¿Qué tienen en común un mineral islandés, una cavidad óptica en forma de pajarita y una partícula que nadie ha visto jamás? Para Eugenio M. Fernández Aguilar, director de la edición digital de Muy Interesante, la respuesta es sencilla: una buena historia. Y con esa historia —y con un artículo titulado “Científicos proponen cómo detectar axiones, los ladrillos constituyentes de la materia oscura”— ha ganado el prestigioso Premio Fotón 2025 en la categoría Trabajo escrito, otorgado por el Instituto de Óptica del CSIC junto a la Sociedad Española de Óptica, SECPhO y Educación 3.0.
El jurado ha premiado un texto que, más allá de su claridad y rigor, consigue hacer algo extremadamente difícil: acercar al público general uno de los conceptos más esquivos de la física moderna. El axión, una partícula hipotética que podría explicar qué es la materia oscura, ha sido durante décadas un fantasma en los márgenes de la física teórica. Eugenio lo presenta como “el fantasma más educado del universo: no se deja ver, no molesta, y sin embargo lo explica casi todo”.
Contar lo invisible
“El premio es una alegría —nos dice Eugenio en una entrevista que publicamos íntegra en este mismo reportaje— porque valida algo que intento hacer cada día: ponerle palabras a lo que no vemos”. Esa es quizá la clave de este reconocimiento. En un ecosistema mediático saturado de avances tecnológicos, aplicaciones médicas y titulares sobre inteligencia artificial, elegir como protagonista a una partícula que ni siquiera ha sido detectada puede parecer una apuesta arriesgada. Pero también es una declaración de intenciones: hay temas que merecen ser contados aunque no tengan una utilidad inmediata.
Y eso es lo que ha hecho este artículo premiado. A partir del experimento ADBC, un sofisticado montaje del MIT que utiliza cavidades ópticas para tratar de captar mínimas señales generadas por los axiones, Eugenio construye un relato que mezcla física de frontera, historia científica y metáforas bien medidas. Como él mismo lo describe: “No se trata de atrapar al ladrón, sino de notar que ha rozado el pomo de la puerta”.
Ciencia con mirada larga
En la entrevista, Eugenio M. Fernández reivindica también el papel del espato de Islandia, un mineral que genera un efecto óptico conocido como birrefringencia. Lo que durante años fue una rareza para ferias científicas, hoy es clave para entender cómo podría manifestarse la materia oscura. Es el tipo de giro inesperado que demuestra cómo la ciencia avanza a veces retomando caminos ya explorados. “La ciencia se escribe con retazos del pasado y con ojos que saben mirar”, dice.

Como director de una de las cabeceras digitales de divulgación más leídas del mundo hispano, también explica su criterio editorial: relevancia y asombro. Los axiones no protagonizan portadas de revistas, pero despiertan una pregunta esencial: ¿qué sabemos realmente del universo que habitamos?
Una física que también emociona
Quizá por eso el estilo de Eugenio mezcla precisión técnica con una poética sutil. No se trata de adornar, sino de acercar. De usar imágenes que conecten con el lector sin traicionar la complejidad de los conceptos. Así lo explica: “La física puede ser árida, pero si uno se permite una licencia poética bien medida, la montaña se hace más transitable”.
La decisión del jurado del Fotón 2025 confirma que hay espacio —y necesidad— para ese tipo de divulgación. Una que no solo traduce, sino que también emociona. Una que no teme hablar de lo invisible.
Puedes leer la entrevista completa a Eugenio M. Fernández a continuación:
Pregunta. ¿Qué significa para ti recibir el Premio Fotón 2025 por un artículo sobre un tema tan complejo como los axiones y la materia oscura?
Respuesta. Es un reconocimiento que agradezco con mucha ilusión, sobre todo porque reivindica algo que intento hacer cada día: contar lo invisible. Puede parecer fácil, que no lo es, escribir sobre un avance médico o una aplicación tecnológica. No obstante, lo que realmente es difícil, y lo más necesario, es ponerle palabras a lo que no vemos. Los axiones, la materia oscura, son pura conjetura experimental, pero también una metáfora de nuestra ignorancia cósmica. Que un artículo sobre eso haya sido premiado me hace pensar que aún hay sed de preguntas grandes.
P. ¿Cómo se puede explicar de forma sencilla qué es un axión y por qué podría ser clave para entender el universo?
R. Yo suelo decir que el axión es el fantasma más educado del universo: no se deja ver, no molesta, y sin embargo lo explica casi todo. Nació en los años 70 para resolver una contradicción matemática en la física de partículas, pero con el tiempo fue ascendiendo en importancia hasta convertirse en un sospechoso principal de eso que llamamos materia oscura. En otras palabras: podría ser el ladrillo invisible con el que está construido el universo.
P. En tu artículo mencionas el experimento ADBC. ¿Qué lo hace tan innovador respecto a intentos anteriores de detectar materia oscura?
R. El experimento ADBC es como poner un fonendoscopio cuántico en el corazón del universo para escuchar lo que nadie ha oído. El ADBC no busca “ver” al axión directamente, sino “escuchar” su efecto en la luz. Usa una cavidad óptica que detecta mínimas alteraciones en la birrefringencia, algo así como una oreja ultrasensible que capta si un rayo de luz se “desdobla” de forma distinta por culpa de un axión. Lo innovador es esa sutileza extrema: no se trata de atrapar al ladrón, sino de notar que ha rozado el pomo de la puerta.

P. ¿Por qué decidiste abrir el texto con una referencia al espato de Islandia y la birrefringencia? ¿Crees que el asombro sigue siendo la mejor puerta de entrada a la ciencia?
R. Absolutamente. El espato de Islandia es una rareza mineral que ha entretenido a generaciones de divulgadores y, de repente, siglos después, vuelve como actor secundario en la física de frontera. Yo mismo disfruté “jugando” con él en mis años de carrera universitaria, en la Facultad de Física de Sevilla. Me pareció el ejemplo perfecto de cómo la ciencia se escribe con retazos del pasado y con ojos que saben mirar. La birrefringencia es bella en sí misma; si encima puede ayudarnos a entender la materia oscura, tenemos el combo completo: curiosidad, historia y misterio.
P. Como director de Muy Interesante digital, ¿qué criterios sigues para decidir qué temas científicos merecen una cobertura más profunda?
R. Intento aplicar una doble vara: relevancia y asombro. Un tema puede ser relevante para el presente —como una vacuna nueva o un avance energético— o puede serlo para el imaginario, como ocurre con los agujeros negros, los neutrinos o los axiones. Si además tiene ese punto de maravilla, de “esto no me lo esperaba”, es un firme candidato. También me gusta detectar historias que han pasado desapercibidas pero merecen una segunda vida narrada con mimo. Hacer interesante lo que, aparentemente, no lo es. Esa es mi máxima.
P. ¿Qué retos encuentras al traducir conceptos tan técnicos como la birrefringencia o las cavidades ópticas para el público general sin perder el rigor?
R. El reto está en el equilibrio. La tentación es simplificar tanto que se diluye el sentido, o dejarlo tan técnico que uno termina escribiendo para colegas. Intento partir de una imagen, una metáfora que ancle la idea sin traicionar su esencia. Por ejemplo, con la cavidad óptica del ADBC, podríamos pensar en una caja de música: si algo tan sutil como un axión cambia el ritmo de la luz, ese cambio debería “sonar” de algún modo. La física puede ser árida, pero si uno se permite una licencia poética bien medida, la montaña se hace más transitable. Un asunto aparte es que a todos les tenga que agradar este enfoque. Para gustos, los colores.
Cortesía de Muy Interesante
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