Islas Marías: el “Alcatraz mexicano” que fue transformado en un paraíso natural

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  • Autor, Jamie Fullerton
  • Título del autor, BBC Travel

Estaba en el puerto de ferries de San Blas, un pueblo costero en el estado de Nayarit, en el oeste de México, cuando dos hombres con uniforme militar y ametralladoras me adelantaron en la fila.

Después vino un guardia con un pastor alemán que olfateó diligentemente mi mochila.

Junto con unos cientos de turistas mexicanos de mediana edad, estaba a punto de embarcar en un tour de fin de semana organizado por la Marina de México a María Madre, la isla más grande del archipiélago de las Islas Marías, conocida antiguamente como el “Alcatraz de México”.

Sin que yo lo supiera en ese momento, mi viaje ocurrió justo antes de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenara a su gobierno reabrir y ampliar Alcatraz, la infame antigua prisión en una isla cerca de San Francisco, cuyas operaciones se cerraron oficialmente en 1963.

Desde entonces, Alcatraz se ha convertido en una importante atracción turística donde los visitantes pueden experimentar las históricas celdas tal como eran, y la propia y notoria antigua prisión de México también permite a los turistas examinar sus celdas.

Sin embargo, a diferencia de Alcatraz, la isla mexicana se ha transformado en un destacado lugar de conservación.

Unas islas de cine

Ubicada a unos 130 km del territorio continental de México, María Madre abarca unos 145 km² y forma parte de una reserva natural de cuatro islas, actualmente administrada por la Marina de México.

Desde 2022, se permite la visita de turistas mediante viajes en ferry de cuatro horas desde San Blas y la ciudad de Mazatlán, explorando las áreas designadas bajo supervisión.

Para muchos mexicanos, las Islas Marías no necesitan presentación.

La prisión, fundada en 1905, albergó a asesinos en masa y fue escenario de la película “Las Islas Marías” (1951), del prolífico director mexicano Emilio Fernández.

“Antes tenían a los peces gordos aquí, a los grandes criminales”, me comentó Francisco Espinosa, otro de los pasajeros, quien aseguró que se animó a hacer el tour por la película que muestra las playas y salinas donde trabajaban los presos.

“Es como Alcatraz. Todo el mundo conocía esta prisión”.

Grupo de turistas caminan durante un tour en las Islas María.

Fuente de la imagen, Jamie Fullerton

La isla es propensa a vientos extremos y allí opera una base militar, así que tuvimos que ver un video de seguridad sobre qué hacer en caso de un tsunami o un ataque con gas (en este último caso, cúbrete la nariz y corre).

Después del video, vi enormes tortugas marinas saliendo a la superficie del océano desde la ventana del ferry.

Reserva de la biosfera

El espectáculo natural continuó después de cruzar el embarcadero de hormigón de María Madre, y dejamos nuestras maletas en el complejo hotelero creado para los nuevos visitantes.

Manadas de cabras salvajes se dispersaban por los senderos entre los edificios de los restaurantes y las pequeñas tiendas de regalos cuando la llegada de personas interrumpió su deambular.

El sonido de los cascos sobre el hormigón encajaba con el murmullo del agua que caía de una gran fuente tipo cascada, además de los fuertes graznidos que emanaban de los árboles.

Uno de nuestros guías explicó que los graznidos indicaban la temporada de apareamiento de los loros verdes de Tres Marías, endémicas de la isla.

Los presos solían conseguir que sus familiares contrabandearan estos preciados loros al continente para venderlos.

La población de boas también se vio afectada, ya que los presos capturaban serpientes para fabricar cinturones con su piel.

Me asignaron una villa espaciosa y pintada de blanco, que según los guías solía albergar a los presos. Explicaron que a algunos se les permitía vivir con sus familias en la isla y podían moverse con relativa libertad.

Sin embargo, la vida no era abierta ni relajada para todos, ya que muchos se veían obligados a trabajar bajo un calor sofocante en salinas o granjas camaroneras.

En 2022, una exprisionera declaró a Los Angeles Times que recordaba cinco baños compartidos por 500 prisioneras. “Vivíamos en un gallinero”, afirmó.

Foto de la fachada del complejo penitenciario de las Islas María.

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En 2010, cuando la prisión aún estaba abierta, la Unesco declaró a las Islas Marías reserva de la biosfera, destacando la riqueza biológica que se encuentra en los bosques secos de su paisaje, en los manglares, el matorral suculento de rosetas, los arrecifes, las costas y los ambientes pelágicos que alberga.

Además de los loros de contrabando, la isla alberga otras 18 especies endémicas, incluyendo mapaches y conejos.

La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) de México se encarga de proteger el delicado ecosistema, que se desarrolló de forma aislada durante más de ocho millones de años, mientras que los recorridos organizados por la Marina llevan a los visitantes a través de los edificios abandonados de la prisión y les enseñan sobre la flora y la fauna.

“Este es turismo de excursión, para explorar, para convivir con la naturaleza”, dijo el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en 2022.

“Lo que era un infierno se está convirtiendo en un paraíso”.

Aun así, la mayoría de los turistas vienen por la historia, no por los animales.

La evolución de la prisión

Me uní a una excursión en grupo donde nuestro guía nos señaló una estructura metálica oxidada cerca del borde de un acantilado.

