundo legado en España de actividad social, murió tres años después de abandonar España, el 8 de noviembre de 1876, a los 29 años. Amadeo se retiró por completo de la vida pública. Murió el 18 de enero de 1890, a los 45 años, con la sensación de “haber vivido demasiado”.

Caricatura de un carlista e Isabel II leyendo un anuncio sobre la vacante de rey en España
Caricatura en la que un carlista, con la boina roja, e Isabel II, con el futuro Alfonso XII a su lado, leen un anuncio sobre la vacante de rey en España. Fue publicada en La Flaca, una revista satírica, republicana y federalista editada en Barcelona durante el Sexenio Democrático. Foto: ASC.

Su reinado fue efímero, pero quizás mereció un mayor reconocimiento a su voluntad de ser útil a un país que no era el suyo, cuando estaba sumido en gravísimos conflictos. Y el ensayo de su monarquía parlamentaria serviría en cierto modo de referente para el futuro de España.

Cortesía de Muy Interesante



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