Así imaginó Carl Sagan el primer contacto: ciencia rigurosa y humanidad profunda en ‘Contact’

La película de ciencia ficción más respetada por la comunidad científica fue, a la vez, el inicio de muchas vocaciones orientadas a la investigación. Con su mezcla de rigor científico, sensibilidad emocional y una mirada profunda sobre nuestro lugar en el universo, Contact marcó a toda una generación de espectadores y futuros científicos.

La divulgación científica le debe mucho a Carl Sagan. En 1980 irrumpió en el panorama audiovisual con su miniserie documental Cosmos, que fue vista por millones de personas y que no ha perdido valor a pesar del tiempo transcurrido.

Pero después decidió aventurarse en el género de ficción y escribió una novela, aunque, tratándose de él, era lógico esperar que cualquier historia que escogiese contaría con bases científicas sólidas como rocas. Y así ocurrió con Contact, cuyo tema —es esperable, dada la carrera de su autor como astrónomo y astrofísico— era el encuentro de la humanidad con una inteligencia E. T.

Una astrónoma, una señal de Vega y la búsqueda de lo imposible

El contacto con civilizaciones alienígenas es precisamente el campo profesional de la protagonista, la astrónoma Ellie Arroway (Jodie Foster), quien tras años de esfuerzo y lucha por lograr fuentes de financiación públicas y privadas para su proyecto, consigue ayuda del multimillonario S. R. Hadden, que le da acceso a los veintisiete radiotelescopios del VLA en Nuevo México.

Cuatro años después, parece detectar, en las proximidades de la estrella Vega, un pulso que transmite el patrón de un número primario. La filtración a la prensa de la señal provoca reacciones en todo el mundo, entre ellas la de varios fundamentalistas religiosos que se oponen al proyecto. Se descubre que la señal incluye instrucciones para construir una nave espacial.

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El encuentro en la playa con el padre fallecido simboliza la necesidad de empatía en un contacto imposible. Ilustración artística: DALL-E / Edgary R.

Un viaje sin prueba física: entre el relato y la experiencia personal

Cuando, tras años de trabajo está lista para partir, es destruida en un atentado. Hadden contacta entonces con Arroway para revelarle que sus científicos han fabricado otra nave en secreto, y que quiere que ella sea la tripulante. Pero, cuando el viaje concluye, no está claro qué ha ocurrido; ni siquiera los testigos exteriores pueden asegurar si ha existido o no.

En su travesía, Arroway llega a una playa donde se encuentra con su difunto padre, pero se le explica que es un entorno creado por los extraterrestres para facilitar su tranquilidad.

Le dicen también que ellos no idearon la nave, sino que la descubrieron, y le indican que antes de ellos hubo otras especies. Arroway reconoce ante el Congreso de Estados Unidos que no tiene ninguna prueba que apoye su convencimiento de que, en efecto, ha estado fuera de la Tierra.

Pasan los años y sigue con su trabajo, recordando que su interlocutor en aquella playa le dijo que ella había dado el primer paso, pero que otros deberán dar los siguientes.

La señal de Vega: cuando la ciencia guía la ficción

Una de las decisiones más elogiadas de Contact es el rigor con el que se aborda la detección de la señal extraterrestre. El uso de los radiotelescopios del VLA (Very Large Array) en Nuevo México no fue decorativo: Carl Sagan colaboró estrechamente con científicos reales del proyecto SETI para que los procedimientos fueran verosímiles.

La señal que recibe Ellie Arroway no es una llamada directa, sino una transmisión codificada que contiene patrones matemáticos —números primos—, una forma hipotética, pero plausible, de comunicación inteligente.

Este tipo de codificación ha sido considerada por astrofísicos como una forma “universal” de lenguaje. La película toma esta idea y la combina con un descubrimiento progresivo: lo que parecía un simple mensaje resulta tener varias capas, incluyendo imágenes en vídeo (la aparición de Hitler en las Olimpiadas de 1936) y, más adelante, instrucciones técnicas para construir una estructura tecnológica que nadie en la Tierra comprende del todo.

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La señal procedente de Vega incluye instrucciones precisas para construir una nave espacial de origen desconocido. Ilustración artística: DALL-E / ERR.

Un desafío intelectual

La narrativa se apoya en la lógica científica, pero nunca deja de lado el asombro ante lo desconocido.

Sagan insistió en que cualquier intento realista de representar un contacto con vida inteligente debía evitar los tópicos de ciencia ficción más fantasiosos.

Por eso, Contact no muestra naves alienígenas ni invasiones: lo que propone es un desafío intelectual, emocional y ético. La señal de Vega es el catalizador que obliga a la humanidad a mirarse a sí misma y a preguntarse qué está dispuesta a creer… y por qué.

La figura de Ellie Arroway: ciencia, perseverancia y representación

El personaje de Ellie Arroway, interpretado por Jodie Foster, es uno de los más sólidos y complejos dentro del cine de ciencia ficción. Inspirada en figuras reales de la astrofísica —como la propia Jill Tarter, científica del SETI—, Ellie representa una imagen poco habitual en la pantalla grande: una mujer científica autónoma, racional, apasionada por el conocimiento y escéptica ante explicaciones fáciles.

Su trayectoria en la película está marcada por la lucha constante por legitimidad en un entorno dominado por la política, el poder económico y el prejuicio de género.

A lo largo de la historia, Ellie se enfrenta no solo a la incredulidad de sus colegas, sino también a los límites institucionales que intentan frenar su avance. Ni las agencias gubernamentales ni los comités científicos parecen dispuestos a concederle protagonismo, y el hecho de ser mujer no es un detalle menor.

Su relación con Palmer Joss, el asesor espiritual interpretado por Matthew McConaughey, sirve para explorar un conflicto ideológico, pero también para mostrar cómo su identidad científica no está reñida con su sensibilidad personal.

Jodie Foster destacó en varias entrevistas lo significativo que fue para ella interpretar a un personaje que no necesitaba salvar al mundo con armas ni seducir al héroe, sino defender la verdad desde la razón y la evidencia.

En un cine donde los relatos de mujeres en la ciencia eran excepcionales, Ellie Arroway se convirtió en una figura de referencia, y Contact en una película que inspiró vocaciones reales.

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Los radiotelescopios del VLA, en Nuevo México, se convirtieron en símbolo del oído de la humanidad hacia el universo. Ilustración artística: DALL-E / ERR.

El toque de Zemeckis: espectáculo, emoción y una escena para la historia

El director, Robert Zemeckis, dijo en una entrevista: “Traté de diseñar el viaje en cápsula como el viaje que ve el personaje de Jodie Foster, y no necesariamente lo que ocurre en la realidad”.

Podría pensarse, por tanto, que la película termina en un anticlímax, aunque se dejan caer un par de detalles que nos hacen considerar que el viaje de Arroway ha podido ser, en efecto, real, aunque la nave no haya llegado a despegar físicamente.

La convivencia —o el enfrentamiento— entre la ciencia y la religión ocupan buena parte del metraje, aunque se terminen solucionando con el mensaje conciliador que cabía esperar de un científico como Sagan.

Y del propio Zemeckis: la prodigiosa escena inicial comienza con un plano de la Tierra, de la que la cámara se va alejando cada vez más hasta abandonar el Sistema Solar, la galaxia, el propio universo… y termina dentro de la pupila de Foster. No importa si el espacio es de donde venimos o donde estamos destinados a ir; lo que importa de verdad es que formamos parte de él.

Cortesía de Muy Interesante



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