Parecía una garita, pero en realidad era una cabina de tortura para prisioneros errantes, colocada para que se calentara infernalmente con el sol de la mañana. Los turistas se turnaban para subir y cerrar la puerta chirriante.

Después de una comida tipo bufé ambientada con canciones de Elton John interpretadas con saxofón, un autobús nos llevó por caminos polvorientos hasta el antiguo complejo penitenciario de máxima seguridad.

Al acercarnos a los enormes edificios grises, pasando junto a vallas rematadas con rollos de alambre de púas, la canción “Macarena” sonaba a todo volumen por los altavoces del autobús.

En 2006, después de que el gobierno mexicano declarara la guerra a los carteles de la droga, la isla prisión pasó de ser una cárcel relativamente abierta a una penitenciaría más convencional.

En 2011, se inauguró una sección de máxima seguridad con un diseño inspirado en las cárceles estadounidenses: mesas, sillas y sanitarios de acero brillante, puertas metálicas que rechinaban y celdas pequeñas con literas.

Otros turistas metían los brazos entre las rejas de metal, posando para fotos.

Vista del cementerio de Isla María Madre.

Fuente de la imagen, Jamie Fullerton

Nuestro guía comentó que hubo un motín aquí en 2013 debido a la indignación de los presos por las raciones de alimentos, y la sección cerró poco después.

Ahora, las cabras montesas corren entre las torres de vigilancia desatendidas.

Pero antes de que la isla albergara una prisión de alta seguridad, sirvió como un lugar de exilio para delincuentes de poca monta e indeseables.

Crímenes y leyendas

El presidente Álvaro Obregón comenzó a enviar aquí a opositores políticos en 1910, y en la década de 1920, albergó a simpatizantes católicos apresados ​​durante la Guerra Cristera (1926-29).

Uno de sus presos políticos más notables fue el escritor y activista José Revueltas, quien fue enviado a la isla dos veces en la década de 1930. Era miembro del Partido Comunista Mexicano, declarado ilegal por el gobierno, y fue condenado tras asistir a una huelga sindical.

Un mural de Revueltas, con gafas y perilla larga, adorna la pared del edificio de recepción del hotel.

Más tarde, el autobús nos llevó a un cementerio bañado por el sol, flanqueado por enormes cactus, donde nos detuvimos junto a una cruz blanca.

Esta era la tumba de José Ortiz Muñoz, conocido como el Sapo, un presunto asesino que fue traído a la isla en la década de 1960 tras, según se informa, matar a cientos de personas. Fue asesinado por compañeros de prisión a machetazos.

Una guía sacó su teléfono para poner “El Sapo”, una alegre canción del artista Chalino Sánchez. Una iguana se escabulló de la tumba vecina, desapareciendo su cola bajo las baldosas.

Informes de antiguos residentes de las Islas Marías sugieren que también se produjeron asesinatos menos conocidos en las islas.

En 2004, un capellán isleño llamado Francisco Ornelas escribió: “Se rumorea, y los rumores son un oficio aquí, que las personas desaparecidas están enterradas en las otras tres islas, que ahora están desiertas salvo por las visitas de pescadores ilegales y narcotraficantes”.

Interior de la sección de máxima seguridad con mesas, sillas de acero y celdas pequeñas.

Fuente de la imagen, Jamie Fullerton

El abuso de la pesca

El acceso a las aguas que rodean las Islas Marías se restringió después de que María Madre se convirtiera en una colonia penal en 1905.

La pesca se limitó aún más en 2000 cuando las autoridades mexicanas declararon la zona bioreserva, antes de la declaración de la Unesco en 2010.

En 2021, las restricciones pesqueras se endurecieron nuevamente, y se prohibió toda pesca comercial sin permiso de la Marina en la zona.

Sin embargo, los conservacionistas afirman que las autoridades no han tomado medidas enérgicas contra la pesca ilegal.

Octavio Aburto-Oropeza, conservacionista marino y profesor del Instituto Scripps de Oceanografía, coincidió con esta idea cuando hablé con él después del recorrido.

“Conozco empresas que ofrecen no solo pesca recreativa en las Islas Marías, sino también pesca submarina”, comentó.

Aburto-Oropeza ha buceado en las aguas que rodean las Islas Marías en dos viajes separados y dice que, si bien la pesca ilegal sigue siendo una preocupación, los arrecifes y el ecosistema marino más amplio están en buenas condiciones, en gran parte debido al aislamiento del archipiélago y al bajo número de visitantes.

Cree que la Marina y la Conanp deberían hacer más para combatir la pesca ilegal y establecer objetivos concretos para la restauración de arrecifes y especies, pero que el turismo responsable también podría ayudar.

“Se puede crear una visión de turismo en los arrecifes con cierta capacidad”, afirmó.

“Las actividades turísticas, especialmente el buceo, podrían ayudar a impulsar los proyectos de conservación”.

Espero volver, quizás para bucear o explorar más sitios terrestres.

Una guía me mostró fotos de edificios que actualmente están prohibidos, incluyendo habitaciones abandonadas llenas de peculiares esculturas de pulpos hechas por prisioneros.

Con el tiempo, estos edificios podrían ser certificados como seguros para visitar, dijo.

En el ferry de regreso a San Blas, charlé con otros pasajeros sobre loros, cajas de tortura y la experiencia surrealista de entrar en el “Alcatraz de México”.

Nadie dijo que la prisión debería reabrir.

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Cortesía de BBC Noticias



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